El pueblo más pequeño de Castilla y León celebra la «ilusión» de su primer nacimiento desde los setenta

Miguel Ángel nació apenas pasada la medianoche del 28 de abril. Horas antes del apagón y tras un parto muy laborioso, llegaba al mundo «con un hornazo bajo el brazo» , bromea su padre, pues era, precisamente, Lunes de Aguas, día de fiesta en Salamanca. Pero es que además el recién nacido adquiere tintes de acontecimiento en su pueblo, Las Casas del Conde, toda una «ilusión» para los vecinos por ser el primer inscrito como nacido -que no empadronado- desde 1973. Con apenas 63 habitantes y 1,2 kilómetros cuadrados, el municipio es el más pequeño en superficie de Castilla y León y el sexto en la clasificación nacional. «Me consta que han celebrado el nacimiento, que se han juntado en el bar del pueblo», sonríe Juan José Acera, progenitor del niño y, a la vez, alcalde del lugar. No ha hecho falta comunicación oficial, todo el vecindario estaba pendiente, algo que reconoce que les emociona. «Durante todo el embarazo nos han hecho sentir muy arropados y ahora sabemos que nos esperan», añade, en ese 'impasse' de los primeros días en el que madre e hijo permanecen ingresados en el Hospital Clínico de Salamanca. Acera explica que la felicidad de que ambos estén bien se une al simbolismo de que la jueza de paz haya inscrito al pequeño en el registro, pues siente que el gesto «da continuidad al municipio». Por capricho del apagón, su nombre se apuntó además en papel, y no de forma telemática. La pareja ya había dado el paso de instalarse en el pueblo del que procede la familia de él hace tres o cuatro años, antes de que ella -Patricia Guijo, también salmantina- se quedase embarazada. «Queremos vivir allí, con todo lo que conlleva», refiere Juan José, que asegura que la previsión de ser uno más nunca les hizo dudar. El niño tendrá todas las necesidades cubiertas y crecerá «con la ventaja de una libertad absoluta» que le permitirá «correr sin miedo al tráfico» o jugar y moverse «sin sus padres detrás todo el rato», indica. «Los niños de ciudad están deseando llegar al pueblo en verano para hacer su vida, y al final los pueblos pequeños son como una familia, se sabe por dónde estás, todos se identifican y se preocupan si alguien falta», recuerda. Juan José cuenta que han prometido un alto en el camino cuando vayan camino a casa: la visita a Magdalena, la mujer que llevaba la antigua tienda de Las Casas y que le conoce desde crío. Aunque, a sus 91 años, su salud se resentía y las exigencias de la sierra la han forzado a trasladarse, «no quería irse a la residencia hasta ver nacer al niño» , explica el padre primerizo. De modo que serán ellos los que se acerquen al nuevo hogar de la anciana, sólo un ejemplo de la expectación que ha generado. «Al final, vivimos y sufrimos todo juntos», comenta Acero. En la actualidad, Las Casas del Conde sólo cuenta con otra niña, «ya preadolescente». Pero cuando Miguel Ángel tenga que ir al colegio, lo hará sin mayor problema. Su padre ejemplifica que La Alberca o Tamames están a quince minutos de coche. Después de haber vivido en Sitges (Barcelona), Granada o Madrid, a este técnico de Medio Ambiente no le parecen tiempos descabellados, aunque en el mundo rural «no te hace falta el coche por las distancias, si no porque no tienes de todo». Cambian «los ritmos» y «si quedas con alguien es más inmediato, no en dos semanas»: «La vida en cuanto al trabajo y la rutina es similar, es el ocio lo que cambia, aquí tenemos más tiempo libre, y de calidad», defiende. De momento, Miguel Ángel pesa 4,2 kilos y está sano y fuerte : no hay duda de que el nuevo casacondeño es la alegría del momento.

Abr 30, 2025 - 21:25
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El pueblo más pequeño de Castilla y León celebra la «ilusión» de su primer nacimiento desde los setenta
Miguel Ángel nació apenas pasada la medianoche del 28 de abril. Horas antes del apagón y tras un parto muy laborioso, llegaba al mundo «con un hornazo bajo el brazo» , bromea su padre, pues era, precisamente, Lunes de Aguas, día de fiesta en Salamanca. Pero es que además el recién nacido adquiere tintes de acontecimiento en su pueblo, Las Casas del Conde, toda una «ilusión» para los vecinos por ser el primer inscrito como nacido -que no empadronado- desde 1973. Con apenas 63 habitantes y 1,2 kilómetros cuadrados, el municipio es el más pequeño en superficie de Castilla y León y el sexto en la clasificación nacional. «Me consta que han celebrado el nacimiento, que se han juntado en el bar del pueblo», sonríe Juan José Acera, progenitor del niño y, a la vez, alcalde del lugar. No ha hecho falta comunicación oficial, todo el vecindario estaba pendiente, algo que reconoce que les emociona. «Durante todo el embarazo nos han hecho sentir muy arropados y ahora sabemos que nos esperan», añade, en ese 'impasse' de los primeros días en el que madre e hijo permanecen ingresados en el Hospital Clínico de Salamanca. Acera explica que la felicidad de que ambos estén bien se une al simbolismo de que la jueza de paz haya inscrito al pequeño en el registro, pues siente que el gesto «da continuidad al municipio». Por capricho del apagón, su nombre se apuntó además en papel, y no de forma telemática. La pareja ya había dado el paso de instalarse en el pueblo del que procede la familia de él hace tres o cuatro años, antes de que ella -Patricia Guijo, también salmantina- se quedase embarazada. «Queremos vivir allí, con todo lo que conlleva», refiere Juan José, que asegura que la previsión de ser uno más nunca les hizo dudar. El niño tendrá todas las necesidades cubiertas y crecerá «con la ventaja de una libertad absoluta» que le permitirá «correr sin miedo al tráfico» o jugar y moverse «sin sus padres detrás todo el rato», indica. «Los niños de ciudad están deseando llegar al pueblo en verano para hacer su vida, y al final los pueblos pequeños son como una familia, se sabe por dónde estás, todos se identifican y se preocupan si alguien falta», recuerda. Juan José cuenta que han prometido un alto en el camino cuando vayan camino a casa: la visita a Magdalena, la mujer que llevaba la antigua tienda de Las Casas y que le conoce desde crío. Aunque, a sus 91 años, su salud se resentía y las exigencias de la sierra la han forzado a trasladarse, «no quería irse a la residencia hasta ver nacer al niño» , explica el padre primerizo. De modo que serán ellos los que se acerquen al nuevo hogar de la anciana, sólo un ejemplo de la expectación que ha generado. «Al final, vivimos y sufrimos todo juntos», comenta Acero. En la actualidad, Las Casas del Conde sólo cuenta con otra niña, «ya preadolescente». Pero cuando Miguel Ángel tenga que ir al colegio, lo hará sin mayor problema. Su padre ejemplifica que La Alberca o Tamames están a quince minutos de coche. Después de haber vivido en Sitges (Barcelona), Granada o Madrid, a este técnico de Medio Ambiente no le parecen tiempos descabellados, aunque en el mundo rural «no te hace falta el coche por las distancias, si no porque no tienes de todo». Cambian «los ritmos» y «si quedas con alguien es más inmediato, no en dos semanas»: «La vida en cuanto al trabajo y la rutina es similar, es el ocio lo que cambia, aquí tenemos más tiempo libre, y de calidad», defiende. De momento, Miguel Ángel pesa 4,2 kilos y está sano y fuerte : no hay duda de que el nuevo casacondeño es la alegría del momento.