La difícil (y cara) aventura de ser artista en España

Casi sin becas, escasas plazas en las escuelas públicas y obligados a compatibilizar con trabajos flexibles y mal pagados, los jóvenes que se dedican al arte se tropiezan desde su formación con un sesgo de clase que condiciona sus proyectosEste artículo ha sido publicado anteriormente en el monográfico ‘El precio y el valor de la cultura’, la revista en papel de elDiario.es que reciben gratuitamente sus socias y socios. Si tú también quieres recibirla, hazte socio, hazte socia ¿Cuánto cuesta ser artista? Depende. Pero cuesta. Para estudiar cine hay que pagar entre 4.663,20 € (en la Universidad Complutense) y más de 50.000 (en la Escuela TAI de Madrid). Ser actor o actriz, entre 1.960 € y 37.760 € (en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, o RESAD, según ingresos familiares). Ser músico, entre 6.388 € (en el Conservatorio Municipal de Música de Barcelona) y 53.880 € (en la Escuela TAI). Lo primero que salta a la vista con estos datos es la abismal diferencia que hay entre estudiar en escuelas públicas y hacerlo en privadas; lo segundo, es que las plazas públicas son codiciadísimas, y lo tercero, que sin (mucho) dinero no hay arte. Con este escenario cobra otro sentido aquella frase que inauguraba cada episodio de Fama en boca de la profesora que interpretaba Debbie Allen, una serie que causó furor en la televisión de los años 80: “Tenéis muchos sueños, buscáis la fama. Pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar. Con sudor”. Por eso, no sorprende que muchos estudiantes de disciplinas artísticas busquen o tengan ya otra profesión, un empleo o varios trabajos totalmente alejados de lo cultural para poder sostener sus vocaciones. Opacidad y pluriempleo Cuando terminó el colegio, Marcos Pino Navarro se matriculó en Historia del arte e Integración social. En verdad quería dedicarse a otra cosa, su pasión era el cine, pero no sabía que fuese algo que pudiese estudiarse. Después de todo, muchos de los directores más destacados de la industria no han pasado por una escuela. Hasta que un profesor de la carrera lo convenció y le recomendó una escuela privada de cine para seguir su vocación. La escuela no era la más cara del mercado, pero Marcos tuvo que organizar sus finanzas para pagarla. Se fue a trabajar a Lisboa varios meses y, con lo ahorrado, pagó el primer curso. Ahora, para el segundo, combina las clases con dos empleos: en una agencia de casting y como camarero en el bar Loukanikos de Lavapiés. Con todo, Marcos se define como un “privilegiado”, por la ventaja de haber nacido en Madrid: “No tengo que pagar alquiler y puedo ahorrar gran parte de mi sueldo para pagar la escuela”. Eso sí, de independizarse, de momento, ni hablar. Soy un privilegiado. Al haber nacido en Madrid no tengo que pagar alquiler y puedo ahorrar para pagar la escuela Marcos Pino Navarro — Director de cine Caly Hernández (Tenerife, 1992) sabía desde niña que quería ser actriz, y con quince años comenzó a formarse. Aun así, al acabar el instituto, decidió estudiar Psicología, ese “plan B” que tienen muchos artistas “por si sale mal”. Dejó la isla para mudarse a Madrid y hacer un máster en Psicología criminal y, una vez en la capital, optó por seguir formándose como actriz. Pensó que podría tener una posibilidad en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, que al ser pública era más asequible. Pero no consiguió plaza. “El mayor problema es el poco abanico de posibilidades que hay en formación pública”, lamenta. La actriz Caly Hernández, en uno de los patios de Matadero Madrid Sin embargo, no se dio por vencida. Dejó de lado la psicología para dedicarse por completo a su objetivo. “Trabajé como camarera, en tiendas de ropa, como azafata de eventos, acomodadora del Teatro Real, con

Abr 16, 2025 - 21:41
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La difícil (y cara) aventura de ser artista en España

La difícil (y cara) aventura de ser artista en España

Casi sin becas, escasas plazas en las escuelas públicas y obligados a compatibilizar con trabajos flexibles y mal pagados, los jóvenes que se dedican al arte se tropiezan desde su formación con un sesgo de clase que condiciona sus proyectos

Este artículo ha sido publicado anteriormente en el monográfico ‘El precio y el valor de la cultura’, la revista en papel de elDiario.es que reciben gratuitamente sus socias y socios. Si tú también quieres recibirla, hazte socio, hazte socia

¿Cuánto cuesta ser artista? Depende. Pero cuesta. Para estudiar cine hay que pagar entre 4.663,20 € (en la Universidad Complutense) y más de 50.000 (en la Escuela TAI de Madrid). Ser actor o actriz, entre 1.960 € y 37.760 € (en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, o RESAD, según ingresos familiares). Ser músico, entre 6.388 € (en el Conservatorio Municipal de Música de Barcelona) y 53.880 € (en la Escuela TAI).

Lo primero que salta a la vista con estos datos es la abismal diferencia que hay entre estudiar en escuelas públicas y hacerlo en privadas; lo segundo, es que las plazas públicas son codiciadísimas, y lo tercero, que sin (mucho) dinero no hay arte. Con este escenario cobra otro sentido aquella frase que inauguraba cada episodio de Fama en boca de la profesora que interpretaba Debbie Allen, una serie que causó furor en la televisión de los años 80: “Tenéis muchos sueños, buscáis la fama. Pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar. Con sudor”. Por eso, no sorprende que muchos estudiantes de disciplinas artísticas busquen o tengan ya otra profesión, un empleo o varios trabajos totalmente alejados de lo cultural para poder sostener sus vocaciones.

Opacidad y pluriempleo

Cuando terminó el colegio, Marcos Pino Navarro se matriculó en Historia del arte e Integración social. En verdad quería dedicarse a otra cosa, su pasión era el cine, pero no sabía que fuese algo que pudiese estudiarse. Después de todo, muchos de los directores más destacados de la industria no han pasado por una escuela. Hasta que un profesor de la carrera lo convenció y le recomendó una escuela privada de cine para seguir su vocación.

La escuela no era la más cara del mercado, pero Marcos tuvo que organizar sus finanzas para pagarla. Se fue a trabajar a Lisboa varios meses y, con lo ahorrado, pagó el primer curso. Ahora, para el segundo, combina las clases con dos empleos: en una agencia de casting y como camarero en el bar Loukanikos de Lavapiés. Con todo, Marcos se define como un “privilegiado”, por la ventaja de haber nacido en Madrid: “No tengo que pagar alquiler y puedo ahorrar gran parte de mi sueldo para pagar la escuela”. Eso sí, de independizarse, de momento, ni hablar.

Soy un privilegiado. Al haber nacido en Madrid no tengo que pagar alquiler y puedo ahorrar para pagar la escuela

Marcos Pino Navarro Director de cine

Caly Hernández (Tenerife, 1992) sabía desde niña que quería ser actriz, y con quince años comenzó a formarse. Aun así, al acabar el instituto, decidió estudiar Psicología, ese “plan B” que tienen muchos artistas “por si sale mal”. Dejó la isla para mudarse a Madrid y hacer un máster en Psicología criminal y, una vez en la capital, optó por seguir formándose como actriz.

Pensó que podría tener una posibilidad en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, que al ser pública era más asequible. Pero no consiguió plaza. “El mayor problema es el poco abanico de posibilidades que hay en formación pública”, lamenta.

La actriz Caly Hernández, en uno de los patios de Matadero Madrid

Sin embargo, no se dio por vencida. Dejó de lado la psicología para dedicarse por completo a su objetivo. “Trabajé como camarera, en tiendas de ropa, como azafata de eventos, acomodadora del Teatro Real, con todo lo que implican esos salarios”, cuenta, y fue encajando esos empleos entre ensayos, clases y castings durante una década. Buscó jornadas flexibles a cambio de “salarios de mierda”. “Me he matado a trabajar para poder hacer frente a todo económicamente”, dice. Su familia también la ayudó: “Que ellos se ofreciesen en todo momento para lo que me hiciese falta, es lo que me ha permitido salir adelante”.

Trabajé como camarera, en tiendas, como azafata y de acomodadora del Teatro Real. Cambias mal sueldo por horarios flexibles

Caly Hernández Actriz

Diez años después de llegar a Madrid, celebra que, por fin, acaba de rodar una serie para Disney, lo que le confirma que ser actriz ya no es una utopía.

Salir de España

Román García (Madrid, 1993) empezó a cantar ópera cuando tenía apenas cinco años. Antes de acabar el colegio ya había formado parte del Coro de Niños y Jóvenes de la Comunidad de Madrid y había actuado en funciones tan icónicas como Tosca y La Bohème en el Teatro Real. Cantaba junto a más de cien niños, con quienes ensayaba dos días a la semana durante tres horas.

Su interés por la música nació en su casa, en la que el canto y el piano han estado siempre presentes, empezando por su tío, también cantante de ópera. “Cuando nos juntábamos para comer, siempre acabábamos cantando”, recuerda. Sin duda el apoyo de su familia a seguir su vocación fue clave. Además de canto lo enviaron a estudiar piano en una escuela asociada al conservatorio de Majadahonda.

El cantante de ópera Román García, en la casa de su abuela

Aun así, al acabar el Bachillerato, se matriculó en Biología en la Universidad Complutense. Una vez dentro, se postuló para las pruebas de la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid (JORCAM) y al coro de la Universidad Politécnica. Le escogieron en ambos. Decidió dejar Biología y al poco tiempo lo contrataron como bailarín figurante en una ópera en la que ya había sido su casa: el Teatro Real.

“Se pagaba muy bien y fue bonito volver al teatro. Mucha gente se acordaba de mí de cuando era niño”. Con lo que ganó allí decidió seguir estudiando, pero todas las recomendaciones que le dieron fueron para marcharse de España: a Alemania o Italia. “En España es muy caro estudiar música. Los costes de ser músico son altos no solamente por las matrículas sino también por las audiciones: a veces hay que pagar por hacerlas y otras también necesitan de traslados”.

Román García reconoce que pudo intentarlo gracias a la ayuda de sus padres y con empleos de “mil cosas”, como “camarero, acomodador y colaborador en eventos e instituciones culturales”. Estos salarios le han permitido estudiar en Berlín en la Hoschschule für Musik Detmold y cursar el Máster de Interpretación de Ópera en la Universität der Künste.

En Alemania dices que has estudiado en el conservatorio donde hice la carrera y la gente te hace la ola. En España siempre tengo que dar explicaciones

Román García Cantante de ópera

Culminados sus estudios, volvió a España el pasado abril. Su plan siempre había sido poder trabajar aquí. Eso sí, regresar implica un peaje que en Alemania no contemplaba: el reconocimiento. “Cuando ahora digo: ‘He estudiado canto’, me responden: ‘¿Eso qué es? ¿Y qué más?’ Que es como, ‘¿perdón? ¿Te parece poco?’. Allí dices que has estudiado en mi conservatorio y la gente te hace la ola. En España siento que siempre tengo que dar explicaciones”, lamenta.

Román cree que esta falta de valoración evidencia un problema de base: lo ajenas que resultan las profesiones artísticas en la infancia. “Tendría que haber iniciativas en los colegios e institutos para que la gente sienta que tiene acceso a este mundo, que se entienda como una posibilidad igual que cualquier otra carrera”, propone.

El guionista y director Víctor Alonso-Berbel (Barcelona, 1993, cursó Comunicación Audiovisual en la Universitat Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona, donde actualmente está impartiendo clase. Para él, hay mucha gente que acaba decidiendo no estudiar carreras artísticas aunque querría porque no generan inserción laboral: “¿Quién puede permitirse estudiar algo que no le vaya a llevar directamente a un trabajo? Sientes que no te puedes dedicar a nada”.

Víctor Alonso-Berbel, en las butacas de los Cines Embajadores de Madrid

“Un poco más tarde, con suerte se da el acceso a un mundo profesional en el que se van acumulando los sesgos de clase ya desde las prácticas. ¿Quién puede trabajar por muy poco dinero, o entrar en laboratorios y residencias que, en muchos casos, no están pagados? Solo la gente que, o bien no tiene que pagar el alquiler, o está trabajando en otro lugar a la vez”, expone.

Becas para quién

El caso de Víctor Alonso Berbel da testimonio de ello. Tras dar clases de inglés particulares al tiempo que estudiaba, consiguió una beca de la Fundación la Caixa, con la que estudió durante tres años en Los Ángeles. Víctor está “muy agradecido” por la oportunidad que esta ayuda supuso para él, pero critica el “sesgo fuerte que condiciona el tipo de perfiles que se becan”.

“Hay que tener un nivel muy alto de inglés y haber sacado muy buenas notas, que quizás es algo que solo te has podido permitir si no has tenido que combinar la carrera con muchos otros trabajos”, dice. Conocer al resto de becarios le dio la sensación de que muchas de las personas que lo habían conseguido, “eran las que menos lo necesitaban”: “El capital cultural y unas determinadas condiciones familiares les habían puesto todo a favor para recibir la beca”.

Los sesgos de clase se dan desde las prácticas. ¿Quién puede permitirse trabajar por poco dinero o entrar en residencias artísticas que no están pagadas?

Víctor Alonso-Berbel Guionista, director y profesor de cine

De ahí a que ahora combine sus proyectos cinematográficos con la docencia y anime a sus alumnos a responsabilizarse de la parte del cambio que sí les atañe, desde contestar a cada correo de alguien que les pida asesoramiento a no aceptar que se hagan prácticas en sus rodajes sin remunerar.

Estas cuatro experiencias revelan que el perfil de quienes sí pueden aspirar a ser artistas está filtrado por sus posibilidades económicas. ¿Cuánta gente se estará quedando fuera de los relatos, canciones y cuadros? ¿Cuántos puntos de vista han sido, son y serán invisibles? Ante este panorama, la actriz Caly Hernández considera la protección de la educación pública como lo más urgente. “Es necesario invertir en escuelas públicas para conseguir que la gente de cualquier clase social pueda formarse”.

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