Aunque aquí sean el propio Gobierno y sus socios quienes se afanan en destruir el formidable patrimonio histórico, cultural y lingüístico que constituye la argamasa de la nación, en cuanto se traspasan las fronteras salta a la vista la impronta de una peripecia secular compartida merecedora de un profundo orgullo. Orgullo de lo que fuimos, construimos y significamos. Orgullo de un legado que habita en el alma de todas las tierras que un día formaron parte de España. He regresado a Sicilia, a donde viajé hace años siguiendo los pasos de Pedro III de Aragón y su esposa, Constanza, protagonistas de una de las múltiples aventuras legendarias que hacen de nuestro pasado una fuente de inspiración inagotable para una escritora...
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