Ella fue sin ganas y él pidió su mano a los tres días: la historia de amor de Grace Kelly y el príncipe Rainiero que tuvo un trágico final
Fue una de las boda más mediáticas de todos los tiempos, seguido por 30 millones de espectadores; la actriz lució un vestido de 14 kilos y rompió varias tradiciones

Cuando la estrella de Hollywood, Grace Kelly, y el príncipe Rainiero III de Mónaco cruzaron sus miradas por primera vez en mayo de 1955, nadie podía anticipar que ese encuentro desembocaría en una de las bodas más fastuosas y mediáticas del siglo XX. Casi siete décadas después, los detalles de aquel romance y las rimbombante ceremonias que unieron a la actriz y al monarca continúan fascinando al mundo.
Un encuentro orquestado por el destino y un fotógrafo
Todo comenzó el 6 de mayo de 1955 durante el Festival de Cine de Cannes. Grace Kelly, ganadora reciente del Oscar por el film La angustia de vivir, había viajado a la Riviera Francesa para representar su película Para atrapar al ladrón en el certamen cinematográfico. En ese momento, Pierre Galante, fotógrafo de la revista Paris Match, tuvo una idea brillante: organizar una sesión fotográfica entre la actriz americana y el príncipe Rainiero III en el vecino principado de Mónaco.
Kelly no mostró entusiasmo inicial ante la propuesta, pero finalmente accedió. Un apagón eléctrico en su hotel casi arruina el encuentro: la actriz llegó con retraso, vistiendo un elegante vestido de tafetán floral y con una improvisada tiara de flores retorcidas preparada por su estilista.
“El paseo duró cuarenta y cinco minutos y lo único que faltaba era la luz de la luna”, reportó Paris Match sobre aquella primera cita. El príncipe, entonces de 31 años, recibió a su invitada en el Palacio y la paseó por los jardines, mostrándole su peculiar colección de mascotas que incluía leones, monos e incluso un tigre asiático.
Lo que comenzó como una simple sesión fotográfica dio paso a una correspondencia privada. A fines de 1955, Rainiero viajó a Estados Unidos y visitó la residencia familiar de los Kelly en Filadelfia durante la Navidad. Tras tres días de estancia, pidió formalmente la mano de Grace a su padre, el empresario John B. Kelly.
El 5 de enero de 1956, apenas cinco días después de la petición, el compromiso se anunció oficialmente y comenzaron los preparativos para lo que la prensa ya denominaba como “la boda del siglo”.
El viaje de una estrella hacia su destino real
El 4 de abril de 1956, el SS Constitution zarpó del puerto de Nueva York con destino a Mónaco. A bordo viajaba Grace Kelly, acompañada por su familia, seis damas de honor, 80 valijas de equipaje y su caniche Oliver. De los 400 periodistas que solicitaron viajar en el transatlántico para cubrir la travesía, solo unos pocos recibieron autorización. El viaje duró ocho días, durante los cuales Grace descansó, evitó a los periodistas y se preparó para su nueva vida.
Ocho días más tarde, el transatlántico arribó a Mónaco, donde 1800 fotógrafos esperaban para capturar el momento. La futura princesa fue recibida por 20 mil monegascos -prácticamente toda la población del principado- que salieron a las calles para dar la bienvenida a quien transformaría la imagen y el destino de su pequeño país.
Dos ceremonias históricas
Las celebraciones comenzaron el 17 de abril con una gran recepción en el recién renovado Palacio de Mónaco. El evento incluyó delegaciones de cuarenta países, entretenimiento al aire libre y un espectáculo de fuegos artificiales que iluminó la bahía del principado.
El Código Napoleónico de Mónaco y la Iglesia Católica exigían la celebración de dos ceremonias distintas: una civil y otra religiosa. La primera tuvo lugar el 18 de abril en el Salón del Trono del Palacio Grimaldi. Para la ocasión, Grace lució un conjunto de dos piezas en tafeta rosa claro con encaje francés color champán, diseñado por Helen Rose de MGM.
La ceremonia civil duró solo 16 minutos, pero fue seguida por la lectura de los 140 nuevos títulos nobiliarios que Grace Kelly adquiría como Princesa de Mónaco, un protocolo que se extendió durante 25 minutos completos. Esa misma noche, la pareja asistió a una gala en la Ópera de Mónaco, donde Kelly deslumbró con un vestido de noche de seda blanca de Lanvin.
La ceremonia religiosa, celebrada el 19 de abril en la Catedral de San Nicolás de Mónaco, fue el momento más esperado. Bajo la supervisión del obispo Gilles Barthe, y con 30 millones de espectadores siguiendo el evento por televisión, Grace Kelly llegó a la catedral en un Rolls-Royce Phantom IV blanco, regalo del pueblo monegasco.
El silencio en la catedral durante los votos matrimoniales solo fue interrumpido por el ruido de los motores de las cámaras que inmortalizaban el momento. La soprano francesa Renée Doria interpretó el Ave María de Schubert, mientras el coro de la catedral ejecutaba piezas sacras de Bach y Mozart.
Un vestido para la historia
Para esta ceremonia, Grace lució uno de los vestidos de novia más influyentes de todos los tiempos, también diseñado por Helen Rose y regalado por MGM. Las cifras son asombrosas: 275 metros de encaje de Bruselas antiguo de 125 años, 140 metros de seda, tafeta y tul, 800 perlas cosidas a mano en el corpiño de encaje, un peso total de catorce kilos y 36 costureras trabajando durante tres semanas para completarlo.
El vestido se componía de varias piezas complejas: un corpiño de encaje con un bajo corpiño, una falda plisada de faille de seda con varias enaguas, una cola triangular de tul y encaje y un fajín plisado de faille de seda. El mismo encaje adornaba también su libro de oraciones, sus zapatos y su tocado.
Grace rompió con varias tradiciones reales: decidió no usar tiara y optó por un birrete adornado con perlas y encaje. Su velo circular fue diseñado específicamente para no ocultar el rostro a las cámaras. En lugar de un ramo exuberante, llevó un pequeño ramillete de lirios del valle junto a un misal católico decorado con el mismo encaje y perlas de su vestido.
Sus zapatos, diseñados por David Evins, tenían un taco de seis centímetros para que no pareciera más alta que su futuro esposo. El detalle más personal: el zapato derecho llevaba grabado el nombre del príncipe, el izquierdo el de Grace y un centavo de cobre fue insertado en el tacón derecho como amuleto de buena suerte.
El legado de estilo: el bolso “Kelly” de Hermès
Entre los múltiples legados del estilo de Grace Kelly, uno de los más perdurables es el icónico bolso que lleva su nombre. La famosa casa de moda francesa Hermès rebautizó oficialmente uno de sus diseños como el bolso “Kelly” en honor a la princesa.
La historia comenzó en 1954, cuando Grace utilizó un bolso Hermès para ocultar su embarazo de los paparazzi. La fotografía de la princesa protegiendo su vientre con el elegante bolso apareció en la portada de la revista Life en 1956 y se convirtió en una de las imágenes más emblemáticas de la época. El bolso, originalmente llamado “Sac à dépêches” y creado en 1935, fue rebautizado oficialmente como “Kelly” en 1977, consolidándose como un símbolo atemporal de elegancia y refinamiento.
Con su estructura rígida, cierre de correa característica y candado, el bolso Kelly continúa siendo una de las piezas más codiciadas de la moda de lujo, con listas de espera que pueden extenderse por años. Cada bolso requiere entre 18 y 25 horas de trabajo artesanal, manteniendo vivo el legado de sofisticación que Grace Kelly personificó.
Una celebración digna de un cuento de hadas
Entre los 600 invitados que asistieron a la ceremonia religiosa figuraban algunas de las personalidades más destacadas de la época: Aristóteles Onassis, Conrad Hilton, el ex rey Farouk de Egipto, Randolph Churchill (hijo de Winston Churchill) y estrellas de cine como Cary Grant, Ava Gardner, David Niven y Gloria Swanson.
Tras la ceremonia, los recién casados recorrieron las calles de Mónaco en un Rolls-Royce descapotable y saludaron a miles de personas que se habían congregado para verlos. El banquete nupcial, servido en los jardines del Palacio Grimaldi, incluyó caviar Beluga, langosta thermidor, cordero con trufas y los mejores vinos franceses. El diseño y ejecución del menú estuvo a cargo del chef francés Jean Troisgros.
Un detalle especialmente llamativo fue la torta nupcial de seis pisos, elaborada por los pasteleros del Hotel de París. En su cima había una caja musical y dos tórtolas vivas, símbolos de fidelidad y amor duradero, que fueron liberadas en el momento en que el príncipe cortó la torta con la espada ceremonial de la familia Grimaldi, una reliquia del siglo XVII.
La luna de miel y la vida de palacio
Después de las celebraciones, la pareja zarpó a bordo del yate principesco Deo Juvante II para una luna de miel de siete semanas por el Mediterráneo. El yate había sido un regalo de Aristóteles Onassis.
Grace y Rainiero disfrutaron de 26 años de matrimonio y tuvieron tres hijos: Carolina (1957), Alberto (1958, actual príncipe soberano) y Estefanía (1965). Su unión terminó trágicamente el 14 de septiembre de 1982, cuando Grace falleció a los 52 años tras sufrir un accidente automovilístico en las curvas de la Corniche mientras conducía con su hija Estefanía. El príncipe Rainiero nunca volvió a casarse y se dedicó por completo a su trabajo hasta su muerte en 2005.
Casi siete décadas después, su boda sigue siendo el estándar con el que se miden todos los matrimonios reales posteriores. El vestido de Grace Kelly, conservado en el Museo de Arte de Filadelfia, ha inspirado a numerosas novias reales, incluyendo a Kate Middleton para su boda con el príncipe William.
Más allá del glamour y la fastuosidad, la historia de Grace y Rainiero representa la fusión de dos mundos aparentemente irreconciliables que, contra todo pronóstico, crearon una unión basada en el amor verdadero y transformaron para siempre la historia del pequeño principado mediterráneo.