Manolillo Chinato: la libertad rebelada
—He hecho una selección de los poemas que no incluí en mis dos libros, a ver si limándolos puedo sacar otro. ¡Pero llevo ya así medio año! El problema es que me toco los huevos, tío. Ya consiguió juntar unos cuantos poemas hace tiempo. En 2016 publicó Poeta no quise ser, y en 2003, su... Leer más La entrada Manolillo Chinato: la libertad rebelada aparece primero en Zenda.

Es como si volviera a agarrar las riendas de un caballo. Manuel Muñoz Sánchez saca de un cajón un fajo de papeles: algunos, con manchas de café; otros, de un tono amarillo, muestran la caducidad del tiempo. Manolillo Chinato, como se le conoce, sostiene ese fajo de papeles, y los azuza encima de la mesa.
Ya consiguió juntar unos cuantos poemas hace tiempo. En 2016 publicó Poeta no quise ser, y en 2003, su primer poemario: Amor, rebeldía, libertad y sangre. “Más o menos, ahí estaría todo Manolillo Chinato”, afirma mientras se atusa la barba blanquecina. Frente a sus ojos, un gran ventanal. Y más al frente, un bosque repleto de castaños. El cielo está gris y las lluvias que han caído han llenado de barro los caminos que llevan hasta ‘El ‘Cercao’ de las Abejas’, la finca en la que pasa algunos ratos y muchos días Manolo Chinato. Cerca de Puerto de Béjar —en Salamanca—, su pueblo, se construyó hace años una pequeña casa de campo. La llama el ‘chiscorzo’.
—¿Y te gustaría sacar otro libro?
—Necesidad no he tenido nunca. Pero la gente me pide más. Ahora el duende pasa de mí. Como no le busco, no viene. No me apetece escribir.
—¿Y dónde sueles hacerlo? Veo poemas escritos incluso en facturas del banco.
—Escribo donde cae. ¡El duende es el duende!
La escritura le llegó, por ejemplo, un día similar al de esta charla. Una turba de nubes pilló al poeta desprotegido en pleno campo. Calado, consiguió encontrar refugio en un pajar, y la inspiración, el duende, como lo llama Chinato, vino. Agarró un lápiz y rasgó la etiqueta de un saco de pienso, y escribió como a quien le lleva la locura: Una sola puerta / de tres, abierta. / Una sola puerta. / Enfrente, la montaña. / Pasa la nube inmensa / toda suya, todo suyo. / Huracanes de vientos, / lluvia andante semiparalela / y en todo el monte / funerales alegres naturales / de hojas muertas. El poema lo terminarían adaptando Robe Iniesta, Fito Cabrales e Iñaki Antón en el disco Poesía básica (2001), que saca del anonimato a Manolillo Chinato. Años antes, Robe ya tomó prestado un poema suyo: ‘Ama’. ¿Cuánto le debe el poeta-ganadero a Robe Iniesta? ¿Cuánto le debe el rockero a Chinato? “No creo que nadie deba a nadie” —dice Juan Carlos Ramos, periodista experto en Extremoduro—. “Ambos han disfrutado del camino. Quizá la poesía de Manolo hubiera estado condenada al olvido si no se hubiera cruzado Robe”. Esa influencia también la valora Javier M. Alcaraz, crítico musical y autor de Poesía básica: Extrechinato y tú ensancha el alma: “Robe se reconoce en Manolo, hay cierta conexión vital. Y Manolo, en las letras de Extremoduro, reconoce esas ansias de libertad”.

Foto: Cedida por Jerónimo Álvarez.
—¿Qué te pasó en el colegio de Armenteros?
Chinato da un golpe fuerte en la mesa. Cuando habla a veces susurra como en una confesión y otras ruge como en mitad de una montaña.
—¡Me cortaron los vuelos cuando me llevaron a ese colegio de los cojones! Te separan de todo y llegas a una cárcel. Tenías las puertas abiertas, ¡pero no te atrevías a escaparte!
Un día se atrevió y se escapó. No tengo ni dios ni amo, / mi corazón está lleno de amor y de rebeldía; / y mi espíritu salvaje galopando sobre el viento. Pero le acabaron pillando y fue humillado delante de sus compañeros. “¡Pero a los rebeldes nunca nos humillan!”, grita Chinato frente al ventanal que da a parar a su monte. Dibujados sobre el cristal, pájaros de colores.
—Eso es lo que dices que te gustaría ser: pájaro.
—¡Lo que me gustaría es volar siendo hombre! Pero los dibujos los puse porque se estrellaban algunos petirrojos contra la ventana. Ya no se chocan. A lo mejor venían porque querían estar cerca de mí, pero el invento social del vidrio no los dejaba.
—Dices en uno de tus poemas que la rebeldía no tiene reflexión.
—Es que si lo reflexionas te puede poder la puta costumbre. No te atreves contigo. Pues si no te atreves contigo… ¡Oveja! ¡Y punto! La rebeldía, más que aprenderla, hay que tenerla.
A los 17 años volvió al pueblo. Se dedicó a la ganadería y la carnicería. Bailando pasodobles en las fiestas de los pueblos llega el amor, y lo revuelve todo; llega el desamor, y le hiere. Fue entonces cuando el duende le vino por primera vez y le invita a escribir.
—El desamor es un instante de flaqueza, tío. ¡No solo digo las cosas bonitas que me han ‘pasao’! ¡A lo mejor nadie se atreve a escribirla desesperación que yo he sentido! Dirán: este está loco. ¡Loco estoy, libre soy y galopo con el viento! Enseñar mi corazón es la valentía más grande que he tenido.
“Y verás sin duda el resurgir poderoso del guerrero / sin miedo a leyes ni a nostalgias / y lo verás caer una y mil veces / y levantarse de nuevo / con la pura bandera de su raza”. Chinato recuerda aquella vez que, por un profundo desamor, estuvo a punto de saltar al vacío. Entonces se acordó de su madre, y dio un paso atrás.
—Madre, cuántas veces he ‘llorao’ por no saber quererte. Es lo mejor que he escrito. He deseado la muerte, pero la he podido. Y si la hubiera deseado y la hubiera hecho, también la hubiera podido. ¡Porque en mi vida mando yo!
En su ‘chiscorzo’, Manolo Chinato se acompaña de lo necesario: agua de una tinaja de su abuela, coñac, vino, cerveza, un poco de pan, unos cuantos amigos y su naturaleza. “Yo soy un hombre de campo y no quiero dejar de serlo”, asegura. Nunca le interesó el éxito ni la fama que alcanzó con Extremoduro o con otros grupos a los que ha prestado sus versos, como Marea. En su sosiego, Manuel Muñoz Sánchez, nacido el último día del año 1952, habla consigo mismo como si fuera otro: “Tengo que parar más veces a pensarme / para no caer sin remedio en la ridícula costumbre”. No lee prensa ni oye la radio, ni ve la televisión, aunque en los últimos años “un poquino más”, dice, debido al achaque de salud que tuvo: “¡He fumado muchísimo! Hace unos años me hice una revisión y llegó antes el oxígeno a mi casa que yo”. El Chinato’s Bar, abierto en 1989, lo tiene ahora alquilado a una pareja. Sobre la mesa en la que seguimos conversando, algunos libros, y una foto que nos mira: la de un hombre de rasgos asiáticos y tez arrugada.
—La foto del colega lleva ahí cuatro años. Es de un calendario de Nepal. Me acompaña, me da energía positiva, sabiduría, tranquilidad, sosiego. Esa mirada… ¡Sin miedo a nada! Y si viene la muerte, ¡la espero!

Foto: Diego Serradilla.
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