La viga en el ojo
Confieso que uno, al final, termina harto de que los medios hablen de lo mismo y no cesen de encabritarse con lo que ocurre en la Casa Blanca o el Kremlin , mientras pasan por alto lo que afecta más de cerca. Y no es que admire a Trump o...

Confieso que uno, al final, termina harto de que los medios hablen de lo mismo y no cesen de encabritarse con lo que ocurre en la Casa Blanca o el Kremlin, mientras pasan por alto lo que afecta más de cerca. Y no es que admire a Trump o piense que lo que queda más allá de los Urales sea el paraíso de la legalidad y la tolerancia.
Con vistas a la conclusión de la Guerra de Ucrania, casi todos los expertos han puesto el grito en el cielo por las injerencias de Washington, sin darse cuenta de que los conflictos casi siempre asumen una perspectiva global: el propio Zelenski ha confesado que no puede haber una paz duradera sin el apoyo de Estados Unidos.
La política, la internacional y la más doméstica, es un asunto más bien complejo. Lo que sucede es que, así como unos piensan que están en el lado correcto de la historia, creen que se ubican en el extremo adecuado del hemiciclo. Si la política fuese una ciencia exacta, todos habríamos suspendido. Como no lo es, hay muchas cosas opinables y no hay ningún partido con autoridad para decir quién es demócrata y quién no. Por fortuna.
Lo que no puede ser es que ahora el sistema electoral americano sea un fraude, a diferencia del momento en que Biden se alzó con la presidencia. Y es excesivamente clasista pensar que quienes votan a este último son ilustrados, formados, independientes y con criterio, mientras imaginamos a los que optaron por el magnate rubio acariciando delirantemente una escopeta.
“Si la política fuese una ciencia exacta, todos habríamos suspendido. Como no lo es, hay muchas cosas opinables y no hay ningún partido con autoridad para decir quién es demócrata y quién no”
Hace unos días salió uno de los antiguos componentes de Gomaespuma como corresponsal político y, sin ánimo de ofender, las críticas que vertía hacia Trump hacían pensar que este había irrumpido en el Capitolio con una pistola en la mano, como Tejero en ese febrero aciago. El exhumorista hilvanaba un discurso tan chusco que recordaba a Trump hablando de la mala relación entre los inmigrantes y sus mascotas en las calles de Springfield.
Muchos esbozan imágenes apocalípticas de Estados Unidos y comparan la situación a la llegada del emperador dispuesto a cargarse con la larga tradición democrática. No piensan que muchas de las decisiones de Trump las apoyan millones de ciudadanos, lo cual no significa que sean correctas, pero rebate la suposición de que es el baluarte de las fuerzas antidemocráticas.
La democracia americana, como la británica, ha demostrado bastante vigor cuando de lo que se trataba era de poner en cuarentena los raptos totalitarios. Por eso, sonroja que los europeos, con nuestros pecados históricos, seamos quienes impartamos lecciones a los votantes de allí, sean sureños o acomodados ciudadanos de la costa este.
Quiero decir que cuando señalan que ahora Elon Musk tiene acceso a los datos de millones de ciudadanos y que los americanos están prescindiendo de WhatsApp por represalias, no se está teniendo en cuenta que hay fronteras que ni Trump ni Musk puede traspasar… O, mejor dicho, que no pueden hacerlo sin consecuencias.
Y, al menos hasta donde se me alcanza, Estados Unidos no ha dejado de ser todavía un Estado de Derecho. Ni las órdenes ejecutivas, ni las manipulaciones pueden sortear la función de la oposición, ni esos balances y contrapesos que, desde las trincheras de los otros poderes, sirven para fiscalizar y enderezar, en su caso, la deriva de la administración.
Ayer alguno se preguntaba quién había votado por Musk, como si los nombramientos de los asesores y los cargos tuvieran que pasar el filtro de las urnas. Asimismo, que Trump considere excesivo el gasto burocrático y tenga intención de recortarlo no me parece mala opción. Al menos, nada escandaloso o peor que ir estirando los presupuestos a costa de todos.
“Estados Unidos no ha dejado de ser todavía un Estado de Derecho. Ni las órdenes ejecutivas, ni las manipulaciones pueden sortear la función de la oposición, ni esos balances y contrapesos que, desde las trincheras de los otros poderes, sirven para fiscalizar y enderezar, en su caso, la deriva de la administración”
Los comentaristas olvidan que la clase demócrata es pudiente y que muchos de los que apoyan a Trump pertenecen a estratos sociales bastante distintos de los ricos a los que se supone que desea favorecer. Por otro lado, teniendo en cuenta la fortuna de sus colaboradores, no creo que hayan apostado por la política como negocio.
Hay que seguir el sabio consejo -evangélico, por cierto- de mirar antes lo que nos sucede a nosotros que rebuscar las motas en el ojo ajeno. Y en la UE no estamos en estos momentos para transformarnos en pedagogos políticos. Mucho menos en España, donde ha saltado por los aires los controles establecidos.
Europa ha perdido influencia cultural y competitividad económica y no vamos a recuperarla si se continúa centrando el esfuerzo en programas políticos cuestionables, mientras otras potencias diseñan estrategias más inteligentes. Quizá haya llegado la hora de que aquí la política no esté monopolizada por profesionales con prejuicios, ni que se obsesione con promocionar valores que muy pocos suscribirían; debería más bien analizar con profundidad las necesidades e inquietudes de la gente. Que para eso sirve.