El
Barça afronta la recta final de esta temporada en una posición privilegiada. Hasta el vestuario empieza a creerse que el triplete es posible. Humildad y ambición. En Madrid se palpa el pánico. Cada semana sacan una excusa nueva: las lesiones, los árbitros, la utilización del
VAR, el calendario o los horarios. Ya no saben cómo justificar que los de Ancelotti estén sufriendo como cachorros para seguir la estela de los azulgrana, a pesar de tener una constelación de estrellas. Y el gran mérito es de
Hansi Flick. La gestión del técnico alemán está siendo impecable, en el banquillo y en las salas de prensa. Ha dotado al equipo de un nivel de confianza y de una mentalidad ganadora que pueden ser claves para superar cualquier adversidad, como ese calendario de locos que se avecina. Le está sacando el mayor rendimiento posible a una plantilla que a principio de temporada parecía corta, y más tras la grave lesión de
Ter Stegen. Ha sido capaz de convencer, implicar y mejorar a todos los jugadores.
Szczesny, que estaba jubilado, parece hoy uno de los porteros más en forma. Los jóvenes, como
Cubarsí,
Balde y
Lamine, están progresando a pasos agigantados.
Koundé ha crecido como lateral. Ha sacado la mejor versión de
Pedri, que ha pasado de ser la eterna promesa que encadenaba lesiones a convertirse en un futbolista resistente, constante y determinante. Ha transformado a
Raphinha en una máquina goleadora. Y
Lewandoski vive su segunda juventud. Hasta ha logrado que De Jong se acerque a ese centrocampista total que deslumbró en el Ajax. Y
Ferran Torres, el mejor revulsivo. Solo falta la guinda de los títulos.
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