Hay un fenómeno que se repite con una regularidad tan fría como inaceptable en nuestras carreteras: conductores que, una y otra vez, se ponen al volante bajo los efectos del alcohol o las drogas. Algunos lo hacen sin carné, otros con antecedentes penales, muchos con un historial tan largo que debería haber sido más que suficiente para apartarlos definitivamente de la conducción. Pero lo hacen. Y lo peor es que lo saben. Hablamos de los reincidentes . Conductores que no han tenido un «despiste», ni un «mal día», sino que deciden conscientemente jugar con la vida ajena. Porque pueden y el sistema se lo permite, porque las administraciones, que tienen la competencia y las herramientas, no las están utilizando. Mientras...
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