Después del despropósito del día anterior, impropio de un club como el
Real Madrid, escocido por las declaraciones de un contestatario colectivo arbitral, la final de la
Copa del Rey de Sevilla pintaba, más que a abundancia de goles, a protagonistas indirectos como consecuencia de las decisiones de los colegiados. Y así resultó.
Ferran Torres, a fin de cuentas uno de los artífices coperos, se vio envuelto en todo ello. Su tanto forzaba una prórroga y una entrada de
Rudiger en el interior del área tuvo todo el tufo de claro penalti que no fue señalado.
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