Juicios paralelos: Suma y sigue

No es la primera vez que hablo de los juicios paralelos, y me temo que no será la última. Un tema que, como la materia, ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Porque, desde los tiempos en que los periódicos dedicados a los sucesos más luctuosos eran los más vendidos hasta la realidad actual en que cualquiera puede opinar de todo al minuto, lo ocurrido en los juzgados, dentro y fuera de las salas de vistas, es objeto de una atención mediática desmedida. Y, más de una vez, deformada o cuanto menos exagerada. Como decía, en principio fue la prensa escrita supuestamente especializada, y de ahí pasamos a la radio y televisión, donde programas que comentaban, con sus todólogos incluidos, el día a día de juicios que despertaban la atención del público, por no llamarlo directamente morbo. El caso más paradigmático fue el seguimiento del caso del asesinato de las llamadas "niñas de Alcácer", un ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas, y un caso tan mediático que aun hoy, tras más de treinta años, siguen expandiéndose teorías conspiranoicas y bulos de toda clase. Pero fue con el advenimiento de Internet y de sus hijas predilectas, las redes sociales, cuando la cuestión adquiere proporciones estratosféricas. Porque si es cierto que, como se dice, todo el mundo tiene un seleccionador nacional dentro, no lo es menos que a día de hoy también tiene un juez o jueza en su interior, y cualquiera se atreve a opinar sobre leyes, juicios o tribunales, aunque nunca en su vida haya pisado una sala de vistas ni abierto un Código, Si a eso sumamos que en los periódicos convencionales se han difuminado por completo los límites entre las páginas de política y de tribunales, e incluso también se han mezclado con las de sociedad, tenemos la tormenta perfecta. De modo que el castizo refrán "injuria, que algo queda", se convierte en un "denuncia, que algo queda" porque, con ese baile de líneas rojas que se han llevado los partidos políticos para demostrar quién es más puro y casto, una denuncia contra un personaje público se convierte en la línea de salida de un festival mediático de consecuencias imprevisibles. Aunque luego acabe en nada. Los ejemplos los vemos a diario en casos como el que involucra a la mujer del presidente de gobierno, el que afecta a su hermano, el que alude a fiscal general del Estado o, en los últimos tiempos, el que instruye la catástrofe de la DANA, que son buena prueba de ello. Se trata de instrucciones seguidas por la prensa en todos y cada uno de sus pasos, todo lo contrario de lo que debería ser esta fase judicial en la que por disposición de la ley rige la reserva, por el contrario de lo que ocurre con la fase de juicio oral, en que rige el principio de publicidad. Y es que la justicia no es un espectáculo, aunque a veces lo parezca. Ni mucho menos, un...

May 7, 2025 - 07:43
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Juicios paralelos: Suma y sigue
No es la primera vez que hablo de los juicios paralelos, y me temo que no será la última. Un tema que, como la materia, ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Porque, desde los tiempos en que los periódicos dedicados a los sucesos más luctuosos eran los más vendidos hasta la realidad actual en que cualquiera puede opinar de todo al minuto, lo ocurrido en los juzgados, dentro y fuera de las salas de vistas, es objeto de una atención mediática desmedida. Y, más de una vez, deformada o cuanto menos exagerada. Como decía, en principio fue la prensa escrita supuestamente especializada, y de ahí pasamos a la radio y televisión, donde programas que comentaban, con sus todólogos incluidos, el día a día de juicios que despertaban la atención del público, por no llamarlo directamente morbo. El caso más paradigmático fue el seguimiento del caso del asesinato de las llamadas "niñas de Alcácer", un ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas, y un caso tan mediático que aun hoy, tras más de treinta años, siguen expandiéndose teorías conspiranoicas y bulos de toda clase. Pero fue con el advenimiento de Internet y de sus hijas predilectas, las redes sociales, cuando la cuestión adquiere proporciones estratosféricas. Porque si es cierto que, como se dice, todo el mundo tiene un seleccionador nacional dentro, no lo es menos que a día de hoy también tiene un juez o jueza en su interior, y cualquiera se atreve a opinar sobre leyes, juicios o tribunales, aunque nunca en su vida haya pisado una sala de vistas ni abierto un Código, Si a eso sumamos que en los periódicos convencionales se han difuminado por completo los límites entre las páginas de política y de tribunales, e incluso también se han mezclado con las de sociedad, tenemos la tormenta perfecta. De modo que el castizo refrán "injuria, que algo queda", se convierte en un "denuncia, que algo queda" porque, con ese baile de líneas rojas que se han llevado los partidos políticos para demostrar quién es más puro y casto, una denuncia contra un personaje público se convierte en la línea de salida de un festival mediático de consecuencias imprevisibles. Aunque luego acabe en nada. Los ejemplos los vemos a diario en casos como el que involucra a la mujer del presidente de gobierno, el que afecta a su hermano, el que alude a fiscal general del Estado o, en los últimos tiempos, el que instruye la catástrofe de la DANA, que son buena prueba de ello. Se trata de instrucciones seguidas por la prensa en todos y cada uno de sus pasos, todo lo contrario de lo que debería ser esta fase judicial en la que por disposición de la ley rige la reserva, por el contrario de lo que ocurre con la fase de juicio oral, en que rige el principio de publicidad. Y es que la justicia no es un espectáculo, aunque a veces lo parezca. Ni mucho menos, un...