El valor de los que hacen lo que deben
Los héroes verdaderos son aquellos que no acaban de advertir lo que representa el gesto heroico que los define y distingue. Suelen sacarse de encima los elogios y el lustre que otros quieren depositar sobre ellos con un simple “cumplí con mi deber”. Puede parecer una frase hecha, pero no lo es. El héroe verdadero, en minúscula, el que anda entre nosotros y es uno de nosotros, rechaza el bronce e ignora que lo es. Para presentar su libro en La Feria del Libro de Buenos Aires, el fiscal Diego Luciani debía optar entre una sala para 120 personas y otra con capacidad para 200. Eligió la más pequeña. Dudaba de su poder de convocatoria. En la noche previa al evento, soñó que presentaba su libro ante una sala vacía. La realidad le demostró que esos temores no tenían asidero. Tal fue la cantidad de gente que se agolpó el viernes de la semana pasada en la sala Carlos Gorostiza que se decidió hacer una segunda “función”. Así, nadie quedó defraudado, incluidos quienes habían recorrido cientos de kilómetros para escuchar al fiscal y llevarse un libro firmado.Claro, había razones de peso para semejante convocatoria. Se trata de un libro que aborda el mal más grave que padece la Argentina, la corrupción, culpable de su estancamiento y de unos índices de pobreza inadmisibles, escrito por alguien que no solo conjuga conocimiento teórico y experiencia práctica, sino que ha dado testimonio de un compromiso ético inquebrantable en la lucha contra la impunidad. Luciani es un fiscal que ha puesto el cuerpo. La prueba que desplegó junto a Sergio Mola en un alegato minucioso que duró varios días condujo a fallos de primera y segunda instancia que condenaron con penas de prisión a la expresidenta Cristina Kirchner, entonces vicepresidenta, y a muchos funcionarios. Una condena histórica. Creo que la megacausa Vialidad, cuya resolución final hoy está en manos de la Corte Suprema, podría marcar un punto de inflexión y revertir la decadencia moral del país. El libro de Luciani nos pone frente al espejo. Retrata una sociedad en falta, corroída por el desapego a la ley. Pero tiene un trasfondo esperanzadorEl título que el fiscal eligió para su libro es elocuente: Corrupción. Un atentado contra la democracia y los derechos humanos. Es decir, el saqueo perpetrado a escala industrial y de modo constante en los tres niveles del Estado socava las mismas bases del Estado de derecho, y eso degrada todas las dimensiones de nuestra vida en común. “En la Argentina, el peligro radica en que existe una tendencia a la ilegalidad y a la falta de respeto a la ley que permite justificar no solo las corruptelas menores, sino también la gran corrupción”, dice Luciani. ¿Cómo podría ser viable un país en el que el “roban pero hacen” se convirtió en un elogio? Ante un auditorio atento, Luciani recordó los mensajes mafiosos que recibió desde el poder. “Nisman se suicidó, espero que Luciani no se suicide”, llegó a decir Alberto Fernández, entonces presidente. El fiscal temió por él y su familia. Sin embargo, ante esa y otras amenazas, siguió adelante. Menos por valiente que por sentido del deber.Me tocó presentar el libro junto con Santiago Kovadloff, y ese aluvión de personas que se arrimaron al evento para escuchar al fiscal y expresarle su apoyo avivó mi esperanza en otro país posible. Un país donde la impunidad no sea la regla y la corrupción no sea costumbre. Se cumplen cuarenta años del inicio del Juicio a las Juntas, en el que un fiscal, Julio César Strassera, marcó el fin de los golpes militares con su “Nunca más”. Ojalá el “Es corrupción o justicia” con el que otro fiscal cerró su alegato en un juicio también histórico marque el punto en el que el país empezó a dejar atrás el mal que lo ha destruido. En momentos en que se resquebrajan las instituciones de la democracia en muchos países de Occidente, aquí estamos ante la oportunidad de recuperar una Justicia que, frente una prueba consistente, no vacile en juzgar y condenar a lo más alto del poder. Esto resulta imprescindible, si aspiramos defender un Estado de derecho que hoy se ve amenazado desde otro costado por los ataques furibundos a la prensa del Presidente, que ha llamado a odiar más a los periodistas. Ya es explícito: el odio es parte del combustible con el que Javier Milei busca alimentar su poder. Desde Fujimori, la Justicia y la prensa independiente son los principales enemigos de los nuevos autócratas. “Es vital que estos mentirosos y estafadores rindan cuentas”. No son palabras de Milei, sino de Donald Trump en su ataque a The New York Times. En el ranking de libertad de prensa de Reporteros sin Fronteras, conocido anteayer, Estados Unidos perdió más de 14 puntos y quedó en el puesto 57 entre 180 países. La Argentina descendió 47 lugares en lo que va del gobierno libertario y quedó en el puesto 87. Más que un alerta. El libro de Luciani nos pone frente al espejo. Retrata una sociedad en falta, corroída por el desapego a la ley. Pero tiene un trasfondo esperanzador. Es un aporte para sent

Los héroes verdaderos son aquellos que no acaban de advertir lo que representa el gesto heroico que los define y distingue. Suelen sacarse de encima los elogios y el lustre que otros quieren depositar sobre ellos con un simple “cumplí con mi deber”. Puede parecer una frase hecha, pero no lo es. El héroe verdadero, en minúscula, el que anda entre nosotros y es uno de nosotros, rechaza el bronce e ignora que lo es.
Para presentar su libro en La Feria del Libro de Buenos Aires, el fiscal Diego Luciani debía optar entre una sala para 120 personas y otra con capacidad para 200. Eligió la más pequeña. Dudaba de su poder de convocatoria. En la noche previa al evento, soñó que presentaba su libro ante una sala vacía. La realidad le demostró que esos temores no tenían asidero. Tal fue la cantidad de gente que se agolpó el viernes de la semana pasada en la sala Carlos Gorostiza que se decidió hacer una segunda “función”. Así, nadie quedó defraudado, incluidos quienes habían recorrido cientos de kilómetros para escuchar al fiscal y llevarse un libro firmado.
Claro, había razones de peso para semejante convocatoria. Se trata de un libro que aborda el mal más grave que padece la Argentina, la corrupción, culpable de su estancamiento y de unos índices de pobreza inadmisibles, escrito por alguien que no solo conjuga conocimiento teórico y experiencia práctica, sino que ha dado testimonio de un compromiso ético inquebrantable en la lucha contra la impunidad.
Luciani es un fiscal que ha puesto el cuerpo. La prueba que desplegó junto a Sergio Mola en un alegato minucioso que duró varios días condujo a fallos de primera y segunda instancia que condenaron con penas de prisión a la expresidenta Cristina Kirchner, entonces vicepresidenta, y a muchos funcionarios. Una condena histórica. Creo que la megacausa Vialidad, cuya resolución final hoy está en manos de la Corte Suprema, podría marcar un punto de inflexión y revertir la decadencia moral del país.
El libro de Luciani nos pone frente al espejo. Retrata una sociedad en falta, corroída por el desapego a la ley. Pero tiene un trasfondo esperanzador
El título que el fiscal eligió para su libro es elocuente: Corrupción. Un atentado contra la democracia y los derechos humanos. Es decir, el saqueo perpetrado a escala industrial y de modo constante en los tres niveles del Estado socava las mismas bases del Estado de derecho, y eso degrada todas las dimensiones de nuestra vida en común.
“En la Argentina, el peligro radica en que existe una tendencia a la ilegalidad y a la falta de respeto a la ley que permite justificar no solo las corruptelas menores, sino también la gran corrupción”, dice Luciani. ¿Cómo podría ser viable un país en el que el “roban pero hacen” se convirtió en un elogio?
Ante un auditorio atento, Luciani recordó los mensajes mafiosos que recibió desde el poder. “Nisman se suicidó, espero que Luciani no se suicide”, llegó a decir Alberto Fernández, entonces presidente. El fiscal temió por él y su familia. Sin embargo, ante esa y otras amenazas, siguió adelante. Menos por valiente que por sentido del deber.
Me tocó presentar el libro junto con Santiago Kovadloff, y ese aluvión de personas que se arrimaron al evento para escuchar al fiscal y expresarle su apoyo avivó mi esperanza en otro país posible. Un país donde la impunidad no sea la regla y la corrupción no sea costumbre. Se cumplen cuarenta años del inicio del Juicio a las Juntas, en el que un fiscal, Julio César Strassera, marcó el fin de los golpes militares con su “Nunca más”. Ojalá el “Es corrupción o justicia” con el que otro fiscal cerró su alegato en un juicio también histórico marque el punto en el que el país empezó a dejar atrás el mal que lo ha destruido.
En momentos en que se resquebrajan las instituciones de la democracia en muchos países de Occidente, aquí estamos ante la oportunidad de recuperar una Justicia que, frente una prueba consistente, no vacile en juzgar y condenar a lo más alto del poder. Esto resulta imprescindible, si aspiramos defender un Estado de derecho que hoy se ve amenazado desde otro costado por los ataques furibundos a la prensa del Presidente, que ha llamado a odiar más a los periodistas. Ya es explícito: el odio es parte del combustible con el que Javier Milei busca alimentar su poder. Desde Fujimori, la Justicia y la prensa independiente son los principales enemigos de los nuevos autócratas. “Es vital que estos mentirosos y estafadores rindan cuentas”. No son palabras de Milei, sino de Donald Trump en su ataque a The New York Times. En el ranking de libertad de prensa de Reporteros sin Fronteras, conocido anteayer, Estados Unidos perdió más de 14 puntos y quedó en el puesto 57 entre 180 países. La Argentina descendió 47 lugares en lo que va del gobierno libertario y quedó en el puesto 87. Más que un alerta.
El libro de Luciani nos pone frente al espejo. Retrata una sociedad en falta, corroída por el desapego a la ley. Pero tiene un trasfondo esperanzador. Es un aporte para sentar las bases de un nuevo paradigma, que permita construir una cultura más íntegra. Es, también, un llamado a despertar conciencias escrito por alguien que, ante la que quizás haya sido la prueba más difícil de su vida, hizo lo que tenía que hacer.