La Guardia Civil retrata al Gobierno en la fuga de Puigdemont: «No podíamos ni identificarlo ni detenerlo»
El pasado 8 de agosto de 2024, en plenas vacaciones estivales, Carles Puigdemont se burló, de nuevo, de todos los españoles constitucionalistas. La primera vez que lo hizo fue proclamando la independencia unilateral de Cataluña y una República propia que sólo habitaba en su sesera, dando una patada a la Constitución –un golpe de Estado–. … Continuar leyendo "La Guardia Civil retrata al Gobierno en la fuga de Puigdemont: «No podíamos ni identificarlo ni detenerlo»"

El pasado 8 de agosto de 2024, en plenas vacaciones estivales, Carles Puigdemont se burló, de nuevo, de todos los españoles constitucionalistas. La primera vez que lo hizo fue proclamando la independencia unilateral de Cataluña y una República propia que sólo habitaba en su sesera, dando una patada a la Constitución –un golpe de Estado–. La segunda, cuando huyó de nuestro país para evitar la cárcel y se instaló en Waterloo, donde Napoléon perdió definitivamente su espada; y la tercera, cuando el ex presidente de la Generalitat vino a España en ese día de verano y los Mossos d’Esquadra, bajo la dirección del comisario jefe Eduard Sallent, no le detuvieron pese a la orden del juez Pablo Llarena.
Aquella jornada de agosto –y sobre todo sus antecedentes– es la protagonista del relato de La Fugida (Ed. Columna), un libro de la periodista Mayka Navarro y el investigador Paco Marco donde, tras una cuidadosa investigación, ambos analizan aquel regreso a Cataluña de Puigdemont, la posterior huida de España y el papel del comisario jefe de los Mossos, un mimado del independentismo.
Unas páginas a lo largo de las que se hace una radiografía de cómo Puigdemont pudo llegar a la Barcelona sin que nadie le viera, como si de una persona anónima y no prófuga se tratara, o cómo fue posible que se dirigiera a sus simpatizantes desde el púlpito del Arco del Triunfo de la Ciudad Condal, sin que la policía autonómica catalana interviniera.
48 h escondido en un piso
Según Navarro y Marco, la operación de la llegada de Puigdemont a España, quien llevaba semanas avisando de la visita, sólo era conocida por el propio ex presidente de la Generalitat; Jordi Turull y Toni Castellà, actual vicepresidente de Junts. Además, no habría llegado el mismo 8 de agosto, sino que habría estado escondido al menos 48 horas antes de su discurso en un piso en la ciudad. «Nadie ha identificado ese piso, ni siquiera el CNI», aseguran.
Navarro afirma también que Puigdemont nunca pensó en entregarse a la policía y que su plan era fugarse. «Por eso preparó varios pisos con comida y enseres para ocultarse en Cataluña durante, al menos, quince días», subraya.
En La Fugida afirman que Puigdemont «cruzó la frontera entre Francia y España el 6 de agosto sentado en la parte trasera de un vehículo de alta gama con matrícula holandesa que no llevaba ningún otro elemento de protección que un par de paneles de los que se colocan en las ventanas traseras para filtrar el sol cuando molesta».
Puigdemont dio un discurso de apenas seis minutos, tiempo más que necesario para una intervención pacífica de los Mossos. «No tenemos derecho a renunciar, el derecho de determinación le pertenece al pueblo. A pesar los esfuerzos, que nos han querido hacer mucho daño, hoy he venido para recordarles que todavía estamos aquí porque no tenemos derecho a renuncia. No nos interesa estar en un país en el que las leyes de amnistía no amnistían. Hace siete años que nos persiguen por querer escuchar la voz del pueblo de Cataluña, hace años que empezó una durísima represión», gritó desde el púlpito separatista.
Como había prometido, y avisado de manera incesante, Puigdemont volvió a Cataluña el mismo día de la investidura del socialista Salvador Illa (PSC) como presidente de la Generalitat, y así lo hizo: sin obstáculos subió a la tribuna, se dirigió a sus simpatizantes y desapareció para partir a su plácido retiro.
«El consenso sobre quién debía protagonizar la detención era tan amplio –que no eran otros que los Mossos d’Esquadra– que apenas se modificó nada. Los pasos fronterizos mantuvieron los controles aleatorios habituales y el vehículo en el que viajaban Puigdemont y Turull entró en España sin acelerar y sin levantar sospechas», explican en el libro.
«Una vez Puigdemont desaparece del escenario, con Pablo Llarena echando humo, la responsabilidad ya es colectiva y el fracaso es colectivo», señala Navarro, quien afirma que tanto los Mossos como el resto de cuerpos policiales «quedaron en evidencia ese día».
«A pesar de todo, el fantasma de un pacto no escrito para facilitar la no detención de Puigdemont ha sobrevolado —y aún sobrevuela— el asunto. Pero no hay nadie que haya aportado ni un solo elemento que avale este acuerdo», añaden los autores.
La prohibición a la Guardia Civil
En La Fugida aseguran también que días antes de la llegada de Puigdemont, algunos responsables de la Guardia Civil «recibieron mensajes no oficiales que despertaron sus sospechas». De hecho, prosigue el relato, «uno de los mandos al frente de varios operativos relevantes vinculados con los servicios de información asegura que la Delegación del Gobierno en Cataluña –en manos de Carlos Prieto (PSC)– ‘nos dejó muy claro que, incluso en caso de que lo viéramos, si nos cruzábamos con él antes de que llegara a Barcelona, debíamos limitarnos a informar a nuestros superiores, pero que en ningún caso podíamos identificarlo, y mucho menos detenerlo’.
El WhatsApp de los Mossos
De la detención se encargaban los Mossos, que fueron los responsables de diseñar el dispositivo. «De forma inexplicable, el operativo no hacía ninguna referencia a Carles Puigdemont y se justificaba exclusivamente por el hecho de que garantizaría la celebración del pleno de investidura del nuevo presidente de la Generalitat, Salvador Illa», señala La Fugida.
El jefe de los Mossos, Eduard Sallent, fue el que creó presuntamente un grupo de WhatsApp el 5 de agosto, tres días antes de la llegada de la aparición de Puigdemont, llamado ‘Dispositivo investidura’, en el que añadió a diez mandos, y en el que escribió que el dispositivo organizado tenía como objetivo garantizar la celebración del pleno de investidura y no la detención de Puigdemont. Decía así el WhatsApp:
«En relación con la reunión de hoy (8 de agosto):
.- El dispositivo tiene como objetivo garantizar la celebración del pleno.
.- En el marco de este dispositivo existe la posibilidad de que se produzca la detención del presidente Puigdemont. Pero no es la finalidad del dispositivo.
.- En la reunión de hoy hemos planificado el dispositivo en diferentes escenarios y hemos evaluado hipótesis sobre una hipotética presencia del ex presidente.
.- Hemos definido un dispositivo pulcro y equilibrado que garantice su eficacia sin estridencias.
.- Quien tenga alguna consideración a hacer que la haga en las reuniones con transparencia».
En sólo unas líneas, Sallent deja claro que la detención de Puigdemont no es una prioridad para los Mossos y que no quiere «estridencias». En este sentido, es importante recordar que Sallent regresó de sus vacaciones adrede para intervenir en este dispositivo y que, además, anteriormente ya había advertido que no permitiría que autoridades políticas por los suelos debido a la detención de Puigdemont.
Las órdenes de Sallent
Concretamente, sobre todo esto, el libro señala que en la reunión del 12 de julio de la Prefectura de los Mossos, Sallent había dejado claro que «no quería sobreactuaciones y que nadie actuara motu proprio para buscar al mandatario; solo lo arrestarían si era identificado».
En el mismo encuentro, donde se discutió sobre la persona designada para la detención sin llegar a ningún acuerdo, también «se advirtió de la posibilidad de que algunos mandatarios o autoridades intentaran interponerse para impedir la detención, y que la situación provocara inevitablemente imágenes polémicas. Ante el silencio del resto de comisarios, Sallent dejó claro –una vez más– que no permitiría que los Mossos fueran los protagonistas de la jornada y que la detención ‘sólo se llevará a cabo de acuerdo con los principios de proporcionalidad y oportunidad’. Algunas personas al tanto del encuentro destacan que el mensaje que se trasladó fue que no había que actuar con contundencia ‘en ninguna circunstancia’.
Navarro concluye que, en su opinión, «evidentemente, hubo una negligencia por no plantear escenarios alternativos». Cree, además, y así lo expresa, que «se menospreciaron las capacidades y advertencias de Puigdemont, esas que decían que no quería ser detenido», mientras que Marco apunta que «el plan de Puigdemont era complicado y con pocas probabilidades de éxito»; sin embargo, reconoce que «lo que hizo es épico», a pesar de reconocer que el ex presidente Puigdemont no es santo de su devoción.