Milongas de Sánchez (ahora unplugged)
Tardaste seis malditas horas en comparecer para dar la cara y no decir nada

A las 24 horas del apagón más sonado de la historia de España, nos dice nuestro presidente que vincular ese incidente a la falta de nucleares es mentir o demostrar ignorancia, porque la recuperación del suministro fue gracias a las interconexiones con Francia y Marruecos, “ciclos combinados de gas y las centrales hidroeléctricas”.
Así que dejemos de mentir y de demostrar nuestra ignorancia, por favor. Que el Gobierno de Sánchez se haya dedicado a desmantelar centrales nucleares y que estemos abasteciendo el 70% de las necesidades del país con energías renovables, no tiene nada que ver en que se haya ido todo al carajo y finalmente hayamos podido restablecer el sistema de energía gracias a las 57 centrales nucleares de Francia y que abastecen el 70% de su demanda.
Viendo que hay gente que aplaude cuando le restauran los servicios básicos, tras más de 12 horas de apagón, lo que dan ganas es de darles un trompazo en el occipital a todos ya que con sus cerebros no podemos hacer nada
No sé si hace falta ser un experto para ver la incongruencia en todo lo que nos cuenta nuestro amado líder, que por una lado nos indica que hemos podido restablecer la electricidad en España gracias al gas de Marruecos y la energía nuclear de Francia, pero a continuación nos indica que “de no ser por las energías renovables, la electricidad no habría vuelto a España”. Señor, por favor, aclárese de una vez, porque toda esta sarta de insensateces, unida a los 15 gigavatios que se perdieron como quien pierde un niño en un supermercado, y que todavía tienen que andar buscando, retrata a unos dirigentes que tratan a los ciudadanos como si fuéramos estúpidos.
Y que conste que no seré yo quien considere que los españoles somos los lápices más afilados del estuche, porque viendo que hay gente que aplaude cuando le restauran los servicios básicos, tras más de doce horas de apagón, lo que dan ganas es darles un trompazo en el occipital a todos, ya que con sus cerebros no podemos hacer nada.
Quizá es que todo esto me pilla precisamente en unos momentos complicados. Esos momentos en los que si te pinchan un poco más no sabes qué puede pasar. Hace exactamente una hora, cuando me han dado el diagnóstico de lo que padece mi hermano, decidí que los datos técnicos me importan un pepino de mar, no como a Portugal, que por lo visto ha exigido a Europa una auditoría independiente para saber cuáles han sido las causas y quiénes los responsables de este desastre. Por lo que sea, a Portugal no le ha convencido el discurso de nuestro guapérrimo presidente del Gobierno. Por lo que sea.
Yo lo único que sé es que a mí todo esto me pilló en el hospital de la Princesa, en Madrid. Que mi hermano estaba en la cama, saliendo de la sedación tras una prueba complicada, necesaria para el diagnóstico que me dieron hoy, y que las enfermeras corrían de un lado a otro acumulando unas bombas, no me pregunten de qué, que mi hermano necesitaba para suministrarle la medicación. Resulta que estas bombas tienen una batería que, en el mejor de los casos, dura dos horas, así que hicieron acopio de todas las que pudieron y, cada vez que empezaba a pitar, se la cambiaban.
“Tenemos seis bombas. Si no vuelve la luz en diez horas podemos ir a la planta de diálisis a usar su generador para cargarlas, hasta que nos manden a paseo”. Escuchar este tipo de cosas que se comentaban entre ellas, por un lado te alivia, porque sabes que están haciendo todo lo posible por tu hermano, pero por otra te crean una poderosa necesidad de sacarle a alguien los ojos de las cuencas.
Mi madre, con 90 años, sola en casa, sin teléfono, sin televisión y sin luz, estaba muy angustiada pensando que algo había hecho al apretar un interruptor y que se había roto todo
Una vez mi hermano estaba estable y viendo que allí yo no podía hacer más, decido ir a recoger a mi madre. Consigo sacar el coche del parking y circulo camino a su casa por calles secundarias, intentando evitar las principales, ya que todo el tráfico es un absoluto caos.
Mi madre, con 90 años, sola en casa, sin teléfono, sin televisión y sin luz, estaba muy angustiada pensando que algo había hecho al apretar un interruptor y que se había roto todo. Hago su maleta, recojo toda la comida de su frigorífico y subo y bajo los dos pisos varias veces, hasta cargar el coche y poder ayudarla a bajar la escaleras andando. Pero no me voy tranquila sin saber de mis tíos.
Llamo a mis tíos y milagrosamente en ese momento el teléfono quiere funcionar. Mi tía me dice que a mi tío le ha dado un amago de infarto y está tumbado en la cama. Ha llamado a emergencias hace media hora pero no sabe nada.
Consigo reanimar a mi tío. Le vuelve el color. Respira con normalidad. Yo por fin también. Tras asegurarme de que está estable y fuera de peligro (porque no es la primera vez que le da una de estas crisis), les explico la situación y les aseguro que al día siguiente vuelvo para ver qué necesitan
Con mi madre en el coche, conduzco entre el caos hasta casa de mis tíos. Mi madre quiere subir a verlos, pero le recuerdo que el ascensor no funciona y que me tiene que esperar en el coche. Mis tíos viven en un séptimo piso. Para alguien que no hace deporte considero que los cinco primeros los subí corriendo bastante bien, pero en el séptimo creo que ya tenía el corazón en la boca.
Mi tío está en la cama. Muy pálido. Mi tía llora. 96 y 93 años. Consigo reanimar a mi tío. Le vuelve el color. Respira con normalidad. Yo por fin también. Tras asegurarme de que está estable y fuera de peligro (porque no es la primera vez que le da una de estas crisis), les explico la situación y les aseguro que al día siguiente vuelvo para ver qué necesitan.
Ahí es donde te maldigo
Vuelvo al coche. Conduzco para salir de Madrid, por lo que no hay demasiado caos, que está sobre todo a la entrada. Llegamos a mi casa y doy gracias de vivir en un pueblo donde, aún a oscuras, el supermercado está abierto y te hacen la cuenta con calculadora. Acomodo a mi madre, la tranquilizo y salgo al jardín.
Y ya ahí es donde te maldigo a ti con todas mis fuerzas, Sánchez, que encima tardaste seis malditas horas en comparecer para dar la cara. Si lo oíste, era yo, ciscándome en ti por no tener la valentía y la competencia que requiere un país. Y si no te gusta, vienes y te lo explico, pero protege tus morros porque hoy el día no lo llevo mejor.