Libres e iguales
En un mundo marcado por la crisis, el economista y filósofo Daniel Chandler redescubre las ideas centrales de la obra del filósofo político John Rawls. La entrada Libres e iguales se publicó primero en Ethic.

Tendemos a dar por sentada la forma en que se organiza la sociedad: las instituciones políticas y económicas cambian lentamente, y pueden adoptar un aura de naturalidad o inevitabilidad. Pero no debemos engañarnos por esta ilusión. No hay una forma natural o neutral de organizar la sociedad: nuestra democracia y economía son el producto de decisiones humanas, y cambiarlas está a nuestro alcance. Juntas, estas estructuras comprenden un sistema social que, en palabras de Rawls, «no es un orden inmutable más allá del control humano, sino un patrón de acción humana».
Nuestras sociedades requieren de una variedad de instituciones para funcionar: necesitan estructuras políticas, como parlamentos y elecciones, que podemos utilizar para tomar decisiones colectivas; un sistema legal, que incluye tribunales y un sistema judicial, para hacer cumplir estas decisiones; instituciones económicas, como mercados y derechos de propiedad, que facilitan la producción y el comercio, y estructuras sociales, como la familia, que contribuyen a sostener nuestra sociedad y transmiten nuestra cultura compartida de una generación a la siguiente. Estas instituciones — a las que Rawls se refiere como «estructuras básicas» de la sociedad— influyen en nuestra vida de una forma profunda e inevitable porque determinan nuestros derechos y obligaciones como ciudadanos, y las oportunidades que se nos brindan a través del trabajo y la educación; y, gracias a su impacto en la cultura, incluso dan forma a nuestros valores, sueños y aspiraciones y, por lo tanto, al tipo de personas que somos y queremos ser.
Nuestra democracia y economía son el producto de decisiones humanas, y cambiarlas está a nuestro alcance
En una democracia compartimos la responsabilidad moral colectiva del diseño de las estructuras básicas de nuestra sociedad y el impacto que tiene en nuestras vidas. Para Rawls, la justicia tiene que ver con esto, y dedicó su vida a identificar un inequívoco conjunto de principios que pudieran servirnos de guía en el diseño de estas instituciones. Su punto de partida era la idea de que la sociedad debería ser justa, razón por la que llamó a su teoría «justicia como equidad». En efecto, la obra de su vida consistió en desentrañar esta idea fundamental: pensar lo que significaría vivir en unos términos que todos pudieran aceptar como justos. Como vimos en la Introducción, Rawls propuso un experimento mental poderoso e intuitivo, que denominó «posición original», para responder a esta cuestión. Si queremos saber cómo sería una sociedad justa, argumentó, debemos preguntarnos cómo elegiríamos organizarla si desconociéramos nuestras circunstancias individuales en su seno, como si actuáramos detrás de un «velo de ignorancia».
Rawls sostuvo que elegiríamos dos principios de justicia general, relacionados con la libertad y con la justicia, respectivamente, junto con otro principio de justicia intergeneracional y de sostenibilidad. Como veremos a lo largo de este libro, estos principios ofrecen un marco notablemente elocuente y poderoso para pensar muchos de los desafíos que nuestras sociedades afrontan en la actualidad, desde la libertad de expresión y el papel del dinero en la política, a los relacionados con la pobreza debida a la desigualdad y la crisis climática y ecológica; y en la segunda parte del libro, adoptaremos estos principios como base para desarrollar un programa práctico para propiciar un cambio a mejor en nuestra sociedad.
Sin embargo, antes de asumir estos desafíos de la vida real, hemos de examinar con más detalle los propios principios. Aunque apenas suman unas cien palabras en total, son la esencia de la teoría de Rawls y contienen un conjunto de ideas de una enorme riqueza.
- Primer principio: cada persona ha de tener el mismo derecho a un régimen plenamente adecuado de libertades y derechos básicos equitativos, compatible con el mismo régimen aplicado a todos; y en él las libertades políticas equitativas, y solo estas libertades, deben tener garantizado su justo valor.
- Segundo principio: las desigualdades sociales y económicas deben satisfacer dos condiciones: primera, deben estar vinculadas a puestos y cargos abiertos a todos en condiciones de igualdad de oportunidades; y segunda, han de concebirse para el mayor beneficio de los miembros menos favorecidos de la sociedad, en coherencia con el principio de ahorro justo.
A primera vista, los principios son bastante densos: no es obvio a qué se refieren o por qué son tan particulares […]. Pero una cosa sí parece muy evidente: han sido concebidos para responder a la pregunta específicamente política de cómo deberíamos organizar nuestras instituciones sociales más importantes, más que a cuestiones morales generales sobre lo que hace valiosa la vida o cuáles son nuestros deberes hacia nuestros amigos o familiares. Este énfasis en la justicia «social» — la justicia de las instituciones, en oposición a la justicia de las acciones individuales— aleja a Rawls de muchos pensadores de la tradición liberal, hasta el punto de que un relevante filósofo se refirió a este aspecto de su teoría como «la mayoría de edad de la filosofía política liberal».
Este texto es un fragmento de ‘Libres e iguales’ (Paidós), de Daniel Chandler.
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