Cartas, III: El terror de la razón, de H. P. Lovecraft

El volumen I trataba sobre las ideas literarias de Lovecraft y las percepciones sobre su propia obra y la de sus amigos. En el segundo volumen se recogían los veintidós sueños que Lovecraft narró por cartas a sus interlocutores, y Calvo hacía el ejercicio de buscar en su obra artística si esos sueños se habían... Leer más La entrada Cartas, III: El terror de la razón, de H. P. Lovecraft aparece primero en Zenda.

Abr 29, 2025 - 00:08
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Cartas, III: El terror de la razón, de H. P. Lovecraft

En 2023 leí Cartas, I: Escribir contra los hombres, de H. P. Lovecraft (Providence, 1890-1937), que publicó la editorial Aristas Martínez. En 2024 leí Cartas, II: Diario de sueños, que al principio del proyecto iba a ser una parte del segundo volumen de las cartas, editadas en español por Javier Calvo para la editorial Aristas Martínez, y al final se desprendió de ese libro y se publicó como un volumen independiente. A finales de 2024, Aristas Martínez publicó el tercer y definitivo volumen de estas cartas seleccionadas de Lovecraft, con el título de El terror de la razón. Como contaba Calvo en el volumen I de las cartas, Lovecraft llegó a escribir unas 75.000 cartas, de las que se conservan 10.000. En Estados Unidos existe una edición de las cartas completas, formada por 23 volúmenes.

" Así, cada una de estas cinco partes recorren, en orden cronológico, todas las etapas vitales del autor"

El volumen I trataba sobre las ideas literarias de Lovecraft y las percepciones sobre su propia obra y la de sus amigos. En el segundo volumen se recogían los veintidós sueños que Lovecraft narró por cartas a sus interlocutores, y Calvo hacía el ejercicio de buscar en su obra artística si esos sueños se habían trasladado a las novelas y relatos del autor. Este tercer volumen es «de temática más amplia y dispersa», apunta Calvo en la primera página de su prólogo. A veces Lovecraft, en sus extensas cartas, desarrollaba ideas que podían tener la densidad de un ensayo, que luego usaba, con las mismas palabras, para publicarlos en periódicos amateurs.

Javier Calvo ha dividido los contenidos de este volumen en cinco partes. Calvo hace una introducción a cada una de las partes, que acaba siendo bastante significativa. En el volumen I hacía una introducción al comienzo de cada año y aquí la introducción es por esa división temática, que él mismo ha decidido y que considera arbitraria. Así cada una de estas cinco partes recorren, en orden cronológico, todas las etapas vitales del autor.

A continuación voy a hablar un poco de cada una de ellas:

1) Un arte individual de la reminiscencia

Aquí Lovecraft habla de su relación con el pasado y el conflicto que le suponen los cambios históricos. Nos dirá Calvo que en 1904, cuando muere el abuelo de Lovecraft, el pasado se convierte para él en su auténtica patria, un espacio seguro y sin pérdidas.

«Todo lo que he amado lleva dos siglos muerto», leemos en la página 32, en una carta a Kleimer. Lovecraft se va a identificar sobre todo con el siglo XVIII y con la Roma clásica. En relación a la historia de Estados Unidos, respecto a la guerra de independencia de 1776 él se sentía a favor del rey británico y piensa que fue un error que Estados Unidos se desligara de Gran Bretaña.

«Es el mundo actual el que me parece más irreal y fantástico, y espero a medias despertarme y descubrir el mundo de 1903» (pág. 36)

Lovecraft ama Providence, fundada en 1636, porque considera que es la más colonial e inglesa de las ciudades americanas. No le gusta la vida industrial y urbana, sino que añora un mundo de pueblos con casitas pintorescas.

"Para Lovecraft el futuro y el progreso carecen de significación concreta"

En la página 52 me agrada leer las cartas que Lovecraft le manda a la escritora Zealia Brown Reed. Leí los tres relatos que escribió en colaboración con ella en el libro Más allá de los eones (La maldición de Yig, El montículo y La cabellera de Medusa), entonces firmaba como Zelia Bishop y esos cuentos fueron de los que más me gustaron de este volumen de relatos en colaboración.

Son interesantes las notas que Javier Calvo añade sobre los interlocutores de Lovecraft. Así conoceremos, por ejemplo, a Woodburn Harris, un granjero de Vermont, sin un interés aparente por la literatura, al que Lovecraft escribió tres cartas, y entre las tres suman 250 páginas.

Para Lovecraft el futuro y el progreso carecen de significación concreta.

«El crecimiento inevitable de la era de las máquinas ha hecho que nuestro sistema económico de libre mercado sea obsoleto e impracticable, de tal manera que no podremos tener paz hasta que lo reemplacemos por algún nuevo sistema adecuado a las nuevas condiciones y que devuelva al hombre de la calle la capacidad para ganarse la vida.» (páginas 92-93).

2) La ética del espectador

Aquí Lovecraft hablará de la necesidad de crearse una ética individual. Calvo opina que Lovecraft, sin quererlo, se aproxima a las filosofías orientales, como el Tao, en su negación del deseo.

«La humanidad en su conjunto carece de meta o propósito.» (pág. 109)

«Apenas sé cómo es sentir emoción.» y «El erotismo pertenece a un orden inferior de instintos, y es una cualidad animal en lugar de noblemente humana.» (Pág. 111)

«Jamás he sentido el más mínimo interés por el romance y el afecto.» (pág. 112)

«Los mayores placeres no residen en las cosas frenéticas o animales, sino en las percepciones estéticas delicadas y en la tranquilidad no emocional.» (pág. 118)

Para Lovecraft, que se declara no creyente, Dios es la Razón.

Sí le gusta viajar a Lovecraft, de lo que saca «una sensación más intensa y emocionante de expansión, de sorpresa y de la inminencia de prodigios desconocidos». Le gustaba viajar por las regiones más remotas de Nueva Inglaterra, buscando lo antiguo en las construcciones.

Aquí también, en alguna carta, Lovecraft habla de su sensación de fracaso vital y de falta de dinero: «Conozco a pocas personas cuyos logros estén más continuamente alejados de sus aspiraciones, o que en general tengan menos razones para vivir.» (pág. 170)

3) Una filosofía sin el hombre

Para Lovecraft el universo no tiene un plan central.

«Nuestra especie humana no es más que un incidente trivial en la historia del cosmos.» (pág. 193). Más adelante se referirá a las personas como «alimañas irrelevantes», piojos o insectos reptantes.

Al principio va a rechazar las teorías de Einstein y todo el cuerpo de la nueva física cuántica (de la que hablará bastante en sus cartas), para acabar aceptando sus preceptos.

No sabemos nada del cosmos y la religión le parece un mito falso.

No le gustan los escritores de ciencia ficción que muestran la vida en otros planetas como si fuesen muy parecidos a los humanos, lo que a Lovecraft le parece muy improbable.

4) Del fascismo ilustrado al socialismo racional

Antes del crack de 1929, Lovecraft se consideraba archiconservador, partidario de un orden monárquico y aristocrático. De hecho, hasta 1930 escribió muy poco sobre política en sus cartas.

Lovecraft se sentirá contrario al movimiento de independencia de Irlanda, porque él se siente profundamente anglosajón y británico.

En las 15 únicas cartas en las que habla de política, antes de 1930, Javier Calvo lo retrata como «un pobre hombre desconectado de la realidad» (pág. 284).

Lovecraft sentirá una simpatía inicial por el fascismo de Mussolini y, en menor medida de Hitler, al que ve como un imitador de Mussolini.

«En realidad, el fascismo que Lovecraft quiere para América es un socialismo cultivado y humanístico, dirigido y controlado por una élite funcionarial ilustrada y altamente preparada», dice Calvo en la página 287.

"Según avanzan los años 30, Lovecraft va cambiando sus posiciones políticas del fascismo fantasioso, hasta posiciones más sociales"

A pesar de que Lovecraft casi no salía de su casa, en la que vivía con dos tías, le gusta verse a sí mismo como un hombre de acción, como un soldado. Es particularmente cómico este párrafo de la página 302: «¿Es que vamos a ser tan mujeriles como para preferir la vocecilla emasculada de un árbitro al sediento grito de un guerrero de barba rubia y ojos azules? ¡El único poder seguro en el mundo es el poder de un brazo derecho velludo y musculado!». Aseveraciones como esta me hacen pensar que Lovecraft era un homosexual reprimido, a pesar de que se casó con una mujer, durante un breve periodo de tiempo, y que en alguna carta mostraba su aversión por los homosexuales.

Según avanzan los años 30, Lovecraft va cambiando sus posiciones políticas del fascismo fantasioso, hasta posiciones más sociales, para evitar una revolución popular. Al final, será partidario de las políticas del New Deal de Roosevelt. Tampoco le gustará la prohibición de Hitler de prohibir los libros escritos por judíos.

«Lo que necesitamos, sin duda, está bastante más a la izquierda que el New Deal.» (pág. 346)

5) El problema de las razas

Javier Calvo ha dejado para el final este tema, porque es el más controvertido del libro. Dice que lo podía haber ocultado, pero que le parecía su obligación mostrar todas las facetas de la personalidad de Lovecraft, y el racismo es importante en la configuración de su semblante. Calvo no quiere blanquear a Lovecraft.

Calvo señala que existió el proyecto de erigir en Providence una estatua de Lovecraft, pero al final se rechazó por su racismo. Ya he contado alguna vez que yo estuve en Providence, buscando las huellas de Lovecraft y que me extrañó que, salvo una placa en el patio de la universidad, no había nada que recordara la vinculación del autor con su ciudad. Me doy cuenta ahora de que se debía a este problema.

Dice Calvo que algunos de los biógrafos de Lovecraft han tratado de minimizar su racismo, considerando el contexto de su época, pero él señala que, incluso así, Lovecraft estaba entre los individuos más retrógrados con este tema de los nuevos Estados Unidos.

"De los tres volúmenes de cartas, el que me sigue resultando más interesante y emocionante es el primero, donde Lovecraft hablaba de sus aspiraciones y fracasos literarios"

Sobre todo, Lovecraft echaba pestes de los extranjeros con los que se encontró en Nueva York, cuando se mudó allí con la idea de ganarse la vida y no pudo conseguirlo, como vimos en el volumen de Cartas, I. Lovecraft tenía una idea anticuada sobre la ciencia biológica en lo que respecta a los seres humanos, y pensaba erróneamente que blancos, negros, eslavos u orientales no tenían ancestros comunes. Algunas de las opiniones que aparecen en las cartas de esta sección sobre los negros son realmente terribles y he decidido no reproducir aquí ninguna de muestra.

De los tres volúmenes de cartas, el que me sigue resultando más interesante y emocionante es el primero, donde Lovecraft hablaba de sus aspiraciones y fracasos literarios. Era un libro que, incluso, alguien que no fuese fan de Lovecraft, pero que sí estuviera interesado en los procesos creativos de los escritores podría disfrutar. En cambio, estas Cartas, III creo que están destinadas, de forma más específica, a los fans de Lovecraft, que quieran conocer más rasgos de su personalidad.

Me sigue quedando por leer su libro de ensayos, que publicó Páginas de Espuma. A ver si lo leo pronto.

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