La épica de Mancha y Gato: los caballos criollos que cruzaron América hace 100 años

Un siglo atrás, el suizo Aimé Tschiffely y sus dos caballos partieron de Buenos Aires hasta Nueva York; en Ayacucho, cuna de la familia Solanet, se prepara un homenaje para recordar la epopeya que cambió la historia de la raza en el país

Abr 21, 2025 - 20:57
 0
La épica de Mancha y Gato: los caballos criollos que cruzaron América hace 100 años

Un siglo ha pasado desde el 20 de abril de 1925 en que, montados por el profesor suizo del St. George’s College de Quilmes, Aimé Félix Tschiffely, Mancha y Gato, dos caballos criollos argentinos, partieron desde el predio de la Sociedad Rural Argentina (SRA), en Buenos Aires, rumbo a Nueva York, en una travesía sin precedente.

Eran 21.000 kilómetros por recorrer para los ya veteranos caballos, donados por Emilio Solanet, productor agropecuario y veterinario, a Tschiffely. De pelaje overo rosado, Mancha acusaba 15 años; mientras que Gato, de pelaje gateado, tenía 16. Tschiffely tenía conocimiento de Solanet y sus caballos por Octavio Peró.

Robo de ganado: alertan que en Santa Fe hay 1200 denuncias por año y pérdidas millonarias

Por eso, este sábado, en la estancia El Cardal, en el partido bonaerense de Ayacucho, donde se criaron estos ejemplares de raza criolla y que luego regresaron, la familia Solanet, junto a la Asociación Argentina de Criadores de Caballos Criollos, autoridades locales y asociaciones tradicionalistas, realizarán un emotivo homenaje. El evento incluirá una cabalgata desde la vieja estación de tren de Solanet hasta el campo, desfiles, exposiciones y charlas sobre la importancia de esta gesta.Solanet junto al cacique tehuelche Juan Schakmatr en la Patagonia de donde rescató una manada de caballos criollos

La historia comenzó cuando Solanet recibió la carta de “un gringo”, donde le decía que quería comprarle algunos caballos para realizar una travesía y unir la Argentina con Estados Unidos.

En 1911, Solanet había viajado a la Patagonia. Suponía que ahí en Chubut se encontraban ejemplares puros criollos y le compró una manada de cerca de 90 yeguas y padrillos al cacique Juan Schackmatr, que habitaba con su tribu a orillas del río Senguer. Ya en 1923 había fundado la Asociación de Criadores. Al principio, Solanet puso excusas y se negó a venderle, pero, la repentina aparición del suizo en el campo y su insistencia lograron torcer su decisión: le donó dos caballos viejos.

Proyecto ambicioso: un programa de carbono busca mejorar 3 millones de hectáreas y frenar la desertificación

“‘¿A dónde va a llegar este gringo? Seguramente es un pueblero que no sabe andar a caballo’, decía mi abuelo. Señalaba que, por su rusticidad, los caballos sí iban a llegar, pero dudaba que el suizo lo hiciera. Cuando apareció en el campo, no tuvo opción y le dijo: ’Venga, que le voy a dar estos dos caballos de 15 y 16 años’. Porque no pensaba darle de los nuevos para que los estropee. Mancha fue uno de los potrillos que vino al pie de la madre desde la Patagonia, de Chubut. Gato nació acá. Su salida no tuvo mucho alboroto, ni fue una gran despedida, porque nadie le creía. Partió con Mancha, Gato y un perro policía, Belcha, que solo llegó hasta Morón: Mancha le dio una patada y lo hizo volar por el aire. Cuando Tschiffely regresó, se reencontró con su perro, que ya estaba bien”, relató a LA NACION Gloria Aráoz Solanet, nieta de Emilio.Emma y Emilia Solanet junto a Gato y Mancha, más atrás

Según contó, su itinerario comenzó hacia Rosario, siguió por Santiago del Estero, Tucumán, Jujuy, Bolivia, y así hacia el norte. A medida que avanzaba, Tschiffely enviaba telegramas a Solanet con novedades.

“Con el correr de los meses, ‘Gran papá’ [así llamaba a su abuelo] lo empezó a ayudar económicamente para que pudiera continuar con su travesía y le hacía giros de dinero. Cada vez se entusiasmaba más con el viaje. Después se hicieron grandes amigos”, rememoró.

La hazaña se concretó tres años y medio después, en septiembre de 1928, cuando el joven de 30 años pisó con Mancha la Quinta Avenida de la ciudad norteamericana y fue recibido por el alcalde James John Walker, quien le organizó un homenaje. Gato, que se había lesionado a mitad del trayecto, llegó después en barco.

En diciembre de 1928, tras la hazaña, Tschiffely y los caballos volvieron en barco a Buenos Aires. Con 91 años, Emma Solanet de Aráoz, hija de Emilio y madre de Gloria, recordó con precisión a Aimé y a los dos caballos. Nacida en 1934, de pequeña, junto a su hermana Emilia, montaron a Mancha.Mancha y Gato en el desierto “mata caballos” en el norte de Perú

“Estamos profundamente conmovidos como familia, porque Mancha y Gato siempre fueron parte de nosotros. Para mí más todavía porque pude andar en Mancha. Fue una vivencia increíble. Recuerdo cuando Aimé regresó al campo y preguntó por sus compañeros de ruta. Mi padre le indicó en que potrero estaban y allí se dirigió. Les silbó como durante todo el viaje. Inmediatamente, los dos caballos pararon las orejas, reconocieron ese silbido y fielmente vinieron al galope hacia él. Ese día, Aimé me levantó y me subió a Mancha, no lo voy a olvidar”, contó emocionada a LA NACION.

Pasaron los años y con más de 35 años, los caballos ya casi no caminaban. Fue ahí que Solanet decidió embalsamarlos. Un taxidermista fue al campo y dijo que, para poder preservar los cueros, debían sacrificarlos antes de que murieran de forma natural. Emma y Emilia, niñas por entonces, le tiraban de la bombacha al capataz para que no lo hiciera. Finalmente, fueron embalsamados y hoy se exhiben en el Museo del Transporte de Luján.Emma Solanet de Aráoz, hija de Emilio, junto a un ejemplar del nuevo libro

Tiempo después, el suizo regresó a Europa. “En 1953 fuimos a visitarlo papá, mamá y mi hermana Emilia. Vivía en Chelsea con su mujer, Violeta Hume. Recuerdo que su casa era un museo de su viaje: libros, fotos, su recado, entre otras cosas. Poco tiempo después, muy joven, a principios de 1954, falleció. Uno de sus deseos fue que sus restos descansaran junto a sus caballos, y así fue”, recuerda Emma.

Las actividades por el centenario comienzan este miércoles con la presentación del libro “Gato, Mancha, Aimé”, del escritor e historiador Pablo Zubiaurre, en la Biblioteca de Ayacucho. El sábado se realizará una cabalgata desde la vieja estación Solanet hasta El Cardal, seguida por una serie de charlas conmemorativas.Gato, Mancha y Aimé Tschiffely

“Hablará el intendente de Ayacucho, Emilio Cordonnier; el presidente de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos, Claudio Dowdall; y Carlos Solanet, descendiente del hermano de mi abuelo. Luego, las mujeres de la familia entrarán con las banderas de todos los países que recorrieron los viajeros. Va a ser muy emocionante. También vienen los Granaderos. Al final, llevaremos una ofrenda floral al lugar donde están las cenizas de Aimé, junto a los huesos enterrados de Mancha y Gato. Después, volveremos a caballo a la estación, donde se hará un almuerzo”, detalló Aráoz.Tschiffely y los caballos Mancha y Gato

Para Raúl Etchebehere, criador y expresidente de la entidad, la travesía de Mancha y Gato marcó un antes y un después. “Esa gesta hizo que el mundo supiera que había una noble raza equina en el confín del mundo. A partir de esa hazaña, la gente empezó a entusiasmarse con la crianza. Llegaron a Nueva York el 20 de septiembre de 1928 y, justamente en su honor, se instituyó en 1999 a esa fecha como el Día Nacional del Caballo. Hoy, la raza Criolla es la más numerosa del país”, destacó.Monumento a Aimé Tschiffel, Gato y Mancha, en Ayacucho