La cruzada de Donald Trump contra los mercados

La montaña rusa de la política arancelaria del presidente estadounidense está creando un caos financiero mundial. Cabe preguntarse si Donald Trump se ha embarcado en una lucha que no puede ganar.

Abr 21, 2025 - 23:48
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La cruzada de Donald Trump contra los mercados

¿Quién puede predecir lo que hará  Trump a continuación? En 1987, uno de los expertos económicos más célebres del mundo señaló: "Es triste decirlo, pero el pobre hombre tiene un trastorno emocional de difícil solución. A veces se siente eufórico y sólo ve los factores positivos. Otras veces está deprimido y sólo ve problemas".

Podría parecer un diagnóstico de un psicoterapeuta del siempre volátil Donald Trump, pero también añade: "Tiene otra característica entrañable. No le importa que le ignoren". Asó que el diagnóstico no se refería a Trump. El psicoterapeuta era el inversor más célebre del mundo, Warren Buffett, y el paciente era un desventurado caballero llamado Señor Mercado.

El Señor Mercado (un concepto formulado por el mentor de Buffett, Benjamin Graham) representa un retrato vívido de los mercados financieros, propensos a frenesíes y pánicos, períodos de exuberancia irracional o depresión, un marcado contraste con la "hipótesis del mercado eficiente", en la que los mercados tienen en cuenta rápidamente la nueva información que influye en el precio de los activos.

En las últimas semanas, el presidente Trump y el Señor Mercado han entrado en una espiral autodestructiva, como dos hombres apretando la garganta del otro para ahogarlo. El indigno espectáculo sería gracioso si no fuera tan peligroso. Y plantea preguntas: ¿quién tiene pánico de quién? ¿Es la montaña rusa de la política arancelaria de Trump realmente tan caótica como parece o, como afirman sus partidarios y temen sus oponentes, hay una estrategia brillante detrás de todo esto? ¿La respuesta del mercado ha reflejado una evaluación fría de las consecuencias económicas o es el reflejo de sobresalto de un sistema financiero que se ha despertado de un letargo complaciente?

Lo curioso de los mercados financieros es que no responden a lo que la mayoría de nosotros consideraría una noticia. En 1971, un joven economista llamado Victor Niederhoffer publicó un interesante estudio titulado "Análisis de los acontecimientos mundiales y las cotizaciones bursátiles". Niederhoffer -que más tarde gestionaría el dinero de George Soros- quería responder a una pregunta: ¿se interesan los mercados de valores por las noticias de primera plana?

Niederhoffer estudió la respuesta del índice S&P Composite a las noticias publicadas entre 1950 y 1966, definiéndolas como cualquier noticia del New York Times que ocupara al menos cinco columnas. Encontró 432 de este tipo, aproximadamente una cada 15 días. Pero concluyó que en general una gran noticia en la portada del Times solía ser recibida con un bostezo en Wall Street.

Hubo algunas excepciones, como la crisis del Canal de Suez, la crisis de los misiles cubanos y el asesinato del Presidente John F. Kennedy. Pero en general Niederhoffer demostró que Wall Street funciona según su propia lógica. O bien los inversores ya habían anticipado la mayoría de las noticias o, lo que es más probable, los acontecimientos que parecen significativos para los periódicos no pesan en el mercado bursátil.

Dicho de otro modo, que las acciones de un político hagan subir o bajar drásticamente los mercados mundiales es algo extraordinario. Pero las acciones de Trump no tienen precedentes.

El presidente comenzó el mes anunciando el mayor aumento de los aranceles de Estados Unidos en la historia. Luego suspendió algunos de los aranceles durante un periodo de 90 días. Esto fue ampliamente considerado como que el presidente daba marcha atrás, pero fue más un bandazo que un giro de 180 grados. Después declaró que los smartphones chinos y otros productos electrónicos de consumo quedarían exentos de esos aranceles, pero luego dijo que esta exención era temporal y que la Casa Blanca estaba trabajando en otro plan arancelario.

Esta no es una buena forma de actuar si el objetivo es persuadir a los fabricantes para que instalen sus fábricas en EE.UU. Cualquier arancel tendría que ser mucho más estable, predecible y creíble. Pero la interpretación más obvia es que la política arancelaria de Trump sigue cambiando porque Trump no puede decidir lo que quiere hacer.

Entonces, ¿cómo debemos interpretar la reacción del mercado a los anuncios de Trump? El S&P 500 cayó casi un 5% el 3 de abril y un 6% el 4 de abril. Fueron grandes caídas, especialmente en días consecutivos.

Los aranceles de Trump no tienen un precedente histórico preciso, pero los ecos de 1929 y 1930 son lo suficientemente fuertes. El mercado bajista que comenzó en 1929 duró casi tres años y al final el Dow Jones perdió el 89% de su valor y EE.UU. se encontró en las profundidades de la Gran Depresión. Si ese es el antecedente más cercano que tenemos, ¿existe la posibilidad de que los mercados hayan estado demasiado tranquilos?

El problema de interpretar la reacción de los mercados es que sigue sin estar claro a qué deberían reaccionar exactamente. Una perspectiva pesimista es que, dado que los aranceles de Trump reducirán el comercio entre las dos economías más grandes del mundo, EE.UU. y China, y alterarán el pacto comercial EE.UU.-Canadá-México, la reacción del mercado de valores no solo fue tranquila, sino complaciente. La gran bajada del S&P 500 tras el anuncio inicial simplemente acabó con unos meses de ganancias recientes: un inversor que hubiera invertido en el índice un año antes aún habría obtenido beneficios. Esto indica que el Señor Mercado no ha descontando los riesgos de una grave recesión.

Una visión más optimista es que el mercado se mantuvo imperturbable ante las promesas arancelarias de Trump porque los inversores asumieron que los aranceles serían modestos. Pero cuando se anunciaron aranceles de gran envergadura, la reacción del mercado fue brusca pero pequeña; una vez más, los inversores supusieron que no hablaba en serio. Y cuando Trump redujo rápidamente algunos aranceles, supuestamente de forma temporal, y luego aumentó otros, y luego anunció exenciones, y luego anunció que las exenciones también eran temporales, los inversores bursátiles decidieron que el problema no eran realmente los aranceles, sino los bruscos cambios de opinión de la Casa Blanca.

Los inversores del mercado de renta fija parecen haber llegado a la misma conclusión, pero son mucho más pesimistas sobre lo que ello implica. A medida que aumentaba la volatilidad, vendieron bonos del Tesoro estadounidense y dólares. Esto no es normal. Normalmente, los inversores responden al caos comprando dólares y bonos del Tesoro estadounidense, incluso si EE.UU. es el origen del caos.

Este mes hemos descubierto la excepción a esa regla. En parte se debe a que las cosas ya son un poco precarias: en sus periódicas peleas por el techo de la deuda estadounidense, el Congreso ha mostrado una inquietante disposición a pedir prestadas ingentes cantidades de dinero. Pero también, seguramente, porque con sus aranceles y su costumbre de cambiar de opinión cada pocos días, las políticas de la Casa Blanca han causado conmoción y pavor en los mercados de renta fija.

La incertidumbre también es desastrosa para la economía real. Las empresas no saben qué hacer. ¿Deberían modificar sus cadenas de suministro? ¿Reubicar la producción para evitar los aranceles? ¿Cerrar algunas instalaciones y despedir a trabajadores? ¿Empezar a construir y contratar en otros lugares? Por ahora, la única respuesta razonable es agarrarse con fuerza a la situación actual y rezar para que el mundo deje de girar.

Esta es la paradoja: los inversores bursátiles son cautelosamente optimistas porque esperan que Trump cambie de opinión; los inversores particulares no saben qué hacer porque están esperando a ver qué pasará después de que Trump cambie de opinión; y los inversores del mercado de renta fija están muy nerviosos porque Trump sigue cambiando de opinión, pero el sistema financiero mundial depende de ellos.

Trump lleva solo tres meses en el cargo. Quedan 45 meses por delante. ¿Qué deberían hacer ahora los inversores particulares?

No hay muchas opciones. EE.UU. ha perdido claramente credibilidad: como aliado, como lugar donde invertir, como socio comercial y como país donde el Estado de Derecho es primordial. Si el mundo no sufre más que una recesión, habremos salido indemnes.

Sin embargo, no es difícil imaginar un escenario más optimista: es concebible que Trump haya ido demasiado lejos, haya sido tan transparentemente incompetente y haya hecho tanto daño a las personas que le apoyaron que el resto del sistema político estadounidense empiece a limitar sus impulsos.

Pero en un mundo en el que todas las viejas certezas parecen haberse venido abajo, puede que la estrategia de inversión tradicional siga teniendo sentido: compre acciones de empresas que no están de moda, diversifique sus inversiones y, sobre todo, no preste demasiada atención a los cambios de humor ni del presidente Trump ni del Señor Mercado.

Un estudio extraordinario de los economistas Brad Barber y Terrance Odean, publicado hace 25 años, analizó el rendimiento de más de 1.600 inversores que se volcaron en la revolución de Internet en la década de 1990, pasando de la negociación telefónica a una de las primeras plataformas de negociación por Internet. Barber y Odean compararon a esos inversores con otros similares que siguieron negociando por teléfono.

¿Qué ocurrió? La explicación más plausible es la "ilusión del conocimiento", un fenómeno psicológico según el cual las personas que reciben más información no son mucho mejores a la hora de predecir lo que sucederá, pero sí adquieren mucha más confianza. La nueva plataforma online dio a los inversores una falsa confianza y les tentó a operar con demasiada frecuencia, además de abaratar y facilitar estas operaciones especulativas. Paradójicamente, si hubieran recurrido a un método de negociación más lento, más caro y menos rico en información, les habría ido bastante mejor.

En 2025 este principio sigue siendo válido. Trump es un presidente que ha dominado el arte de captar la atención en una época de rápidos movimientos, pero los inversores que deseen prosperar harían bien en evitar las redes sociales y el frenético mundo de los analistas bursátiles en las cadenas de televisión de economía.

Independientemente de que estas semanas caóticas dejen o no una impresión duradera en nuestras finanzas, es probable que dejen una impresión duradera en nuestra psique. No es frecuente que un movimiento de los mercados bursátiles cause una gran impresión en el ciudadano de a pie y, como demostró Niederhoffer en 1971, es aún más inusual que las oscilaciones del mercado estén tan claramente conectadas con las decisiones de la Casa Blanca.

Es posible que la gente recuerde inconscientemente este momento durante mucho tiempo. En 2009, los economistas Ulrike Malmendier y Stefan Nagel publicaron un estudio titulado "Depression Babies". Analizaron los datos de encuestas financieras durante varias décadas y llegaron a la conclusión de que la actitud de cada grupo de población ante la inversión estaba determinada por sus experiencias vitales en materia de rentabilidad de las inversiones. Por ejemplo, los jóvenes inversores de finales de la década de 90 eran grandes inversores en Bolsa, porque desde que conocían el mercado éste había estado en auge; sin embargo, los inversores de más edad habían vivido tiempos más difíciles y eran más cautos.

Entonces, ¿cuál será la lección esta vez? Posiblemente que cuando hace siete años Trump declaró que "las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar" estaba equivocado. Posiblemente, estar muy atento a las noticias no le dará una ventaja a la hora de invertir, pero puede que le produzca una úlcera.

Ocurra lo que ocurra, hay algo claro en la frenética lucha entre el presidente Trump y el Señor Mercado. Trump ha demostrado su notable capacidad para dominar los titulares y hacer que sucedan cosas, aunque sean malas. Puede hacer que el mercado baje, que rebote y vuelva a subir.

Pero el Señor Mercado no se inclina ante Trump. No es así como funciona. No tiene absolutamente ningún interés en apaciguar al presidente. Como dijo Buffett en 1987, el Señor Mercado a veces está eufórico y a veces está deprimido. Pero tiene una gran virtud: siempre dirá la verdad al poder.