¡A sus órdenes, mi capitán!

Feijóo reclama ahora una reunión con la cúpula militar. No es un chiste, son delirios de grandeza de quien se cree en posesión de un estatus superior al que tiene y, quien quizá no sepa que la Constitución otorga al rey el mando supremo de las Fuerzas Armadas y al Gobierno, la dirección de la política exterior, la administración militar y la defensa del Estado Decía Borges que los libros se hacen para la memoria y los diarios, para el olvido. Podríamos añadir que en el Diario de Sesiones del Congreso aparecen intervenciones y comportamientos de nuestros políticos que, efectivamente, son para no recordar. Por su chabacanería y por su mal gusto. La elegancia, ya se sabe, es ser y saber estar, pero hay quienes se empeñan en demostrar que lo suyo es más la espectacularización que la distinción. Cuando el miércoles, Aitor Esteban se despedía del Congreso de los Diputados, las bancadas del PSOE, Sumar, Junts, ERC y Bildu se pusieron en pie para agradecerle sus 21 años de dedicación a la actividad parlamentaria. Pero a nadie se le escapó el aplauso desganado de no todos los diputados del PP y la indiferencia de Vox. Por ser la antítesis de la galanura y el buen gusto y por proyectar una imagen que va más allá de un pretendido desaire. Quienes confunden al adversario con el enemigo han convertido el espacio público en un campo de minas intransitable. El cainismo y la lógica destructiva ya no respetan los marcos institucionales, donde es imposible tejer el más mínimo espacio de colaboración o acuerdo, como quedó demostrado en el debate sobre la seguridad y la defensa de Europa que se celebraba el mismo día de la despedida de Aitor Esteban. Los debates parlamentarios no son una pérdida de tiempo, como insinuó la ministra Pilar Alegría hace unos días, sino más bien una oportunidad para que los ciudadanos conozcan las posiciones de todos los partidos sobre los asuntos más relevantes. Sin duda, el nuevo orden mundial que pretende imponer Trump, la guerra comercial, el plan de rearme diseñado por la UE y el aumento del gasto en defensa son la prioridad en un momento en el que en Europa y en España se precisaría de grandes consensos que, en las Cortes españolas, no se atisban en el horizonte. El problema, para Feijóo, ese hombre que vino a Madrid a hacer política con mayúsculas y fue abducido por las minúsculas, no es la amenaza imperialista de Trump, ni los aranceles, ni las guerras híbridas, ni los ciberataques, ni la defensa común. El problema es Sánchez que, en su opinión, no está a la altura del momento, como no lo estuvieron antes para la derecha ni Zapatero ni González, aunque este último haya olvidado en los últimos tiempos el tipo de oposición que padeció durante años. La entente entre populares y socialistas que tanto anhelan distintas voces políticas y mediáticas en estos días no llegará nunca porque Feijóo lo que quiere es echar a Sánchez  de La Moncloa, algo para lo que tendrá que esperar hasta que se instalen las urnas. Y mientras eso llega, reclama una reunión con la cúpula militar, como si fuera el jefe del Estado, para que le desglosen los pormenores del plan para la defensa. Ah y que estén presentes, además de él, el jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), los máximos responsables de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire, y el presidente del Gobierno si voluntariamente así lo considera. ¡A sus órdenes, mi capitán! Suena a chiste, pero no son más que delirios de grandeza de quien se cree en posesión de un estatus superior al que tiene y que, quizá, no sepa que la Constitución otorga al rey el honorífico mando supremo de las Fuerzas Armadas y al Gobierno, la dirección de la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado.  No es una condición para alcanzar acuerdo alguno, simplemente una treta con la que ocultar de un lado su manifiesta incapacidad para hacer una oposición de Estado y de otro, la aplastante realidad de que los grandes pactos alcanzados en democracia tuvieron lugar, salvo en dos ocasiones, con la derecha en el Gobierno y la izquierda, en la oposición. Lo demás son zarandajas.

Mar 28, 2025 - 06:25
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¡A sus órdenes, mi capitán!

¡A sus órdenes, mi capitán!

Feijóo reclama ahora una reunión con la cúpula militar. No es un chiste, son delirios de grandeza de quien se cree en posesión de un estatus superior al que tiene y, quien quizá no sepa que la Constitución otorga al rey el mando supremo de las Fuerzas Armadas y al Gobierno, la dirección de la política exterior, la administración militar y la defensa del Estado

Decía Borges que los libros se hacen para la memoria y los diarios, para el olvido. Podríamos añadir que en el Diario de Sesiones del Congreso aparecen intervenciones y comportamientos de nuestros políticos que, efectivamente, son para no recordar. Por su chabacanería y por su mal gusto. La elegancia, ya se sabe, es ser y saber estar, pero hay quienes se empeñan en demostrar que lo suyo es más la espectacularización que la distinción.

Cuando el miércoles, Aitor Esteban se despedía del Congreso de los Diputados, las bancadas del PSOE, Sumar, Junts, ERC y Bildu se pusieron en pie para agradecerle sus 21 años de dedicación a la actividad parlamentaria. Pero a nadie se le escapó el aplauso desganado de no todos los diputados del PP y la indiferencia de Vox. Por ser la antítesis de la galanura y el buen gusto y por proyectar una imagen que va más allá de un pretendido desaire.

Quienes confunden al adversario con el enemigo han convertido el espacio público en un campo de minas intransitable. El cainismo y la lógica destructiva ya no respetan los marcos institucionales, donde es imposible tejer el más mínimo espacio de colaboración o acuerdo, como quedó demostrado en el debate sobre la seguridad y la defensa de Europa que se celebraba el mismo día de la despedida de Aitor Esteban.

Los debates parlamentarios no son una pérdida de tiempo, como insinuó la ministra Pilar Alegría hace unos días, sino más bien una oportunidad para que los ciudadanos conozcan las posiciones de todos los partidos sobre los asuntos más relevantes. Sin duda, el nuevo orden mundial que pretende imponer Trump, la guerra comercial, el plan de rearme diseñado por la UE y el aumento del gasto en defensa son la prioridad en un momento en el que en Europa y en España se precisaría de grandes consensos que, en las Cortes españolas, no se atisban en el horizonte.

El problema, para Feijóo, ese hombre que vino a Madrid a hacer política con mayúsculas y fue abducido por las minúsculas, no es la amenaza imperialista de Trump, ni los aranceles, ni las guerras híbridas, ni los ciberataques, ni la defensa común. El problema es Sánchez que, en su opinión, no está a la altura del momento, como no lo estuvieron antes para la derecha ni Zapatero ni González, aunque este último haya olvidado en los últimos tiempos el tipo de oposición que padeció durante años.

La entente entre populares y socialistas que tanto anhelan distintas voces políticas y mediáticas en estos días no llegará nunca porque Feijóo lo que quiere es echar a Sánchez  de La Moncloa, algo para lo que tendrá que esperar hasta que se instalen las urnas. Y mientras eso llega, reclama una reunión con la cúpula militar, como si fuera el jefe del Estado, para que le desglosen los pormenores del plan para la defensa. Ah y que estén presentes, además de él, el jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), los máximos responsables de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire, y el presidente del Gobierno si voluntariamente así lo considera. ¡A sus órdenes, mi capitán!

Suena a chiste, pero no son más que delirios de grandeza de quien se cree en posesión de un estatus superior al que tiene y que, quizá, no sepa que la Constitución otorga al rey el honorífico mando supremo de las Fuerzas Armadas y al Gobierno, la dirección de la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado. 

No es una condición para alcanzar acuerdo alguno, simplemente una treta con la que ocultar de un lado su manifiesta incapacidad para hacer una oposición de Estado y de otro, la aplastante realidad de que los grandes pactos alcanzados en democracia tuvieron lugar, salvo en dos ocasiones, con la derecha en el Gobierno y la izquierda, en la oposición. Lo demás son zarandajas.

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