Organizaciones animalistas internacionales se posicionan contra la moda de los gatos híbridos
La mayoría de los gatos híbridos en cautividad no ven cubiertas sus necesidades físicas ni emocionales.

Cuando se combinan el afán de exclusividad y los animales, surgen tendencias que, aunque visualmente atractivas y vistosas, acarrean consecuencias preocupantes. Una de ellas es la creciente fascinación por los gatos que parecen haber salido directamente de la selva, fruto del cruce entre especies domésticas y silvestres.
Hace apenas unos días, la Guardia Civil detenía en Manacor (Mallorca) a una pareja acusada de criar y vender ilegalmente felinos exóticos, entre ellos un lince del desierto y dos servales, además de comercializar internacionalmente con otras especies protegidas como tigres blancos, leopardos melánicos, hienas y pumas.
Con sus pelajes moteados y tamaños llamativos, los gatos de la raza bengalí o del savannah han ganado popularidad en redes sociales y plataformas de compraventa. Sin embargo, organizaciones internacionales de referencia en medicina felina, como International Cat Care y The Cat Group, han alzado la voz de forma unánime: no apoyan la cría ni la tenencia de gatos híbridos como animales de compañía. Sus argumentos no se centran en cuestiones estéticas o de moda, sino en los profundos problemas éticos, sanitarios y conductuales que rodean a estos animales.
¿Qué es un gato híbrido?
Los gatos híbridos son el resultado de cruzar un gato doméstico con una especie de felino salvaje. Estas mezclas suelen atraer por su aspecto exótico y su físico atlético y poderoso, pero la herencia salvaje no se limita al exterior y muchos de estos animales conservan comportamientos propios de sus ancestros, lo que dificulta su adaptación a la vida doméstica.
Necesidades difíciles de cubrir
Uno de los principales motivos por los que las organizaciones felinas desaconsejan su tenencia es la dificultad de cubrir sus necesidades físicas y emocionales. Al tratarse de animales con fuerte carga genética salvaje, pueden presentar comportamientos más agresivos y territoriales, que no siempre encajan en la convivencia en un hogar.
Además, su confinamiento en interiores, necesario para proteger la fauna local y evitar fugas, suele provocarlos frustración, ansiedad y problemas de comportamiento. La falta de estudios específicos sobre el bienestar de estos gatos dificulta aún más poder garantizarles una buena calidad de vida.
Cría de híbridos: riesgos para todos los implicados
El proceso de cría de gatos híbridos plantea también serias preocupaciones. En muchos casos, se utilizan felinos salvajes como los servales (que pueden llegar a pesar 15 kilos) para cruzarlos con gatos domésticos, lo que genera incompatibilidades físicas y genéticas.
La gestación suele estar llena de complicaciones: abortos, partos prematuros, crías inviables o problemas de salud a largo plazo. Además, la diferencia de tamaño entre las especies parentales también supone un riesgo real para la gata doméstica durante el apareamiento o el parto.
Por si fuera poco, el tráfico ilegal de animales salvajes para abastecer el mercado de híbridos sigue siendo una preocupación constante. Algunos ejemplares son introducidos en los países de destino de forma clandestina, lo que incrementa los riesgos sanitarios y éticos del proceso.
Abandono y falta de atención veterinaria
La dificultad para manejar a estos animales ha provocado un aumento en los casos de abandono o entregas a refugios, que no siempre cuentan con los recursos para cuidar adecuadamente de ellos. Al no comportarse como un gato doméstico típico, estos híbridos requieren atención especializada, enriquecimiento ambiental y una alimentación adaptada que, en muchos casos, no reciben.
Incluso entre los titulares más comprometidos, la atención veterinaria no siempre es la adecuada, alertan desde iCatCare, dado que muchos veterinarios no están familiarizados con las necesidades específicas de los híbridos, y las visitas pueden complicarse por el comportamiento del animal. A esto se suma la dificultad de conocer la verdadera generación a la que pertenece cada ejemplar (F1, F2, F3...), ya que no existen pruebas genéticas fiables para determinarlo.
El auge de estos gatos responde, en parte, al deseo de poseer algo único, llamativo y poco común, pero cuando se trata de seres vivos, el atractivo visual no puede estar por encima del bienestar. Las organizaciones especializadas insisten: el cruce entre gatos salvajes y domésticos no es solo una cuestión estética, sino un problema real de salud, seguridad y responsabilidad.
Aunque algunos híbridos de generaciones lejanas, como los bengalíes de quinta o sexta generación, ya presentan comportamientos más cercanos al gato doméstico, la mayoría de los expertos coinciden en que hay muchas razas felinas adaptadas a la vida en familia que ofrecen belleza, carácter y equilibrio sin necesidad de recurrir a la hibridación.