No es Albarracín ni Alquézar: el pueblo medieval de Aragón con un castillo en ruinas que merece una pequeña escapada
Enclavado en un entorno sereno, Maella ofrece vestigios de su pasado medieval, con una fortaleza en deterioro y un paisaje natural perfecto para disfrutar de una excursión tranquila y únicaLa estación de tren que parece un castillo y es patrimonio de la Unesco A medio camino entre Zaragoza y la Terra Alta catalana, Maella permanece fuera de los principales circuitos turísticos del interior peninsular. En la comarca del Bajo Aragón-Caspe, Maella conserva elementos que permiten entender su evolución a lo largo de los siglos. Con una población que ronda los dos mil habitantes, este municipio zaragozano muestra vestigios de su pasado medieval en las ruinas de su castillo, en los edificios religiosos que se levantan en su casco histórico y en un entorno natural marcado por la presencia del río Matarraña. Situado a menos de dos horas por carretera desde la capital aragonesa, Maella fue durante siglos un enclave estratégico. El núcleo urbano se desarrolló junto a un castillo que dominaba visualmente el territorio y que fue residencia del linaje de los condes de Aranda. Aunque hoy sus muros muestran un notable deterioro, los restos que se conservan permiten reconocer su disposición cuadrada, sus torres semicirculares y una portada gótica tardía. En el mismo entorno se sitúan otros elementos clave del pasado de la localidad. A diferencia de otros destinos medievales aragoneses como Albarracín o Alquézar, cuya oferta turística está consolidada, Maella mantiene una actividad discreta, alejada de grandes flujos de visitantes. Esta circunstancia ha contribuido a preservar parte de su trazado tradicional, así como algunas costumbres y celebraciones que se remontan a siglos anteriores. Además, el municipio ha comenzado a impulsar acciones orientadas a dar a conocer su patrimonio, como la recuperación de espacios históricos y la promoción de actividades culturales relacionadas con figuras locales como el escultor Pablo Gargallo. Un pasado marcado por órdenes militares, conflictos y privilegios reales Maella fue reconquistada en 1168 por Alfonso II, quien otorgó la Carta Puebla en 1181 y la vinculó a la encomienda de la Orden de Calatrava. Bajo la influencia de esta orden militar y religiosa, el municipio consolidó su estructura urbana y su organización social, que mantuvo hasta el siglo XVIII. En el año 1404 se celebraron en Maella las Cortes del Reino de Aragón, convocadas por Martín I el Humano, y en 1423 volvió a acoger otra sesión, que fue la primera celebrada sin la presencia del monarca. Estos encuentros reflejan la importancia institucional que alcanzó la villa durante la Baja Edad Media. Durante la Guerra de Sucesión, Maella se alineó con Felipe V, lo que le valió el título de “Fidelísima” y la concesión de añadir la flor de lis a su escudo heráldico. En el contexto del conflicto carlista, el municipio fue escenario de una batalla en 1838 en la que las tropas del general Cabrera vencieron a las fuerzas liberales. Torre del Reloj. Además, la tradición oral ha conservado la leyenda de “La Ma d'ella”, protagonizada por una joven que, para salvar a su prometido, accedió a entregar su mano al señor del castillo, interpretando literalmente el acuerdo. Esta historia ha dado lugar al escudo actual y a una de las interpretaciones más conocidas del nombre de la localidad. Arquitectura urbana y patrimonio religioso en el casco antiguo Más allá de su castillo, Maella conserva un conjunto arquitectónico de valor que permite seguir el rastro de distintas épocas. En el centro histórico se alza la iglesia de San Esteban, con origen en el románico tardío y ampliaciones posteriores, como su espadaña con tres huecos y el retablo plateresco que preside el altar mayor. Durante la Guerra Civil, el templo y otras construcciones religiosas sufrieron daños que motivaron reformas en décadas posteriores.

Enclavado en un entorno sereno, Maella ofrece vestigios de su pasado medieval, con una fortaleza en deterioro y un paisaje natural perfecto para disfrutar de una excursión tranquila y única
La estación de tren que parece un castillo y es patrimonio de la Unesco
A medio camino entre Zaragoza y la Terra Alta catalana, Maella permanece fuera de los principales circuitos turísticos del interior peninsular. En la comarca del Bajo Aragón-Caspe, Maella conserva elementos que permiten entender su evolución a lo largo de los siglos.
Con una población que ronda los dos mil habitantes, este municipio zaragozano muestra vestigios de su pasado medieval en las ruinas de su castillo, en los edificios religiosos que se levantan en su casco histórico y en un entorno natural marcado por la presencia del río Matarraña.
Situado a menos de dos horas por carretera desde la capital aragonesa, Maella fue durante siglos un enclave estratégico. El núcleo urbano se desarrolló junto a un castillo que dominaba visualmente el territorio y que fue residencia del linaje de los condes de Aranda.
Aunque hoy sus muros muestran un notable deterioro, los restos que se conservan permiten reconocer su disposición cuadrada, sus torres semicirculares y una portada gótica tardía. En el mismo entorno se sitúan otros elementos clave del pasado de la localidad.
A diferencia de otros destinos medievales aragoneses como Albarracín o Alquézar, cuya oferta turística está consolidada, Maella mantiene una actividad discreta, alejada de grandes flujos de visitantes. Esta circunstancia ha contribuido a preservar parte de su trazado tradicional, así como algunas costumbres y celebraciones que se remontan a siglos anteriores.
Además, el municipio ha comenzado a impulsar acciones orientadas a dar a conocer su patrimonio, como la recuperación de espacios históricos y la promoción de actividades culturales relacionadas con figuras locales como el escultor Pablo Gargallo.
Un pasado marcado por órdenes militares, conflictos y privilegios reales
Maella fue reconquistada en 1168 por Alfonso II, quien otorgó la Carta Puebla en 1181 y la vinculó a la encomienda de la Orden de Calatrava. Bajo la influencia de esta orden militar y religiosa, el municipio consolidó su estructura urbana y su organización social, que mantuvo hasta el siglo XVIII.
En el año 1404 se celebraron en Maella las Cortes del Reino de Aragón, convocadas por Martín I el Humano, y en 1423 volvió a acoger otra sesión, que fue la primera celebrada sin la presencia del monarca. Estos encuentros reflejan la importancia institucional que alcanzó la villa durante la Baja Edad Media.
Durante la Guerra de Sucesión, Maella se alineó con Felipe V, lo que le valió el título de “Fidelísima” y la concesión de añadir la flor de lis a su escudo heráldico. En el contexto del conflicto carlista, el municipio fue escenario de una batalla en 1838 en la que las tropas del general Cabrera vencieron a las fuerzas liberales.
Además, la tradición oral ha conservado la leyenda de “La Ma d'ella”, protagonizada por una joven que, para salvar a su prometido, accedió a entregar su mano al señor del castillo, interpretando literalmente el acuerdo. Esta historia ha dado lugar al escudo actual y a una de las interpretaciones más conocidas del nombre de la localidad.
Arquitectura urbana y patrimonio religioso en el casco antiguo
Más allá de su castillo, Maella conserva un conjunto arquitectónico de valor que permite seguir el rastro de distintas épocas. En el centro histórico se alza la iglesia de San Esteban, con origen en el románico tardío y ampliaciones posteriores, como su espadaña con tres huecos y el retablo plateresco que preside el altar mayor. Durante la Guerra Civil, el templo y otras construcciones religiosas sufrieron daños que motivaron reformas en décadas posteriores.
El antiguo edificio del Ayuntamiento, situado en la plaza principal, es otro de los exponentes destacados del patrimonio local. Muestra una fachada con soportales y una logia superior abierta, característica del estilo renacentista aragonés.
En las cercanías se encuentra la Torre del Reloj, construida entre los siglos XV y XVI, con una base románica y un cuerpo superior de influencia mudéjar que se eleva hasta los 48 metros. Esta torre, que se remata con una estructura metálica, sigue siendo uno de los elementos más visibles del perfil urbano de Maella.