Gatos con cara de perro y viceversa, la evolución convergente provocada por el ser humano

“Estamos borrando 50 millones de años de evolución por conseguir un estándar de belleza”

May 13, 2025 - 06:04
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Gatos con cara de perro y viceversa, la evolución convergente provocada por el ser humano

A simple vista, un gato persa y un perro pequinés no parecen tener nada en común. Son especies distintas, separadas por 50 millones de años de evolución, domesticadas en momentos distintos de la historia humana, y con comportamientos, hábitos y anatomías bien diferenciadas… ¿o no tanto?

Un nuevo estudio ha revelado un fenómeno evolutivo inesperado: algunas razas de gatos y perros se han convertido en ‘dobles’ fenotípicos, compartiendo rasgos craneales muy similares. Esta convergencia física no es fruto del azar ni de la selección natural, sino de las decisiones humanas. La domesticación, y más aún la cría selectiva, ha moldeado a estas dos especies de compañía no solo hacia una mayor diversidad dentro de cada especie, sino también hacia una sorprendente similitud entre ellas.

Los hallazgos, liderados por la bióloga evolutiva Abby Grace Drake, de la Universidad de Cornell, y el investigador Jonathan Losos, de la Universidad de Washington, abren un nuevo capítulo sobre la evolución dirigida por el ser humano y sus consecuencias en la salud y bienestar de los animales.

Eternos cachorros de aspecto vulnerable

La clave de esta convergencia no es otra que la neotenia: la conservación de rasgos juveniles en individuos adultos. Este fenómeno es bien conocido en biología, y se da cuando características típicas de las crías, como cabezas redondeadas, ojos grandes, hocicos cortos, se mantienen en la edad adulta, ya sea por selección natural o artificial.

En nuestra especie, la sensibilidad hacia estos rasgos está profundamente enraizada. Al ser una de las especies más altriciales (es decir, completamente dependientes al nacer), los humanos han desarrollado una fuerte respuesta emocional ante señales de vulnerabilidad infantil. Esta respuesta instintiva no solo nos hace cuidar de nuestros propios hijos, sino también de cualquier ser que evoque esos rasgos.

“Lo que ocurre“, explica el autor Jonathan Losos, “es que los criadores de gatos y perros, sin proponérselo, han seleccionado características similares: ojos grandes, hocicos retraídos y cabezas redondas. Y han conseguido resultados muy parecidos en dos especies que, evolutivamente, no tienen casi nada que ver”.

Un estudio con 1.810 cráneos y una sorpresa evolutiva

Para cuantificar hasta qué punto ha afectado la domesticación al cráneo de gatos y perros, los investigadores analizaron más de 1.800 cráneos mediante escaneos 3D, tomando 47 puntos de referencia anatómicos. La muestra incluía razas domésticas y también representantes salvajes como lobos, zorros, linces, gatos monteses… Lo esperable era encontrar gran diversidad entre las razas de cada especie, pero el resultado fue mucho más allá y la forma del cráneo de algunas razas de gatos se solapaba completamente con el cráneo de algunas razas de perros.

“La idea original era comparar la diversidad interna de los gatos con la de los perros”, cuenta Abby Grace Drake en la presentación del estudio. “No esperábamos que los puntos de ambas especies se mezclaran en el gráfico. Fue asombroso”.

Ejemplos claros de esta convergencia son los gatos persas y los exóticos con los perros carlinos o los pequinés, cuya estructura craneal es más similar entre ellos que con sus propios parientes más cercanos, como serían con el gato montés africano (Felis lybica) y el lobo (Canis lupus), respectivamente. El fenómeno se repite además dentro de cada especie: hay al menos dos linajes de perros y de gatos que, de forma independiente, han desarrollado morfologías braquicéfalas (caras planas).

Convergencia evolutiva: lo natural y lo artificial

En biología evolutiva, el concepto de convergencia se aplica cuando especies distintas, sometidas a presiones similares, desarrollan características parecidas. Es el caso de las alas en murciélagos, en las aves y en los extintos pterosaurios, que desarrollaron estructuras similares que evolucionaron por separado para cumplir la misma función, volar.

Este estudio demuestra que lo mismo puede ocurrir bajo selección artificial. “Lo fascinante es que los humanos, al criar perros y gatos según estándares estéticos comunes, han provocado una convergencia más intensa que la que existe entre muchos parientes cercanos”, apunta Jonathan Losos.

Las consecuencias invisibles

Detrás de esta convergencia hay una realidad que resulta mucho más preocupante, y se trata de los problemas de salud asociados a las razas braquicéfalas. Los estándares de belleza que exaltan caras planas, narices retraídas y ojos grandes no se corresponden con estructuras anatómicas saludables. La cría selectiva ha generado animales con malformaciones craneales que provocan dificultades respiratorias, trastornos neurológicos y complicaciones al nacer.

Como subraya la bióloga: “Hemos visto cómo, en menos de un siglo, la selección humana ha deshecho 50 millones de años de divergencia evolutiva. Pero lo ha hecho sin considerar el coste biológico que pagan los animales”.

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