Es difícil en ocasiones sacar las cosas de su contexto, y si no, que se lo digan a Marcel Duchamp que desafió la concepción tradicional del arte. Marcos Morau ha realizado su propio desafío. Con las músicas de las películas que sus padres tanto amaban y fueron su imaginario infantil, ha creado un espectáculo que en nada nos recuerda a las películas donde tanto brillaron las composiciones de Ennio Morricone. Porque la cosa es difícil. La música de Morricone está irremediablemente ligada a una imagen : la catarata de 'La Misión'; el ruido del proyector de cine antiguo de 'Cinema Paradiso'; la cetrina cara con el cigarrillo medio caído de Clint Eastwood en 'El bueno, el feo y el malo'...,...
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