Almeida y su traición a la bicicleta
El grupo socialista exige al Consistorio que ejecute su compromiso de construir los carriles bici del Plan Director.

El alcalde Martínez-Almeida mantiene una batalla contra la movilidad ciclista que supera algunos de los postulados de la ultraderecha.
Durante las dos últimas décadas, en Madrid ha estado vigente el Plan Director de Movilidad Ciclista. Fue aprobado por unanimidad con Ruiz-Gallardón como alcalde e incluía entre sus metas establecer una política municipal de la bicicleta, incorporándola a la movilidad cotidiana para mejorar la calidad ambiental, favorecer hábitos saludables o reducir la inseguridad vial. Objetivos, todos, poco sospechosos de ser radicales de izquierda.
Por eso, este documento fue refrendado en 2016, cuando José Luis Martínez-Almeida era concejal de la oposición y fue incorporado a los Acuerdos de la Villa siendo ya alcalde.
Sin embargo, desde que Almeida gobierna la ciudad con mayoría absoluta, la bicicleta ha desaparecido de las políticas municipales. El único hito reseñable durante los últimos años ha sido la ampliación de Bicimad, en la que el primer edil simplemente ha ejecutado unos fondos que, casi en su totalidad, han sido transferidos por el Gobierno de Pedro Sánchez procedentes de Europa.
Hay bicicletas, sí. Pero, ¿por dónde circulan? Y es que, en esta particular guerra que mantiene el alcalde, ha eliminado los carriles bici de los presupuestos para este año, hasta el punto de rechazar sistemáticamente todos y cada uno de los proyectos ciudadanos que los incluían.
De este modo, han cerrado la puerta al principal objetivo del Plan Director de Movilidad Ciclista: ejecutar un mapa de carriles bici, seguros y segregados, que vertebrara Madrid y permitiera desplazarse por las principales arterias de los 21 distritos.
La cobardía de Almeida a la hora de quitarle espacio público al coche, dueño y señor de la ciudad, también ha llegado a los tribunales de la mano del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi), que ha demandado al Ayuntamiento por perpetuar las aceras bici, con el peligro que suponen para personas invidentes o con movilidad reducida. El lugar de las bicis debe ser la calzada, pero separándolas de los coches.
Por esta razón, el grupo socialista presentó en el Pleno de marzo una iniciativa para exigir al Consistorio que cumpliera con su palabra dada y ejecutara en 24 meses su compromiso, con cargo al fondo de contingencia de 2025, para construir los carriles bici recogidos dentro del Plan Director. Pero Almeida, nuevamente, traicionó su palabra y con ella a los madrileños.
Con esta decisión, el Consistorio opta por un camino equivocado y contrario a lo que están planteando el resto de capitales europeas y muchas ciudades españolas, que transforman sus calles dando más protagonismo a peatones y ciclistas. Algo que los colectivos ciclistas llevan años proponiendo, con proyectos para pacificar el tráfico en los barrios. Planes que son ignorados o que incluso, cuando son aprobados, no acaban ejecutándose jamás.
Por eso Almeida debería quitarse los ruedines sobre los que sustenta Madrid. Acaba de hacer saltar por los aires un consenso ciclista que era un acuerdo de mínimos y que ahora amenaza con hacernos retroceder varias décadas. No es la bicicleta sino el humo de los atascos el que mata a 2.000 madrileños al año.
El alcalde debe enfrentarse al dilema al que nos ha llevado: pedalear o que Madrid siga yendo a pedales.