La superioridad moral y el velo de la ignorancia

El "velo de la ignorancia" es una idea curiosa de un pensador norteamericano de finales del siglo pasado, John Rawls, una suerte de liberal de izquierdas. Plantea...

Mar 2, 2025 - 10:44
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La superioridad moral y el velo de la ignorancia

El "velo de la ignorancia" es una idea curiosa de un pensador norteamericano de finales del siglo pasado, John Rawls, una suerte de liberal de izquierdas. Plantea una pregunta esencial: ¿cómo nos gustaría que funcionara la sociedad, con qué reglas, si no supiéramos qué lugar ocupamos en su tablero de juego? ¿Cómo querríamos que se gobernara si ignorásemos nuestro género, edad, trabajo, inteligencia, peso, enfermedades o cualquier otra circunstancia que nos defina?

El ejercicio exige ponerse en la piel del magnate que viaja en avión privado y también en la del mendigo que pide en la puerta del ultramarinos, del juez con su mazo y del reo expuesto a la sentencia del jurado, del propietario de una inmobiliaria y del inquilino desahuciado, del heterosexual negro y del homosexual blanco, del soltero solipsista y del progenitor de familia numerosa, etc.

La idea, tan audaz como generosa, podría sugerir esa superioridad moral de la izquierda de la que tanto se queja Santiago Abascal. Pero esta superioridad no es solo un dogma de fe progresista —la izquierda tiene algo de iglesia, sí, con sus sacerdotes y sus fariseos—, sino también un reflejo de cómo la propia derecha percibe a la izquierda. No hace tanto, Vox presumía de contar en sus filas con el padre de Juan Carlos Monedero, el célebre ideólogo de Podemos hoy salpicado por acusaciones turbias.

¿Por qué exhibir con tanto orgullo al padre de un izquierdista? ¿Acaso era un filósofo reputado, un escritor talentoso, un pintor expuesto en el MoMA? Qué va. Era un tabernero cuyo único mérito político consistía en haber criado a un dirigente de Podemos. No imagino a ningún partido progresista presumiendo del progenitor de Ortega Smith, por mencionar un nombre, por su mero vínculo familiar. Con ese gesto, Vox demostraba que, más allá de su discurso, reconocía en Monedero un valor simbólico real y codiciable.

Son muchos los personajes públicos de derechas que no solo no esconden su pasado izquierdista, sino que incluso lo exhiben con orgullo. Algunos militaron en organizaciones tan fanáticas como peligrosas —el FRAP, la LCR, el GRAPO— y, sin embargo, presumen de ello como si su radicalismo juvenil fuera prueba de que, aunque errados en el diagnóstico y el camino, su propósito fue mejorar el mundo.

El camino inverso es distinto. Quienes pasan de la derecha a la izquierda suelen maquillar su pasado, suavizarlo, envolverlo en eufemismos. Recuerdo haberle escuchado a Jorge Verstrynge explicar delante de Pablo Iglesias que cuando él mandaba en Alianza Popular el partido de Manuel Fraga era socialdemócrata; una socialdemocracia peculiar, pensé yo.

El vicio de la izquierda es la revolución, es decir, la tentación del cambio frenético y traumático, de dinamitarlo todo y empezar de cero caiga quien caiga; el de la derecha la reacción, o sea, el regreso a un pasado tan idílico como falso. Pero, real o no, el afán de mejora juega a favor de la superioridad moral de la izquierda, claro.

Rawls propuso el "velo de la ignorancia" en su libro Teoría de la justicia, y ahora cierta izquierda británica pretende resucitarlo justo cuando lo woke se tambalea y la izquierda planetaria anda desorientada y confusa con los nuevos y asombrosos códigos políticos. El concepto te obliga a la empatía, a ponerte en el lugar del vecino. Habrá que leer a Rawls o, al menos, a sus resucitadores para conocer en profundidad el alcance de su planteamiento. Superficialmente, parece un buen punto de partida para pensar en el entorno.

Pero ¿qué entorno? Tenemos claro que esto no va con Donald Trump. Él sabe exactamente quién es y no se moverá un ápice de su perspectiva, la misma que le dicta lo que quiere: los recursos minerales de Ucrania y las playas de Gaza, para empezar. La mera sugerencia de que se ponga en la piel del otro le provocaría una carcajada estrepitosa y despectiva, supongo. Hemos visto, horrorizados, su execrable comportamiento con Zelenski, sus maneras de matón, su infantilismo narcisista. Desde esa postura se puede ostentar la superioridad material y bélica, claro, pero jamás la moral.