06 Arsèguel & Bescaran
Etapa circular con visita a Arsèguel, a las puertas de un Cadí-Moxieró espectacular con sus cumbres nevadas. Luego subida hasta Bescaran, un pueblo en la ruta del contrabando y al que se llega a través de La Rabassa.

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Ayer os comentaba que me encontré con Enric Mas, Marc Soler y Alex Aranburu, primero en la carretera y luego tomando café. Y es que en La Seu hay un bar de visita obligada para quienes tenemos la costumbre de pedalear: el Vélo Cafè. Allí coincidí con ellos y luego con otro ciclista del Team Visma – Lease a Bike a quien no supe poner nombre. Aproveché para terminar de escribir la crónica de ayer en un ambiente tranquilo del que disfrutar. Además, un pequeño sándwich de salmón me supo a gloria bendita.
La Seu d’Urgell es el municipio de referencia en muchos kilómetros a la redonda. Sus doce mil habitantes la conforman como una ciudad –en todos los sitios aparece con esta denominación de «ciudad»– pujante, ubicada en un lugar estratégico de paso hacia Andorra. El municipio se extiende hacia el centro de la planicie o en la ribera de la Seo, en la confluencia de los ríos Valira, que viene de Andorra, y Segre, que procede de la Alta Cerdaña). Se asienta, por tanto, en una llanura de siete kilómetros de longitud, llamada Plana de la Seu, que empieza en el llamado «agujero de la Seo».
Quizá una de las curiosidades de este lugar es que el obispo de La Seu sea, junto al presidente francés, jefe de estado (con título de copríncipe) de Andorra. Sí, como lo lees. El asunto viene de la Edad Media, específicamente de los pactos feudales del siglo XIII entre el conde de Foix y el obispo de Urgell. Estos tipos ejercían la soberanía sobre los valles de Andorra. Con el paso del tiempo, sin embargo, los derechos del conde de Foix se los quedó la Corona francesa. Cuando Francia se cansó de reyes y más reyes y se convirtió en república, ¡zas! fue la figura del presidente de la República Francesa quien se quedó con el pastel.
Este sistema de coprincipado ha perdurado a través de los siglos, sobreviviendo a cambios políticos significativos en Europa. La Constitución andorrana de 1993 reconoce y consagra esta figura, otorgando a los copríncipes un papel simbólico y representativo. Como puedes imaginar, aunque el obispo de la Seu d’Urgell y el presidente de Francia son jefes de Estado, su función es principalmente protocolaria. Se supone que Andorra es una democracia parlamentaria, donde el poder legislativo reside en el Consejo General y el poder ejecutivo en el Gobierno. Pues así están las cosas.
Si lees un poco de historia de esta ciudad bien parece que siempre ha contado con una importancia estratégica de primer orden, desde la época medieval hasta la fecha. Eso sí, buena parte de la culpa se la echan al obispo San Ermengol. Vente al siglo XI, que te lo explico a través de esta cita extraída de la página de historia, en la web de turismo del ayuntamiento de La Seu:
Con la llegada al obispado de Sant Ermengol, la ciudad empezó un proceso espectacular de crecimiento. En 1010 Ermengol restauró la canónica de la Catedral. Ermengol I, conde de Urgell, residente en su palacio de Castellciutat, encabezó una expedición contra Córdoba y empezó la tradición del cobro de las parias, lo que supondrá una inyección espectacular de numerario. Fruto de este resurgimiento económico, Sant Ermengol dirigió un plan ambicioso de renovación de infraestructuras, con la apertura del camino de Tres Ponts y la construcción de un sistema de puentes sobre el río Segre que facilitaría los intercambios norte-sur. Ermengol inició también la reconstrucción de una nueva catedral. Su muerte por accidente, ocurrida mientras dirigía en las obras del puente de Bar, el 3 de noviembre de 1035, le privó de ver terminada su obra, que consagró a su sucesor, Eribau, en 1040.
Ya veis cómo era el tal Ermengol, un activista, un no parar de construir aquí y allá. Conste que muchos siglos después suele citarse como verdadero paso a la modernidad la apertura de la carretera por el paso de Tres Ponts. Si has venido en coche hasta aquí desde Ponts sabrás de qué te hablo. Los tiempos recientes, no obstante, han quedado marcados por dos hitos con sabor bien diferente. De un lado, las inundaciones de 1982, que dejaron 14 víctimas mortales, cuarenta pueblos aislados y treinta puentes destruidos en la comarca. La Seu d’Urgell y otros pueblos de la zona sufrieron daños materiales significativos en infraestructuras, viviendas y negocios. Muchas localidades quedaron aisladas durante días y los daños económicos fueron cuantiosos. En el otro lado de la balanza, La Seu fue sede de las competiciones de piragüismo en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Un evento que, no cabe duda, la puso en el mapa mundial.
Estoy alojado en Duc Allotjament. Bueno, agradable y barato. Vale, no puedo decir «bonito», pero por el precio, servicio fantástico. Eso sí, nada de recepción. Código para entrar, código para coger la llave de la habitación. El desayuno está incluido. Es sencillo, pero con opción sin gluten, algo muy de agradecer.
Hoy y mañana hay buenas previsiones climatológicas, pero a partir del sábado el asunto se pone feo, con precipitaciones abundantes y previsiones de nieve que algún día bajan hasta los 1.400 metros. A ver qué tal.
Bueno, vamos con la ruta de hoy, circular, como la de mañana. He salido casi a mediodía porque no hay prisa alguna. Así, espero a que caliente un poco más el sol. Mi intención es acercarme hasta un pueblo de esos que suele llamarse «con encanto», Arsèguel, y luego, pasando por Castellnou de Carcolze, subirme hasta Bescaran, un lugar que me trae bonitos recuerdos, muy cerca del límite con Andorra.
Salgo de La Seu junto al río Segre, primero evitando la N-260 –más conocida como «eje pirenaico– por un paseo muy agradable. Enseguida se hacen presentes las cumbres nevadas del Cadí-Moixeró.
Luego, porque no queda otro remedio, tengo que pedalear por el asfalto hasta encontrar el desvío que, a la derecha, me lleva por una carreterita de montaña hacia Arsèguel. Es un repecho de kilómetro y medio al 10%. Arriba, las vistas al Cadí-Moixeró imponen. Durante toda la etapa van a estar presentes, desde diferentes perspectivas.
Arsèguel, de hecho, es punto de partida de rutas senderistas por el Cadí-Moixeró. Pero, al margen de esto, el pueblo en sí resulta encantador. Callejeo con la bici. Destaca, sobre todo, la iglesia de Santa Coloma. Queda justo a la entrada. No se sabe muy bien cuándo fue construida, aunque es evidente su origen románico, si bien el ábside está desparecido. Destaca el esbelto campanario de la torre, cómo no. Según parece, las iglesias y ermitas en honor a Santa Coloma de esta zona tienen que ver con que proporcionaba protección contra los osos.
Un último dato curioso de este pueblo: es conocido como la «capital catalana del acordeón». Debes saber que, desde 1976, acoge el «Encuentro de Acordeonistas del Pirineo», un evento anual que atrae a músicos y aficionados de toda la región. Cuenta, además, con un museo del acordeón que da a conocer la historia de este instrumento. Mi madre habría sido feliz aquí, ella que siempre quiso que yo aprendiera a tocar el acordeón. Y no hubo manera.
Dejo ahí arriba el pueblo y me vuelvo hacia el valle. El río Segre me espera para que lo cruce una vez más. Pedaleo de nuevo por el Eje Pirenaico en dirección este hasta dar con la carretera que sube hacia Castellnou de Carcolze y que luego me dejará en Bescaran para regresar finalmente a La Seu por Estamariu.
Supone afrontar una subida en la que hay que salvar 700 metros de desnivel. O sea, un buen puertaco. Pues nada, piano piano. Llego, por fin, a Castellnou de Calcorze, donde viven apenas veinte vecinos. El pueblo queda en una ladera, escalonado bajo la colina del castillo y alrededor de su iglesia parroquial de Sant Gervasi, de estilo gótico.
Por lo que he leído, celebran la Feria Carcolze de quesos artesanos del Pirineo. Eso sí, el pueblo, por supuesto, arrastra historia desde, por lo menos, el siglo X:
Históricamente, el sitio de Karkobite se menciona en el acta de consagración de la catedral de Urgell, y el castillo de Carcolze se documenta por primera vez en el año 964. Se menciona el castillo de Carcolze en dos documentos de los años 995 y 996, como propiedad del Obispado d’Urgell pro. Se supone que en el siglo XI el castillo retornó bajo dominio condal, ya que en la bula de 1012 el castillo de Carcolze no figura como propiedad del Obispado.
El texto anterior está extraído de una web muy interesante que repasa pueblos de Catalunya en riesgo de convertirse en abandonados. Me temo que esta zona es proclive a ello.
Pueblos Abandonados te explica a través de los restos patrimoniales cómo funcionaba un lugar en una época concreta.
Desde la observación y el análisis se documentan todos aquellos núcleos que han sufrido un proceso de abandono total o parcial. El objetivo es paliar los efectos de despoblamiento y revertir las dinámicas establecidas sobre todo en entornos rurales para optimizar el territorio a través de una distribución de recursos más eficiente.
De Castellnou hacia Bescaran la carretera se transforma en pista. Hay que subir todavía un poco más hasta hacer cumbre a 1.500 metros de altitud en el Collado de Pimes. Estoy en zona tradicional de contrabandistas.
Un par de kilómetros antes de llegar a Bescaran se coge la pista que baja al pueblo. Esa pista, a la derecha, me llevaría hacia La Rabassa, en Andorra. La conozco porque en alguna ocasión la he hecho como ruta circular desde Andorra. Bescaran luce fotogénico. Me recuerda a Piódão, en la ruta de las Aldeias Históricas de Portugal. Si allí los tejados eran azules, aquí son negros.
Ya en Bescaran me viene enseguida –además de mi recuerdo personal porque he pasado por aquí varias veces– un libro en concreto: La pasadora, de Laia Perearnau.
La protagonista de la novela, ambientada en la época de la Segunda Guerra Mundial, es de Bescaran. Tendrá que huir del pueblo y refugiarse entre un grupo de contrabandistas en Andorra porque ha presenciado un asesinato. Trabajará ayudando a cruzar la frontera a refugiados judíos que huyen desde Francia hacia el sur. Es una novela muy entrañable y con una muy interesante labor de documentación que entremezcla realidad y ficción. Recomendable al cien por cien.
Subo hasta la parte alta del pueblo y me apalanco un buen rato al sol en la terraza de un bar restaurante que luce sobre un césped encantador.
Me queda bajar hasta Estamariu y de nuevo volver al valle. Es obligada la parada en la iglesia de Sant Vicenç. He pasado por aquí varias veces y no hay forma de evitar detenerse un rato junto a ella.
La bajada hacia el valle ofrece otra vez vistas tremendas al Cadí-Moixeró y al valle.
Ya junto al río, vuelvo por otra pista diferente a la que cogí al principio de hoy, justo al otro lado del río Segre.
Mañana tengo pensada otra ruta circular. Ya veremos si me pongo con ella o me tomo el día de descanso. Te dejo en vilo, ¿verdad?
Kilómetros totales hasta esta etapa: 394,6.
Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 5.053.