Dejé cientos de CV y nadie me llamó

Camila Fernández tiene 28 años y es ciega. Siempre hizo y hace de todo. Juega al fútbol, hace patín y le encanta cocinar. En realidad, ama cocinar. Por eso estudió y se recibió de chef, lo que la convirtió en la primera chef ciega del país.−Cuando la gente ve a una persona ciega como yo hacer cualquier cosa, se sorprende. Pregunta: “¿cómo hacés?“. Yo siempre digo llevo una vida normal. Jazmín, periodista de LA NACION, conversó con ella esta semana. Cuando leí la entrevista que le hizo, me animé a contradecirla: Camila no lleva una vida normal. Antes de decirte por qué creo que no lleva una vida normal, te la presento. En esta foto está con Lisboa, su perra guía:Camila no hace una vida del todo normal porque nadie le da trabajo. Su sueño es trabajar en una cocina. Pero repartió decenas, o cientos, como dice ella, de curriculums. Nunca la llamaron de ningún restorán.−No solo no me llamaron de ningún restorán, tampoco de call centers y trabajos administrativosCamila nunca se quedó quieta. Al principio, preparó y vendió viandas. Y ahora les da clases particulares de cocina a tres chicos ciegos a los que también les ofrece su servicio como chef personal.Lo que más bronca le da a Camila es que las empresas no se animen a contratar a personas como ella: “Me enoja mucho que ni siquiera me den la oportunidad de demostrarles que soy capaz de hacer el trabajo".Camila vive sola en un departamento de Ramos Mejía, con su gata y Lisboa. Sus abuelos la ayudan con parte de los gastos. Pero lo que más quiere es trabajar en el rubro gastronómico.Si querés leer la historia completa, podés entrar a este link. Si querés contactarla, podés escibirle a gorositocamilasoledad@gmail.com por Instagram a @solcito__risadoAhora te quiero hablar de Sonia Arias. En su caso, las barreras para acceder al trabajo se vinculan con ser mujer y haber nacido en el campo. Primero te la presento y después te sigo contando:Sonia tiene 38 años, nació en Añatuya, un pueblo rural de Santiago del Estero. Es la única de su familia que terminó el secundario pero nunca consiguió trabajo. En general, el poco que hay es en el campo y suele estar reservado a los varones.Por eso migró a la ciudad de Buenos Aires, donde trabajó mucho tiempo como empleada doméstica. Hasta que el desarraigo le costó mucho y decidió regresar. Así se lo contó a Gabriela Vigo esta semana: −A mí me hubiese gustado ser profesora de Historia, pero para eso tenía que ir a estudiar a Santiago, lo cual era económicamente imposible para mi familia. Entonces viajé a Buenos Aires para buscar empleo. Después de trabajar como empleada doméstica en casas de familia, me volví ya con mi hija.Te adelanto que su historia tiene un lindo presente. Te lo resumo: cuando volvió tuvo la oportunidad de aprender a coser en el taller de la ONG Haciendo Camino y ahora no solo es profesora de ese taller, sino que creó su propio emprendimiento, y algunas de sus prendas se venden a Europa.En Haciendo Caminos acompañan a mujeres, en situación vulnerable, en su formación y además las conectan con clientes que les generan ingresos: hacen manteles, portacosméticos, neceseres, cartucheras, remeras, camisas y pañuelos bordados que la asociación exporta a Europa.Si querés conocer su historia completa podés entrar en este link.Si querés contactar a Haciendo Camino, podés llamar al 11-5199-6482 y escribir a info@haciendocamino.org.ar. También podés ver los productos que venden en su tienda online.Camila y Sonia son unas luchadoras. Para ellas, las oportunidades laborales casi no existieron. Sus historias nos sirven para reflexionar sobre algunas de las barreras que existen para acceder al empleo, esas que no tienen nada que ver con la voluntad de trabajar. Eso es todo por hoy. Te mando un abrazo y te deseo un gran fin de semana.Saludos, Javier

May 10, 2025 - 05:07
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Dejé cientos de CV y nadie me llamó

Camila Fernández tiene 28 años y es ciega.

Siempre hizo y hace de todo. Juega al fútbol, hace patín y le encanta cocinar.

En realidad, ama cocinar. Por eso estudió y se recibió de chef, lo que la convirtió en la primera chef ciega del país.

−Cuando la gente ve a una persona ciega como yo hacer cualquier cosa, se sorprende. Pregunta: “¿cómo hacés?“. Yo siempre digo llevo una vida normal.

Jazmín, periodista de LA NACION, conversó con ella esta semana. Cuando leí la entrevista que le hizo, me animé a contradecirla: Camila no lleva una vida normal.

Antes de decirte por qué creo que no lleva una vida normal, te la presento. En esta foto está con Lisboa, su perra guía:

Camila no hace una vida del todo normal porque nadie le da trabajo. Su sueño es trabajar en una cocina. Pero repartió decenas, o cientos, como dice ella, de curriculums. Nunca la llamaron de ningún restorán.

−No solo no me llamaron de ningún restorán, tampoco de call centers y trabajos administrativos

Camila nunca se quedó quieta. Al principio, preparó y vendió viandas. Y ahora les da clases particulares de cocina a tres chicos ciegos a los que también les ofrece su servicio como chef personal.

Lo que más bronca le da a Camila es que las empresas no se animen a contratar a personas como ella: “Me enoja mucho que ni siquiera me den la oportunidad de demostrarles que soy capaz de hacer el trabajo".

Camila vive sola en un departamento de Ramos Mejía, con su gata y Lisboa. Sus abuelos la ayudan con parte de los gastos. Pero lo que más quiere es trabajar en el rubro gastronómico.

  • Si querés leer la historia completa, podés entrar a este link. Si querés contactarla, podés escibirle a gorositocamilasoledad@gmail.com por Instagram a @solcito__risado

Ahora te quiero hablar de Sonia Arias. En su caso, las barreras para acceder al trabajo se vinculan con ser mujer y haber nacido en el campo.

Primero te la presento y después te sigo contando:

Sonia tiene 38 años, nació en Añatuya, un pueblo rural de Santiago del Estero. Es la única de su familia que terminó el secundario pero nunca consiguió trabajo. En general, el poco que hay es en el campo y suele estar reservado a los varones.

Por eso migró a la ciudad de Buenos Aires, donde trabajó mucho tiempo como empleada doméstica. Hasta que el desarraigo le costó mucho y decidió regresar. Así se lo contó a Gabriela Vigo esta semana:

−A mí me hubiese gustado ser profesora de Historia, pero para eso tenía que ir a estudiar a Santiago, lo cual era económicamente imposible para mi familia. Entonces viajé a Buenos Aires para buscar empleo. Después de trabajar como empleada doméstica en casas de familia, me volví ya con mi hija.

Te adelanto que su historia tiene un lindo presente. Te lo resumo: cuando volvió tuvo la oportunidad de aprender a coser en el taller de la ONG Haciendo Camino y ahora no solo es profesora de ese taller, sino que creó su propio emprendimiento, y algunas de sus prendas se venden a Europa.

En Haciendo Caminos acompañan a mujeres, en situación vulnerable, en su formación y además las conectan con clientes que les generan ingresos: hacen manteles, portacosméticos, neceseres, cartucheras, remeras, camisas y pañuelos bordados que la asociación exporta a Europa.

  • Si querés conocer su historia completa podés entrar en este link.
  • Si querés contactar a Haciendo Camino, podés llamar al 11-5199-6482 y escribir a info@haciendocamino.org.ar. También podés ver los productos que venden en su tienda online.

Camila y Sonia son unas luchadoras. Para ellas, las oportunidades laborales casi no existieron. Sus historias nos sirven para reflexionar sobre algunas de las barreras que existen para acceder al empleo, esas que no tienen nada que ver con la voluntad de trabajar.

Eso es todo por hoy.

Te mando un abrazo y te deseo un gran fin de semana.

Saludos,

Javier