El Museo de Historia Natural de Nueva York puso cara a los depredadores más famosos del cine
Arte - La imagen del tiburón de 'Tiburón' y la silueta del tiranosaurio de 'Jurassic Park' comparten un origen común, marcado por la observación directa y la reinterpretación visual de elementos científicos para crear iconos culturales duraderosSteven Spielberg regresó a la universidad después de 30 años y convirtió dos de sus películas más reconocidas en créditos académicos Un tiburón pintado a partir de un modelo de yeso y un dinosaurio que, en su versión inicial, tenía rasgos inspirados en una rana. Ese fue el punto de partida de dos de los carteles más icónicos del cine, Tiburón y Jurassic Park, y ambos nacieron, en parte, en el mismo sitio: el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York (AMNH). Lo que comenzó como una visita para tomar apuntes acabó convirtiéndose en un golpe de efecto que marcó la estética del blockbuster. Ni tiburones ni reptiles extintos, el verdadero protagonista estaba en la Quinta Avenida, rodeado de esqueletos. El tiburón más temido surgió de una casualidad Antes de que el director Steven Spielberg buscara representar un tiranosaurio con movimientos ágiles y postura dinámica, parecidos a los de un ave rapaz, el artista Roger Kastel había convertido una escena de desnudo y el avance de un bocado letal en la imagen perfecta para vender novelas en los setenta. jaws poster La portada de bolsillo de Jaws, con una bañista ajena al tiburón que emerge del fondo, nació del instinto de Kastel y de lo que pudo observar en el museo. Como no sabía nada de tiburones, fue al AMNH en busca de referencias. Allí encontró varios modelos de escayola que estaban siendo limpiados. Aprovechó la oportunidad para hacer bocetos, que más tarde combinaría hasta dar forma al gran blanco. De ese dibujo, saldría una de las imágenes más influyentes del cine comercial. Cuando Universal compró la ilustración para convertirla en cartel, Kastel aún no era consciente de que acababa de hacer historia. Ni siquiera volvió a ver el original. “Lo enviaron a Hollywood y no me lo devolvieron”, explicó años más tarde. La obra desapareció como si la hubiera tragado el mar. El tiburón se convirtió en uno de los grandes miedos para los bañistas de todo el mundo El cartel fue censurado en Boston y en Fort Lauderdale, pero eso solo ayudó a multiplicar su difusión. El estudio cinematrográfico se aferró a la imagen como a un salvavidas y la explotó en camisetas, tazas y hasta juegos de mesa. La criatura también cobró forma física. Para el rodaje, Spielberg encargó un modelo mecánico a escala real, apodado Bruce, que supuso un desafío técnico por su tamaño y por la constante interacción con el agua. Era un tiburón animatrónico de más de siete metros, cuya rigidez acabó condicionando el montaje final de la película. La torpeza del modelo obligó al director a ocultarlo durante gran parte del metraje, una limitación que, paradójicamente, inten

Arte - La imagen del tiburón de 'Tiburón' y la silueta del tiranosaurio de 'Jurassic Park' comparten un origen común, marcado por la observación directa y la reinterpretación visual de elementos científicos para crear iconos culturales duraderos
Steven Spielberg regresó a la universidad después de 30 años y convirtió dos de sus películas más reconocidas en créditos académicos
Un tiburón pintado a partir de un modelo de yeso y un dinosaurio que, en su versión inicial, tenía rasgos inspirados en una rana. Ese fue el punto de partida de dos de los carteles más icónicos del cine, Tiburón y Jurassic Park, y ambos nacieron, en parte, en el mismo sitio: el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York (AMNH).
Lo que comenzó como una visita para tomar apuntes acabó convirtiéndose en un golpe de efecto que marcó la estética del blockbuster. Ni tiburones ni reptiles extintos, el verdadero protagonista estaba en la Quinta Avenida, rodeado de esqueletos.
El tiburón más temido surgió de una casualidad
Antes de que el director Steven Spielberg buscara representar un tiranosaurio con movimientos ágiles y postura dinámica, parecidos a los de un ave rapaz, el artista Roger Kastel había convertido una escena de desnudo y el avance de un bocado letal en la imagen perfecta para vender novelas en los setenta.
La portada de bolsillo de Jaws, con una bañista ajena al tiburón que emerge del fondo, nació del instinto de Kastel y de lo que pudo observar en el museo. Como no sabía nada de tiburones, fue al AMNH en busca de referencias. Allí encontró varios modelos de escayola que estaban siendo limpiados.
Aprovechó la oportunidad para hacer bocetos, que más tarde combinaría hasta dar forma al gran blanco. De ese dibujo, saldría una de las imágenes más influyentes del cine comercial.
Cuando Universal compró la ilustración para convertirla en cartel, Kastel aún no era consciente de que acababa de hacer historia. Ni siquiera volvió a ver el original. “Lo enviaron a Hollywood y no me lo devolvieron”, explicó años más tarde. La obra desapareció como si la hubiera tragado el mar.
El cartel fue censurado en Boston y en Fort Lauderdale, pero eso solo ayudó a multiplicar su difusión. El estudio cinematrográfico se aferró a la imagen como a un salvavidas y la explotó en camisetas, tazas y hasta juegos de mesa.
La criatura también cobró forma física. Para el rodaje, Spielberg encargó un modelo mecánico a escala real, apodado Bruce, que supuso un desafío técnico por su tamaño y por la constante interacción con el agua. Era un tiburón animatrónico de más de siete metros, cuya rigidez acabó condicionando el montaje final de la película. La torpeza del modelo obligó al director a ocultarlo durante gran parte del metraje, una limitación que, paradójicamente, intensificó el suspense.
Un fósil mal montado y un póster inolvidable
Dieciocho años después, el célebre director volvió a confiar en el mismo museo neoyorquino para dar forma a otro depredador, aunque esta vez el reto era aún mayor: no bastaba con un dibujo impactante, el animal debía cobrar vida sin dar problemas. Para lograrlo, su equipo combinó animatrónica y efectos digitales, una novedad absoluta en 1993.
Phil Tippett, Stan Winston, Dennis Muren, Mark Crash McCreery, Mike Trcic… todos pusieron su grano de arena para diseñar un depredador que impusiera respeto y se moviera como si hubiera estado ahí desde el Cretácico.
El primer paso, sin embargo, fue volver a lo básico: fósiles, huesos y réplicas. Los diseñadores visitaron el AMNH y estudiaron el esqueleto AMNH 5027, el más famoso de todos. Ese cráneo, mal montado durante décadas, influyó en la forma en que se representó al T.rex en películas y libros, incluido el de Michael Crichton. De hecho, el diseñador Chip Kidd se inspiró en ese fósil para crear la portada de Jurassic Park, la misma que luego se adaptaría al cartel de la película.
El proyecto, que en sus primeras fases consideró la posibilidad de dotar a los dinosaurios de rasgos faciales anfibios, como pliegues o protuberancias similares a los de algunas ranas, acabó consolidando una estética que mezclaba rigor científico con terror visual.
John Gurche y Mark Hallett, paleoartistas de referencia, asesoraron en la anatomía y biomecánica de los animales. Incluso se descartaron varias esculturas que no convencieron a Spielberg. Solo después de múltiples rediseños y discusiones internas, se alcanzó un diseño que gustó al director, aunque no respetaba al cien por cien la anatomía original. “Queríamos que tuviera un aspecto más fiero”, reconoció el escultor Mike Trcic.
Dos criaturas imposibles unidas por una visita al mismo museo
A diferencia del cartel de Tiburón, que se quedó en una pintura que nunca volvió a manos de su autor, Jurassic Park necesitó bustos, maquetas a escala y criaturas animadas que compartieran plano con actores y lluvia artificial.
El rugido del T.rex, el temblor del agua en el vaso y la puerta del coche abriéndose con violencia no habrían funcionado sin un animal que pareciera real. Y esa criatura, igual que el gran blanco surgido del pincel de Kastel, empezó a tomar forma entre vitrinas, huesos y modelos expuestos.
El Museo de Historia Natural de Nueva York no solo fue útil. Fue decisivo. Allí se gestaron, con lápiz o con arcilla, dos de las imágenes más reconocibles del cine moderno. Un tiburón saliendo de las profundidades y un dinosaurio con los ojos brillando bajo la lluvia al mirar por la ventanilla de un coche: ambos tienen más en común de lo que parece.