Se había sentado Morante en las sillas de la Plaza de la Campana para ver pasar este Sábado Santo a la Soledad de San Lorenzo , como metáfora de su estado anímico y como constatación de esa teoría que él tanto sostiene: « El problema del Domingo de Resurrección es que la gente aún viene compungida por la muerte del Señor y le cuesta animarse en la plaza». Y así fue, porque Sevilla tardó demasiado tiempo en comprender el tremendo esfuerzo que venía realizando con el primero (bis) de Cuvillo, huérfano de entrega y humillación y que tan cerquita le venía pasando entre naturales, hasta que soltó su ira en un grito al viento que rápidamente todos, ahora sí, comprendieron:...
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