Conversación póstuma con Daniel Dennett

Conocido como el filósofo de la conciencia, Daniel Dennett (Boston, 1942 - Portland, 2024) fue uno de los pensadores sobre ciencia cognitiva más relevantes a nivel mundial. En esta entrevista publicada tras su muerte, Dennett reflexiona sobre el posible colapso de internet, la evolución de la sociedad digital y los riesgos de la inteligencia artificial. La entrada Conversación póstuma con Daniel Dennett se publicó primero en Ethic.

May 6, 2025 - 10:31
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Conversación póstuma con Daniel Dennett

«Soy un filósofo viejo, calvo, ateo y barbudo. Soy la persona equivocada para enviar este mensaje al mundo». Fue lo primero que me dijo el científico cognitivo Daniel Dennett en la única entrevista que pude hacerle antes de que falleciera el 19 de abril de 2024.

Era una máquina de generar titulares, a menudo polémicos: «Internet se vendrá abajo y viviremos oleadas de pánico». Pero, ¿quién era Dennett? No solo un filósofo: era un hombre de ciencia. Sus investigaciones se centraron en la filosofía de la mente y en su relación con la biología evolutiva y la ciencia cognitiva. Fue profesor de informática y trabajó con algunos de los «padres» de la inteligencia artificial en Estados Unidos. Además, era catedrático emérito de Filosofía en la Universidad de Tufts, donde ejerció durante más de 50 años. Publicó centenares de artículos científicos y más de veinte libros. El último fueron sus memorias, He estado pensando (Arpa, 2024), donde no solo ofrece retazos de su vida, sino que expone las bases de su pensamiento. Entre ellas la charla TED en la que abordó una posible caída masiva de internet, y qué hacer para mitigar su posible impacto.

Bote salvavidas

A pesar de la importancia del tema, Dennett pidió que esa charla no se subiera a internet. Consideraba que no era la persona adecuada para decirlo. Él solo quería amplificar el mensaje que un año antes había lanzado su amigo Danny Hillis —pionero de la informática— también en TED. «Es mejor que sea visto como algo sobre lo que mucha gente está hablando», sostenía el filósofo. Y era cierto. Ni Dennett ni Hillis eran los únicos advirtiendo sobre las vulnerabilidades de la red de redes, ni sobre la posibilidad de un gran apagón.

Asumiendo que una caída global de internet provocaría un tremendo caos, lo que más le interesaba al pensador es cómo podríamos salvarnos. «No hay mucha información sobre qué podría pasar si internet colapsara, y todo parece muy tranquilizador. Suena casi como el presidente Trump sobre el coronavirus. Que si internet ha sido bellamente diseñado para ser redundante, que está a prueba de fallos, que es un sistema hiperrobusto… Son comentarios que hay que tomar con pinzas», decía. Lo comparaba con el caso de British Telecom, que había usado plomo para proteger sus cables submarinos, y el metal acabó hundiéndose e impidiendo su sustitución. Los cables quedaron en desuso y su degradación, según una investigación de The Wall Street Journal, está envenenando a la población.

«Los tecnócratas no van a reconocer que son al menos parcialmente responsables de sus vulnerabilidades, ni van a pedir ayuda, por lo que tratan de incentivar cambios sin exponerse», decía Dennett. «Casi nadie quiere hacer sonar la alarma, pero lo que dicen los expertos es que no es una cuestión de si pasará, sino de cuándo».

«No es una cuestión de si pasará, sino de cuándo»

Dennett se dedicó a preguntarle a la gente a su alrededor: «¿Qué harías si despiertas una mañana y te encuentras con que no funciona tu teléfono, ni tu televisión, ni la radio, ni tienes conexión y estás sufriendo cortes de electricidad?». Todos entraban en modo de supervivencia: «En una situación así, la gente se vuelve loca».

Por eso, quería impulsar un movimiento para comenzar a prepararse ante el apagón masivo. Su propuesta consistía en organizar lo que llamaba «botes salvavidas» o «absorbedores de pánico» locales. Creía que los lugares ideales para ello eran las iglesias, ya que son fácilmente identificables. «¿Qué pasa si estoy viajando y me encuentro en otro lugar del país? ¿Cómo puedo saber dónde encontrar uno de estos grupos locales si internet no funciona? Simplemente tendrías que buscar uno de esos edificios con un pequeño campanario», argumentaba el catedrático. Él mismo, ateo redomado, pasó parte de su juventud en una iglesia: «Era Boy Scout y mi tropa se reunía en el sótano de la iglesia bautista. Yo no era bautista. No me importaba. Nunca subía las escaleras».

Dependencia, socialización, evolución

A la pregunta sobre si una caída de internet hoy en día sería peor que un apagón eléctrico en la época pre-digital Dennett contestó que es «cualitativamente diferente». «En el siglo XIX la gente estaba acostumbrada a vivir sin comunicación instantánea. No sería un problema para nada. Pero nos hemos vuelto tan dependientes… Nuestra vida entera gira en torno a la conectividad. Si la cortas, es como si no pudieras respirar».

«Como sociedad, al menos en Estados Unidos y creo que también en Europa, damos por sentado muchas cosas y nos hemos puesto en una posición cada vez más dependiente de todo tipo de sistemas de soporte vital. Es como si estuviéramos viviendo en el espacio exterior o en el fondo del océano con un equipo de buceo», explicó.

«Cuando encontramos un sustituto para algo que solíamos producir o hacer nosotros, ese talento o capacidad desaparece»

Además, creía que esto también podría tener un impacto evolutivo, por ejemplo en la pérdida de ciertas capacidades. «Es la regla del “úsalo o piérdelo”. Cuando encontramos un sustituto para algo que solíamos producir o hacer nosotros, ese talento o capacidad desaparece. Como la habilidad de los niños de leer mapas ahora que tienen GPS». Asimismo, Dennett creía que internet ha tenido un impacto en el debilitamiento del tejido social, entre otras cosas por «haber externalizado muchas relaciones humanas, sin invertir en ellas personalmente».

Religión, conciencia, IA

Además de por su ateísmo (científicamente) beligerante, Dennett era conocido por su teoría sobre la conciencia. En el libro La conciencia explicada, condensa su idea de que la conciencia no es más que «un truco barato de la naturaleza», una «ilusión de usuario» (cada persona) creada por una especie de «máquina virtual del cerebro». En informática, una máquina virtual es una copia inmaterial de un ordenador físico, que funciona dentro de un ordenador real. La ilusión de usuario de esa máquina virtual, aplicada a la conciencia, sería una simplificación útil para nuestro desarrollo en la vida: un recurso del cerebro. Y la conciencia no sería más que «una chistera maravillosa de trucos ingeniosos». Así, Dennett desmitificaba un concepto sagrado para algunos, que inmediatamente se convirtieron en sus mayores detractores.

Es algo similar a lo que sucede hoy con la IA, un mero sistema informático cargado de misticismo y que, frente a la evidencia, muchos se empeñan en mantener en el espectro de lo mágico. Precisamente, Dennett colaboró con varios pioneros de la IA, como Marvin Minsky o Joseph Weizenbaum, a quienes inspiraba con sus teorías sobre la mente y el lenguaje.

«Queremos máquinas inteligentes, no colegas artificiales»

Sin embargo, denostaba las ideas grandilocuentes de algunos investigadores del campo de la IA. Sobre un proyecto de investigación multimillonario para desarrollar agentes autónomos, Dennett decía: «Queremos máquinas inteligentes, no colegas artificiales». Argüía que esto no era una buena vía para entender la conciencia: «La vieja regla de que “si lo creas, lo entiendes” ya no es cierta pues la IA produce resultados que nadie sabe muy bien cómo ha alcanzado». Las llamadas cajas negras.

En opinión del filósofo, se debería priorizar la investigación para comprender la conciencia y dotarla de una buena teoría, sin necesidad de crear un robot consciente autónomo. Además, lo consideraba amoral: «Imagina que alguien te da la vida y te das cuenta de que esa persona tiene en su mano tu botón de on y off. ¿Qué tipo de proyecto sería ese?».

Tanto Dennett como Weizenbaum —creador, en 1966, del primer chatbot de la historia (ELIZA)— advertían sobre la capacidad manipuladora de la IA, algo que pudieron comprobar con ELIZA hace 60 años. Además, hablaba sobre la «competencia sin comprensión»: al igual que un árbol se desenvuelve en muchas situaciones sin comprenderlas, una máquina también puede ser competente en una tarea aunque no entienda lo que está haciendo.

El pensador no criticaba el desarrollo de herramientas con las que fuera fácil interactuar a través del lenguaje natural, sino su uso para personificar humanos. Le horrorizaba la reacción de admiración hacia «creaciones que engañan a la gente». «En lugar de aplaudirlas, debemos condenarlas, y enviar a sus responsables a la cárcel».

Al finalizar nuestra conversación, envió, en sus propias palabras, un «apretón de manos virtual, ¡o incluso un abrazo virtual!». Y así nos despedimos. Descanse en paz, profesor Dennett.

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