Muerte de Francisco: las internas que sacudieron al Vaticano y la lucha por reformar la Iglesia Católica
Aunque el primer pontífice no europeo en siglos fue pionero del cambio, no fue el liberal radical que imaginaban los conservadores.

El pontificado del Papa Francisco, que ha fallecido a los 88 años, será recordado por las despiadadas luchas de poder y las enconadas disputas doctrinales entre liberales y conservadores, libradas en las más altas esferas del Vaticano y de la Iglesia Católica Romana mundial.
Estas batallas, libradas en un entorno religioso, se solaparon con los conflictos seculares sobre ideología y cultura que dominaron Estados Unidos y otras democracias en una era de populismo desenfrenado y polarización política entre derecha e izquierda. Durante los 12 años de pontificado de Francisco, las discrepancias internas de la Iglesia en temas como la conducta sexual moderna, la moralidad clerical y la liturgia se agudizaron tanto que el espíritu de compromiso mantenido vivo desde el Concilio Vaticano II de 1962-65 empezó a parecer un recuerdo lejano.
El Papa Francisco fue pionero en muchos aspectos. El obispo argentino fue el primer papa de la orden jesuita, portador de una tradición centenaria de desafiar la autoridad y actuar con relativa independencia del Vaticano. No solo fue el primer papa de Latinoamérica y el hemisferio occidental, sino también el primer pontífice no europeo desde el sirio Gregorio III (731-741). En este sentido, su ascenso a la Santa Sede el 13 de marzo de 2013 reflejó el constante movimiento del catolicismo romano en los tiempos modernos desde su núcleo histórico en Europa hacia América, el África subsahariana y Asia.
Al igual que Benedicto XVI, su predecesor alemán, Francisco se vio envuelto en una lucha incesante por hacer frente al legado de Juan Pablo II (1978-2005), el segundo Papa que más tiempo estuvo en el cargo en los más de 2000 años de historia de la Iglesia. Durante el papado de Juan Pablo II se sucedieron muchos problemas, desde escándalos financieros y abusos sexuales por parte del clero hasta enfrentamientos doctrinales y lo que los críticos consideraban un exceso de centralización de la Iglesia por parte del pontífice polaco. Francisco, conocido a lo largo de su carrera por su modesto estilo de vida, eligió su nombre papal en honor a la humildad de San Francisco de Asís. Sin embargo, nunca dudó en enfrentarse a sus oponentes y hablar con firmeza sobre los temas que más polémica despertaban.
En los últimos meses de su pontificado, Francisco criticó duramente los planes de la administración Trump de "deportaciones masivas" de migrantes. En una carta a los obispos estadounidenses, que algunos analistas interpretaron como críticas implícitas a JD Vance, el vicepresidente de Trump convertido al catolicismo, el Papa denunció las medidas que vinculan "la situación irregular de algunos migrantes con la criminalidad". El pontífice recibió a Vance en una breve audiencia personal la víspera de su muerte, el lunes de Pascua. El vicepresidente estadounidense también se reunió con altos cargos de la Iglesia, que transmitieron la consternación del Vaticano por las políticas migratorias de Washington.
Otro ejemplo contundente fue su encíclica de 2015, Laudato sì (sobre el Cuidado de la Casa Común), un documento que por primera vez situaba la preocupación por el medio ambiente al mismo nivel que la dignidad humana y la justicia social en la doctrina vaticana. La encíclica se basaba en advertencias anteriores de Benedicto, Juan Pablo y Pablo VI (1963-1978), pero era mucho más contundente. "La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería...El problema es que no disponemos todavía de la cultura necesaria para enfrentar esta crisis y hace falta construir liderazgos que marquen caminos... Las predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía", escribió Francisco.
Si semejante lenguaje provocaba la ira de los negacionistas del cambio climático, no menos acalorada fue la respuesta conservadora a Amoris Laetitia (La alegría del amor), una exhortación apostólica que Francisco publicó en 2016. Menos autorizada que una encíclica, en el sentido de que establecía una posible línea de acción en lugar de una doctrina vaticana vinculante, este documento planteaba la posibilidad de permitir que los católicos divorciados y vueltos a casar recibieran los sacramentos, una ruptura significativa con la tradición católica. Cuatro cardenales conservadores -los alemanes Walter Brandmüller y Joachim Meisner, el estadounidense Raymond Burke y el italiano Carlo Caffarra- tomaron la inusual medida desafiante de atacar las ideas de Francisco en una carta privada al Papa, que más tarde hicieron pública.
En los años siguientes, Burke siguió siendo una piedra en el zapato de Francisco, lo que finalmente llevó al Papa en noviembre de 2023 a revocar el derecho del cardenal a un apartamento en el Vaticano y su salario. En otra señal de que Francisco estaba perdiendo la paciencia con los críticos de línea dura de la Iglesia estadounidense, el Papa destituyó a Joseph Strickland, un obispo de Texas (EE.UU.), de su diócesis.
Francisco fue objeto de frecuentes ataques del ala más conservadora por su decisión de revertir una iniciativa de Benedicto XVI de 2007 y reimponer restricciones a la celebración de algunos sacramentos siguiendo los antiguos rituales en latín. Sin embargo, Francisco también generó polémica entre los católicos progresistas. Muchos creyeron que su visión sobre cuestiones como la homosexualidad y el papel de la mujer en la Iglesia era demasiado conservadora.
En 2022, Francisco expresó su desaprobación de una tendencia liberalizadora en la Iglesia alemana conocida como la Senda Sinodal, cuyas decisiones incluían una sentencia por la que los empleados de la Iglesia no podían ser despedidos por iniciar una relación homosexual o volver a casarse tras un divorcio. Francisco recordó laReforma del Siglo XVI: "Le digo a los católicos alemanes: Alemania tiene una gran Iglesia protestante, pero no quiero otra, porque no será tan buena".
En un intento por superar las divisiones y marcar una senda a largo plazo, Francisco convocó un sínodo de destacados prelados y laicos católicos en octubre de 2023 para debatir los principales problemas a los que se enfrentan la Iglesia y sus fieles de todo el mundo, que en 2022 el Vaticano estimó en unos 1390 millones de personas. La propuesta más contundente del sínodo fue el llamamiento a una mayor participación de las mujeres en los altos cargos de la Iglesia. Sin embargo, la idea no pasó de ser una recomendación.
Origen
Francisco nació con el nombre de Jorge Mario Bergoglio el 17 de diciembre de 1936 en el barrio obrero de Flores, en Buenos Aires, hijo de inmigrantes italianos. El mayor de cinco hijos, se unió a la orden jesuita (Compañía de Jesús) como novicio en 1958 y ascendió hasta convertirse en arzobispo de Buenos Aires en 1998. A pesar de su mentalidad independiente, mostró poca simpatía por la teología de la liberación de tendencia izquierdista que se extendió por la Iglesia latinoamericana a partir de la década de 1950. Sin embargo, se le llegó a conocer como el "obispo de los barrios marginales" por su insistencia en que los sacerdotes debían hacer más por ayudar a los habitantes de las villas de la ciudad.
Años después, Francisco fue acusado de no enfrentarse a la dictadura militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983 y asesinó a miles de sus opositores en una "guerra sucia". En concreto, se le acusó de no proteger supuestamente a dos sacerdotes jesuitas secuestrados y torturados en 1976. Francisco se defendió explicando que había trabajado en secreto para salvar a los sacerdotes y que también había albergado en algunas propiedades de la Iglesia a otros perseguidos por la junta militar. Sin embargo, en 2000, reconoció que la Iglesia argentina debía "entonar el mea culpa por los pecados cometidos durante los años de la dictadura".
Tras convertirse en cardenal en 2001, fue nombrado Papa doce años después en un cónclave después de que Benedicto XVI se convirtiera en el primer pontífice desde el siglo XIII en abdicar por voluntad propia. Fueron necesarios dos días y cinco votaciones para convertir a Francisco, a los 76 años, en el Papa número 266 de la Iglesia Católica. Francisco mostró su carácter humilde al anunciar que residiría en una casa de huéspedes del Vaticano renunciando así a la lujosa residencia papal del Palacio Apostólico de la Santa Sede. Sin embargo, Benedicto XVI decidió seguir viviendo en las instalaciones del Vaticano, lo que despertó críticas entre el ala más conservadora al nuevo pontífice. El fallecimiento de Benedicto XVI en diciembre de 2022 a los 95 años sirvió de preludio a la condena de Francisco, al final de su papado, a Burke y otros críticos ultraconservadores.
Al poner el foco en la pobreza, la injusticia y la desigualdad global, Francisco mantuvo las líneas argumentales elaboradas por sus predecesores como Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sin embargo, los republicanos estadounidenses y otros conservadores denunciaron a Francisco como portavoz de una élite liberal cosmopolita. Algunos afirmaron que Francisco, deliberadamente o no, estaba encubriendo una subcultura sacerdotal gay que había permitido los abusos sexuales generalizados que tanto dañaron la reputación de la Iglesia en Australia, Irlanda, EE.UU. y otros países.
Al principio de su papado, Francisco despertó cierta polémica al sugerir que no le correspondía como Papa condenar a las personas homosexuales. "¿Quién soy yo para juzgar?", se preguntó. En un libro de 2016, El Nombre de Dios es Misericordia, explicó que "Las personas no deben definirse únicamente por su condición sexual. No olvidemos que Dios ama a todas sus criaturas y estamos destinados a recibir su amor infinito".
Francisco dedicó gran atención a los asuntos mundiales y logró algunos avances en las relaciones entre el Vaticano y China en 2018 con un acuerdo que regularizó el estatus de siete obispos chinos no reconocidos por Roma. Se convirtió en el primer papa en visitar la península arábiga, hizo lo posible por reparar la relación entre las iglesias católica y musulmana causado cuando Benedicto XVI, en un discurso de 2006, mencionó a un emperador bizantino del siglo XIV que vinculaba el islam con la violencia.
El papa Francisco también intentó demostrar que el Vaticano, bajo su liderazgo, se tomaba en serio la lucha contra los delitos financieros. En 2020, forzó la dimisión del cardenal Giovanni Angelo Becciu, un poderoso prelado italiano, por presunta malversación de fondos de la Iglesia. Becciu fue condenado en diciembre de 2023 a cumplir una pena de cinco años y medio de prisión. Se convirtió así en el primer cardenal sentenciado por un tribunal de la Santa Sede desde la creación del Vaticano como ciudad-estado en 1929.
Este tipo de comportamiento no era nuevo en el Vaticano. En Hope: The Autobiography, un libro que publicó a principios de 2025, Francisco confesó que Benedicto XVI le había entregado una "gran caja blanca" a principios de su pontificado que contenía documentos relacionados con "casos de abuso, corrupción y negocios oscuros".
En marzo de 2022, Francisco anunció una reestructuración de la Curia, el órgano administrativo central de la Santa Sede. Se introdujeron drásticos cambios en la Congregación para la Doctrina de la Fe, organismo que había sido el centro neurálgico del conservadurismo y la disciplina teológica bajo Juan Pablo II y Benedicto XVI. Una de las nuevas responsabilidades que se le atribuyeron fue la de garantizar la protección de los menores. A este respecto, el cardenal Seán O'Malley, arzobispo metropolitano de Boston, declaró que "Por primera vez, el papa Francisco ha hecho de la salvaguarda y la protección de los menores una parte fundamental de la estructura del gobierno central de la Iglesia: la Curia Romana".
El papa Francisco también mostró mayor disposición que los anteriores pontífices a afrontar aspectos complejos de la historia de la Iglesia. Aceptó abrir los archivos del reinado de Pío XII (1939-1958), el Papa a veces acusado de no ofrecer suficiente ayuda a los judíos durante el Holocausto. En marzo de 2023, el Vaticano repudió la "doctrina del descubrimiento", establecida en decretos papales del Siglo XV, que se había utilizado para justificar el colonialismo europeo.
De este modo, el papa Francisco intentó limpiar algunas de las sombras del pasado de la Iglesia. Pero ni en pensamiento ni en acción fue el demonio ultraliberal que imaginó el ala más conservadora de la Iglesia Católica.