Los dolores no desaparecen: cambian de sitio. ¿Quién no ha empezado una semana con una molestia en la muela y ha acabado con un agujero en el bolsillo, sangrando a plazos por la cuenta corriente? Yo, a los amigos, ya los despido cuando van al dentista como si fueran a la guerra: que la fuerza te acompañe, que los vientos y los astros te sean propicios, rezaré por ti con la fe de un pasajero en un avión con turbulencias, ojalá vuelvas entero, te quiero, tío, te quiero, no olvides que aquí siempre habrá alguien que te espera, que piensa en ti. —Me han dicho que tengo que volver mañana, para que me vea el periodoncista. —Ya lo siento. —Y...
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