El éxito de Melody en la cuenta atrás para Eurovisión 2025
Las lecciones de la actitud de Melody en el camino a Eurovisión.

El martes 13 de mayo comienza la 69 edición del festival que nació para unir la diversidad de Europa desde la fuerza de la televisión y la música. Un ejercicio de marketing, a través de la varieté, que salió perfecto. Al menos, en su objetivo de sentirnos europeos.
Solo hemos ganado dos veces, en 1968 y 1969. Con Massiel. Y con Salomé, la única vez que el eurofestival adulto se ha celebrado en España. Fue en un Teatro Real vestido para la ocasión de una dictadura franquista que quería parecer moderna. Como si eso fuera compatible.
Este año, Melody representa a TVE y, por tanto, a nuestro país. Cómo le irá a la diva poderosa dependerá sobre todo de la calidad visual de la puesta en escena. Porque Eurovisión es un programa de televisión. Las canciones no solo se escuchan, sobre todo se cuentan. Es lo que lleva a este talent show a pulverizar audiencias: nos pone a competir con países que transforman la música en una experiencia sustentada en la creatividad. Y la imaginación suele ser la antítesis de la indiferencia.
Pero el equipo escénico de Melody ha cambiado desde el Benidorm Fest. Una debilidad clásica de la participación española en el ESC. Las ideas que triunfan en Eurovisión son las que no suelen variar prácticamente nada desde la preselección de su país. Ya en su origen, el show está listo para ganar. De hecho, el nervio de ir metiendo añadidos suele terminar por desvirtuar las propuestas.
Melody ha modificado la canción y necesita focalizar fuerzas en una dirección artística más atinada que la del videoclip, cargado de tópicos básicos de 'diva' refinada en el Hollywood de los años cuarenta que alejan más que acercan a aquello que hace única a la cantante andaluza. Por suerte, ella por sí misma se está mostrando al mundo con la esencia de su naturalidad folclórica con la que no para de crear aliados. Hasta cuando se queda atrapada en un tren de alta velocidad en pleno apagón: convierte el caos en promoción. Lo hace con una actitud positiva que suele demostrar ante los sobresaltos que, en realidad, son solamente problemas del primer mundo. Le da igual que falle el micrófono o que se quede parada en un tren. Tiene solución. Y ella lo comparte en sus redes.
Melody ya ha ganado. Porque no está en modo tensión en la cuenta atrás a la meta que supone el festival. Esa meta que se esfumará en los tres minutos que dura la actuación del escenario de Basilea. Una actuación que quedará para la posteridad, sí. Pero, además, Melody está consiguiendo lo más importante: festejar todos los prolegómenos y hacernos partícipes de ellos. Melody no para de invertir recuerdos y no deja que la oportunidad se les escape de las manos sin haber bailado bien todo aquello que supone participar en Eurovisión. Así juega con los eurofans y con el público en general, en los eventos y en las redes sociales. Así la participación de Melody ya es un éxito, quede como quede. Ha hecho de Eurovisión su gran postal promocional gracias a que no trata con snobismo al festival. Gracias a que incluso parece relativizar las expectativas ajenas. Como no ha sucedido a otros cantantes en otros años, a los que los prejuicios y el ruido fanático del entorno del festival les terminó devorando y encerrando.
Melody, en cambio, nos ha metido en el bolsillo como artista. Está presente. Nos ha ganado compartiendo y celebrando los cancaneos del recorrido y, como consecuencia, no acaba apostándose todo su porvenir a cómo salgan los tres fugaces minutos del show que protagonizará en Eurovisión. Y encima la de batallitas que va a poder contar en el futuro con los momentos que está habitando sin medias tintas, pues no se está permitiendo mirar nada por encima del hombro.