Si en vez de este mismo sábado el Cachorro hubiese procesionado por Roma alguna tarde desde 1969 hasta 1975, Aquilino Duque lo habría visto dar muerte a su propia muerte sin necesidad de salir de su casa, como hizo siempre en Sevilla, puesto que fue destinado a la ciudad eterna como funcionario internacional esos seis años. Nadie señala ahora la trianera calle Betis en la que nació, la misma desde la que imaginó y trazó los versos maestros de aquel poema inmortal , sino la Ripa Lungotevere desde la que se ve cómo fluye ese río Tíber que a él le supo a Guadalquivir. Dos ríos y una misma orilla a la que se asomaba el Premio Nacional de Literatura....
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