El aumento del alquiler asfixia al comercio local en el centro de Barcelona: "Los negocios pequeños desaparecerán"

El precio de los arrendamientos se ha casi duplicado en tan solo cinco años en algunas zonas de la ciudad, lo que los comerciantes consideran una condena para las tiendas de proximidadLos contratos de alquiler de temporada aumentaron hasta el 14% con la Ley de Vivienda La charcutería El Racó del Paladar, ubicada en la calle Sardenya 244 de Barcelona, encajó el burofax con la subida del alquiler casi como una condena. Ocurrió en 2022. Al llegar a la mitad del contrato de diez años, una cláusula permitía su incremento. Pasó de 1.034 euros a cerca de 2.000 por un local de 40 m2 útiles. “En ese momento trabajábamos mi mujer, mi hermana y yo, todos con más de 50 años, ¿qué podía hacer? ¿Montar otra tienda? Decidí aguantar sabiendo que los números no salían”, explica Marcos Peña, propietario del negocio.  Su resistencia duró dos años. Acabó bajando la persiana en cuanto supo que en el mercado municipal de su barrio, el Fort Pienc, en el distrito del Eixample, quedaba vacante un puesto de charcutería. “Di el paso porque la propiedad del local ya me había comunicado que no me iban a renovar cuando acabase el contrato, en 2027”, se lamenta Peña, ya desde noviembre en su nueva ubicación dentro del mercado, convertido en refugio para un comercio de proximidad en declive en la zona.  Además de la falta de relevo generacional y de la competencia del comercio online, en Barcelona las tiendas tradicionales se encuentran cada vez más asfixiadas por los alquileres. Más silenciosa que la crisis de la vivienda, la que dispara los precios de arrendamiento de los locales comerciales tiene igualmente muy preocupadas a las asociaciones de vecinos y de comerciantes. “A la hora de renovar contratos, estamos viendo subidas del 40%, 50% o 70% del precio. Son excesivas para el pequeño comercio de barrio, y son sinónimo de ahogo”, sostiene Xavier Llobet, presidente de la entidad Coreixample.  Los datos obtenidos por elDiario.es a partir de las fianzas depositadas en el Institut Català del Sòl (Incasòl) confirman este aumento de precios, especialmente en las zonas más céntricas y las consideradas premium. Por ejemplo, en la que abarca el Passeig de Gràcia y la Rambla de Catalunya, entre 2019 y 2024 los nuevos contratos de alquiler han saltado de unas ya elevadas mensualidades de 3.808 euros de media a 7.180, un incremento del 89%. Auges parecidos se observan también en el Gótico, Sant Pere y la Barceloneta (de 2.422 euros a 4.371) o precisamente en el Fort Pienc, el barrio de El Racó del Paladar (de 889 euros a 1.602). La crecida de los precios, que en estos cinco años es de un 7% para el conjunto de la ciudad, es muy dispar entre barrios. Y en general oscilan más que el precio de la vivienda a lo largo de los trimestres. Destacan también casos de incrementos más moderados, como Sants (10%) o el Guinardó (8%), así como barrios de la periferia donde los contratos también se disparan, como la zona de Ciutat Meridiana y Torre Baró, que sube un 71%.  Sin apenas datos oficiales, y a merced de los que publican los portales de anuncios inmobiliarios, la crisis del alquiler en los comercios suele trascender a partir de los testimonios que tiran la toalla cuando no pueden hacer frente a los nuevos contratos. A menudo son establecimientos centenarios como el bar Versalles, en Sant Andreu (les pedían 10.000 euros de mensualidad); la librería Anticuaria Farré (saltaron de una renta antigua a 6.000 euros), o la droguería Gomara en el Raval (hasta 3.800 euros), como ejemplos de los últimos años. Sin ir más lejos, también el comercio vecino de la charcutería El Racó del Paladar, la mercería La Merceria, era centenaria y acabó cerrando. Su casero era el mismo. “Como a la mujer le quedaban dos años para jubilarse, dijo que no quería follones y cerró”, dice Peña. La persiana sigue bajada.  Quienes conocen el mercado de los locales comerciales afirman sin ninguna duda que el pequeño comercio, el regentado por autónomos o pymes, tiene las cartas perdedoras en el centro de una ciudad como Barcelona. “Las grandes franquicias y marcas internacionales están dispuestas a pagar alquileres muy elevados para ocupar zonas prime, y esto hace que los pequeños tenderos no puedan asumirlo y se tengan que desplazar a barrios más económicos”, analiza Elisabet Panisello, de la consultora inmobiliaria especializada en locales Laborde Marcet.  Si un alquiler razonable no debería superar el 15% de la facturación de un negocio, recomienda Panisello, este umbral se rompe rápidamente en las zonas más demandadas. Pero la diferencia entre un pequeño comercio o una gran cadena, añade la consultora, es que esta segunda puede asumir ese porcentaje mayor simplemente porque por imagen de marca le interesa ocupar una arteria comercial de la ciudad.

Abr 21, 2025 - 07:24
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El aumento del alquiler asfixia al comercio local en el centro de Barcelona: "Los negocios pequeños desaparecerán"

El aumento del alquiler asfixia al comercio local en el centro de Barcelona: "Los negocios pequeños desaparecerán"

El precio de los arrendamientos se ha casi duplicado en tan solo cinco años en algunas zonas de la ciudad, lo que los comerciantes consideran una condena para las tiendas de proximidad

Los contratos de alquiler de temporada aumentaron hasta el 14% con la Ley de Vivienda

La charcutería El Racó del Paladar, ubicada en la calle Sardenya 244 de Barcelona, encajó el burofax con la subida del alquiler casi como una condena. Ocurrió en 2022. Al llegar a la mitad del contrato de diez años, una cláusula permitía su incremento. Pasó de 1.034 euros a cerca de 2.000 por un local de 40 m2 útiles. “En ese momento trabajábamos mi mujer, mi hermana y yo, todos con más de 50 años, ¿qué podía hacer? ¿Montar otra tienda? Decidí aguantar sabiendo que los números no salían”, explica Marcos Peña, propietario del negocio. 

Su resistencia duró dos años. Acabó bajando la persiana en cuanto supo que en el mercado municipal de su barrio, el Fort Pienc, en el distrito del Eixample, quedaba vacante un puesto de charcutería. “Di el paso porque la propiedad del local ya me había comunicado que no me iban a renovar cuando acabase el contrato, en 2027”, se lamenta Peña, ya desde noviembre en su nueva ubicación dentro del mercado, convertido en refugio para un comercio de proximidad en declive en la zona. 

Además de la falta de relevo generacional y de la competencia del comercio online, en Barcelona las tiendas tradicionales se encuentran cada vez más asfixiadas por los alquileres. Más silenciosa que la crisis de la vivienda, la que dispara los precios de arrendamiento de los locales comerciales tiene igualmente muy preocupadas a las asociaciones de vecinos y de comerciantes.

“A la hora de renovar contratos, estamos viendo subidas del 40%, 50% o 70% del precio. Son excesivas para el pequeño comercio de barrio, y son sinónimo de ahogo”, sostiene Xavier Llobet, presidente de la entidad Coreixample. 

Los datos obtenidos por elDiario.es a partir de las fianzas depositadas en el Institut Català del Sòl (Incasòl) confirman este aumento de precios, especialmente en las zonas más céntricas y las consideradas premium. Por ejemplo, en la que abarca el Passeig de Gràcia y la Rambla de Catalunya, entre 2019 y 2024 los nuevos contratos de alquiler han saltado de unas ya elevadas mensualidades de 3.808 euros de media a 7.180, un incremento del 89%.

Auges parecidos se observan también en el Gótico, Sant Pere y la Barceloneta (de 2.422 euros a 4.371) o precisamente en el Fort Pienc, el barrio de El Racó del Paladar (de 889 euros a 1.602).



La crecida de los precios, que en estos cinco años es de un 7% para el conjunto de la ciudad, es muy dispar entre barrios. Y en general oscilan más que el precio de la vivienda a lo largo de los trimestres. Destacan también casos de incrementos más moderados, como Sants (10%) o el Guinardó (8%), así como barrios de la periferia donde los contratos también se disparan, como la zona de Ciutat Meridiana y Torre Baró, que sube un 71%. 

Sin apenas datos oficiales, y a merced de los que publican los portales de anuncios inmobiliarios, la crisis del alquiler en los comercios suele trascender a partir de los testimonios que tiran la toalla cuando no pueden hacer frente a los nuevos contratos.

A menudo son establecimientos centenarios como el bar Versalles, en Sant Andreu (les pedían 10.000 euros de mensualidad); la librería Anticuaria Farré (saltaron de una renta antigua a 6.000 euros), o la droguería Gomara en el Raval (hasta 3.800 euros), como ejemplos de los últimos años.

Sin ir más lejos, también el comercio vecino de la charcutería El Racó del Paladar, la mercería La Merceria, era centenaria y acabó cerrando. Su casero era el mismo. “Como a la mujer le quedaban dos años para jubilarse, dijo que no quería follones y cerró”, dice Peña. La persiana sigue bajada. 

Quienes conocen el mercado de los locales comerciales afirman sin ninguna duda que el pequeño comercio, el regentado por autónomos o pymes, tiene las cartas perdedoras en el centro de una ciudad como Barcelona.

“Las grandes franquicias y marcas internacionales están dispuestas a pagar alquileres muy elevados para ocupar zonas prime, y esto hace que los pequeños tenderos no puedan asumirlo y se tengan que desplazar a barrios más económicos”, analiza Elisabet Panisello, de la consultora inmobiliaria especializada en locales Laborde Marcet. 

Si un alquiler razonable no debería superar el 15% de la facturación de un negocio, recomienda Panisello, este umbral se rompe rápidamente en las zonas más demandadas. Pero la diferencia entre un pequeño comercio o una gran cadena, añade la consultora, es que esta segunda puede asumir ese porcentaje mayor simplemente porque por imagen de marca le interesa ocupar una arteria comercial de la ciudad.

Una tienda de souvenirs y, de fondo, otra de cannabis, en el centro de Barcelona

Como consecuencia de este fenómeno, los barrios más turísticos sufren desde hace años en Barcelona una disminución de tiendas de proximidad en favor de franquicias y negocios especializados como los souvenirs, la comida para llevar, los locales de uñas o, recientemente, los de cannabis. “Con este modelo fallan los servicios, que son las tiendas pensadas para las necesidades diarias de los vecinos”, señala Llobet, presidente de los comerciantes de Coreixample.

“Ve a buscar una ferretería, una zapatería, una mercería, una carnicería… Muchas han cerrado porque no tienen relevo, o porque ya no venden tanto, pero es que quizás no venden porque lo que eran vecinos ahora son turistas y extranjeros”, se lamenta.

La alarma de algunas entidades comerciantes ha llegado al punto de que han pedido al Ayuntamiento que plantee una regulación del precio del alquiler comercial igual como se ha hecho con el de la vivienda. El pasado octubre se votó en el consistorio a propuesta de ERC y salió adelante, con los votos de PSC y Comuns, reclamar a la Generalitat y al Gobierno central que estudien esta posibilidad. 

Con todo, esta demanda de regulación no cuenta ni mucho menos con el consenso de la mayoría de asociaciones de comerciantes. Se opone frontalmente Barcelona Oberta, que aglutina negocios de ejes comerciales y turísticos. “Si una zona comercial funciona muy bien y suben las ventas, subirá el precio del alquiler. Es parte del juego. Lo que no puedes hacer es quejarte cuando la economía va bien”, señala Javier Cottet, vicepresidente de la entidad.

“Cuando mejor es la ubicación, más vas a pagar, igual que si quieres salir bien posicionado en Google, también tienes que pagar más”, argumenta este comerciante. 

Los comerciantes consultados lamentan que no hay ayudas para lidiar con estas subidas del alquiler. El Ayuntamiento se centra sobre todo en tratar de solventar otro problema del sector, que es el de los locales cerrados, y que se da especialmente en barrios de menor poder adquisitivo. De los 68.000 locales destinados a actividad comercial, actualmente un 5% están vacíos –en venta o alquiler–, un 14% menos que hace dos años. 

La calle peatonalizada de Consell de Cent, una eje revalorizado en el Eixample de Barcelona

De 1.300 a más de 4.000 euros de alquiler

Quienes tampoco se salvan del incremento de los precios son los bares y restaurantes, cuyo peso es en Barcelona del 16% del total de locales. Incluso en plazas tan concurridas como la de Rius i Taulet, en el barrio de Gràcia, un alquiler desorbitado puede ser casi una condena. Es lo que le ha ocurrido a Melissa Privitera, copropietaria del restaurante Amelie. 

Con una trayectoria de 19 años en su actual emplazamiento, la subida progresiva de la mensualidad les ha llevado a replantearse su futuro. Si antes pagaban 1.750 euros, cuando un grupo hotelero compró toda la finca, en 2021, les aumentaron el precio a 3.000. Pero no solo eso. El contrato a 13 años incluía un incremento progresivo que ha situado ya el montante en 4.300 euros al mes.

“Ahora mismo el negocio va bien, pero ya no tenemos beneficios y apenas cubrimos sueldos”, se lamenta Privitera, que coincide con los demás en que solo los grandes grupos y no las pymes como la suya pueden hacer frente a estas cifras. “Los negocios pequeños y medianos van a empezar a desaparecer”, señala. Y dice que, aunque ella no se puede quejar porque factura bien y cuenta con una licencia de terraza en una ubicación privilegiada, ese alquiler por un local de 65 m2 es “exorbitante”.

“Ahora mismo saca más beneficio el administrador de fincas con mi alquiler que yo con el restaurante”, se resigna esta mujer.

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