El reto del Gas Natural en México, potencial vs dependencia
México debe trazar una estrategia de mediano y largo plazo que contemple la atracción de inversión, el fortalecimiento del marco regulatorio y el desarrollo de infraestructura clave, como gasoductos y plantas de procesamiento, escribe Carlos Aurelio Hernández González

México se encuentra en una encrucijada energética. A pesar de ser un país con vasto potencial en hidrocarburos, su creciente dependencia del gas natural importado pone en riesgo su seguridad energética. Para entender los desafíos y las oportunidades, es esencial analizar el balance entre las reservas actuales y la demanda nacional.
Al inicio de 2024, México contaba con aproximadamente 7,500 BCF (miles de millones de pies cúbicos) de reservas probadas de gas natural, según datos de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) y el Oil & Gas Journal.
Esta cifra representa el volumen que puede explotarse de forma segura y rentable con la tecnología actual. No obstante, solo alcanza para cubrir alrededor de 1.4 años del consumo nacional. Este cálculo se basa en el consumo diario promedio de gas natural en México, que es de aproximadamente 8,486 millones de pies cúbicos (MMpcd), con datos de la Secretaría de Energía (SENER) en 2022, lo que se traduce en 3,096.5 BCF al año.
Esta brecha ha convertido a México en un importador neto de gas natural, dependiendo de Estados Unidos para satisfacer cerca del 70% de su consumo. La generación eléctrica, impulsada en buena parte por ciclos combinados de gas natural, representa el principal uso de este energético, seguida por la industria y, en menor medida, el sector residencial.
México cuenta con una abundancia de recursos prospectivos, estimados en 225,000 BCF, de acuerdo con un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2021). Estos recursos incluyen yacimientos convencionales aún no descubiertos, principalmente en el Golfo de México profundo, así como formaciones no convencionales en regiones como la cuenca de Burgos y Sabinas.
Si estos recursos llegaran a desarrollarse plenamente, podrían abastecer la demanda nacional por más de cuatro décadas. Para convertir este potencial en reservas probadas se requieren inversiones significativas en exploración, infraestructura y tecnologías avanzadas.
Uno de los grandes desafíos en este proceso es el riesgo ambiental. La exploración y explotación, especialmente en formaciones no convencionales, pueden tener impactos negativos en el uso del agua, el suelo y la calidad del aire. Sin embargo, las tecnologías emergentes en perforación dirigida, reutilización de aguas residuales y monitoreo sísmico en tiempo real permiten mitigar buena parte de estos impactos. Adoptar estándares ambientales estrictos y fomentar la innovación puede convertir al gas natural en un energético puente hacia una matriz más limpia.
El informe de la CNH titulado Retos y oportunidades de la producción de petróleo y gas natural de yacimientos no convencionales en México (2022) destaca que el país figura entre los diez con mayores recursos técnicamente recuperables de gas no convencional a nivel mundial, pero también subraya los retos regulatorios, sociales y ambientales que enfrenta su aprovechamiento.
En este contexto, México debe trazar una estrategia de mediano y largo plazo que contemple la atracción de inversión, el fortalecimiento del marco regulatorio y el desarrollo de infraestructura clave, como gasoductos y plantas de procesamiento. Solo así se podrá transformar su riqueza subterránea en una base energética segura, asequible y sostenible.
La guerra en Ucrania y las recientes políticas arancelarias del principal socio comercial de México convierten a la autosuficiencia en gas natural no solo en una meta técnica o económica, sino en un imperativo estratégico en materia de soberanía y geopolítica mundial, para garantizar la seguridad y la transición energética del país en un mundo cada vez más incierto.