El Encuentro: el epílogo de la Semana Santa que no pudo ser

Parecía que, después de un Viernes Santo pasado por agua, el cielo iba a ser más clemente con el cierre de la Semana Santa de Madrid . Sin embargo, la Congregación de Nuestra Señora de la Soledad y Desamparo tampoco pudo ayer sacar sus imágenes nada más que a las puertas de su templo, la Iglesia de la Concepción Real de Calatrava, situada apenas a unos pasos de la Puerta del Sol. Y eso que los pronósticos eran halagüeños. De hecho, horas antes de la procesión, Luis López, el hermano mayor, era optimista, aunque reconocía que estaban ultimando los preparativos «mirando al cielo». Como todas las cofradías madrileñas esta semana. Uno de los momentos más esperados de esta estación de penitencia es el encuentro de la Madre (una talla del siglo XVIII firmada por Juan Pascual de Mena) con su hijo yacente, que estaba programado que se produjese en la Plaza de la Villa. Este año, además, iba a estar acompañado por una saeta interpretada por Rocío Luna. El plan B, si la lluvia hacía acto de presencia, explicaba López, era hacer un recorrido corto hasta la Puerta del Sol. Pero al final, ni uno ni lo otro. No obstante, cofrades y devotos mantuvieron la esperanza hasta el último minuto. Media hora antes del inicio de la procesión, en el interior de la iglesia de las Calatravas los anderos (y anderas) se ajustaban sus negros hábitos y las mujeres de mantilla los broches de sus peinetas. El 'trending topic' de todos los corrillos era el tiempo: si caería una tormenta y cuándo. Fuera del templo, los cientos de creyentes (y turistas) que se agolpaban entre el metro de Sevilla y el Four Seasons tenían un ojo en la puerta de la iglesia y otro en el cielo, paraguas en mano. Victoria, que estaba en primera fila, llevaba más de dos horas esperando a La Soledad. «No me importa, vengo todos los años. Si no puede procesionar, que con estas tallas uno no puede arriesgarse, al menos que la acerquen para que la veamos», relataba. A eso de las 16.30 horas, con media hora de retraso, empezaban los prolegómenos de la procesión: la hermandad de La Borriquita , que abre la Semana Santa matritense, llamó a las puertas de la Congregación Nuestra Señora de la Soledad y Desamparo para entregarle las llaves que custodiarán hasta el inicio de la próxima Pascua, cuando harán la ceremonia a la inversa. Inmediatamente después, precedida por más de un centenar de tambores de la cofradía de la Coronación de Espinas de Zaragoza, salió del templo la imagen del Cristo yacente, portada por casi cuarenta anderos. Detrás iba la Soledad, que además estrenaba manto, pero la lluvia que comenzaba a caer con fuerza paralizó su marcha. En un principio, la hermandad decidió aguantar, porque la tormenta iba a durar «unos cuatro minutos». Pero arreció y los penitentes, empapados, tuvieron que volver a la iglesia. Esperaron una prudente media hora, mientras secaban al Cristo, a ver si escampaba, pero no podían arriesgar su patrimonio, así que decidieron cancelar la estación de penitencia y realizar el Encuentro a las puertas de la iglesia. Cuando, a eso de las 17.30, salieron ambas imágenes, el aplauso fue mayúsculo. Agradecida, la congregación estuvo media hora meciendo sus tallas frente a los fieles. A más de un andero se le escapaba, ya bajo el sol, alguna lágrima, quién sabe si de frustración o de desahogo. Un consuelo para todos, un epílogo a medias en una Pascua pasada por agua. Solo queda que las nubes no desluzcan la Tamborrada.

Abr 19, 2025 - 20:55
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El Encuentro: el epílogo de la Semana Santa que no pudo ser
Parecía que, después de un Viernes Santo pasado por agua, el cielo iba a ser más clemente con el cierre de la Semana Santa de Madrid . Sin embargo, la Congregación de Nuestra Señora de la Soledad y Desamparo tampoco pudo ayer sacar sus imágenes nada más que a las puertas de su templo, la Iglesia de la Concepción Real de Calatrava, situada apenas a unos pasos de la Puerta del Sol. Y eso que los pronósticos eran halagüeños. De hecho, horas antes de la procesión, Luis López, el hermano mayor, era optimista, aunque reconocía que estaban ultimando los preparativos «mirando al cielo». Como todas las cofradías madrileñas esta semana. Uno de los momentos más esperados de esta estación de penitencia es el encuentro de la Madre (una talla del siglo XVIII firmada por Juan Pascual de Mena) con su hijo yacente, que estaba programado que se produjese en la Plaza de la Villa. Este año, además, iba a estar acompañado por una saeta interpretada por Rocío Luna. El plan B, si la lluvia hacía acto de presencia, explicaba López, era hacer un recorrido corto hasta la Puerta del Sol. Pero al final, ni uno ni lo otro. No obstante, cofrades y devotos mantuvieron la esperanza hasta el último minuto. Media hora antes del inicio de la procesión, en el interior de la iglesia de las Calatravas los anderos (y anderas) se ajustaban sus negros hábitos y las mujeres de mantilla los broches de sus peinetas. El 'trending topic' de todos los corrillos era el tiempo: si caería una tormenta y cuándo. Fuera del templo, los cientos de creyentes (y turistas) que se agolpaban entre el metro de Sevilla y el Four Seasons tenían un ojo en la puerta de la iglesia y otro en el cielo, paraguas en mano. Victoria, que estaba en primera fila, llevaba más de dos horas esperando a La Soledad. «No me importa, vengo todos los años. Si no puede procesionar, que con estas tallas uno no puede arriesgarse, al menos que la acerquen para que la veamos», relataba. A eso de las 16.30 horas, con media hora de retraso, empezaban los prolegómenos de la procesión: la hermandad de La Borriquita , que abre la Semana Santa matritense, llamó a las puertas de la Congregación Nuestra Señora de la Soledad y Desamparo para entregarle las llaves que custodiarán hasta el inicio de la próxima Pascua, cuando harán la ceremonia a la inversa. Inmediatamente después, precedida por más de un centenar de tambores de la cofradía de la Coronación de Espinas de Zaragoza, salió del templo la imagen del Cristo yacente, portada por casi cuarenta anderos. Detrás iba la Soledad, que además estrenaba manto, pero la lluvia que comenzaba a caer con fuerza paralizó su marcha. En un principio, la hermandad decidió aguantar, porque la tormenta iba a durar «unos cuatro minutos». Pero arreció y los penitentes, empapados, tuvieron que volver a la iglesia. Esperaron una prudente media hora, mientras secaban al Cristo, a ver si escampaba, pero no podían arriesgar su patrimonio, así que decidieron cancelar la estación de penitencia y realizar el Encuentro a las puertas de la iglesia. Cuando, a eso de las 17.30, salieron ambas imágenes, el aplauso fue mayúsculo. Agradecida, la congregación estuvo media hora meciendo sus tallas frente a los fieles. A más de un andero se le escapaba, ya bajo el sol, alguna lágrima, quién sabe si de frustración o de desahogo. Un consuelo para todos, un epílogo a medias en una Pascua pasada por agua. Solo queda que las nubes no desluzcan la Tamborrada.