¡A las cosas, a las cosas!, que dijo el filósofo

Seguramente es una gran idea, aunque dolorosa, abandonar por un momento el reino nebuloso de las teorías y ocuparnos de los asuntos de comer, que si la vivienda, la educación, las citas sanitarias, la cesta de la compra o cómo logramos que la juventud deje de sentirse atraída por las opciones más obtusas y antidemocráticas Está muy bien esto de manifestarse a favor de Europa, como se hizo el domingo en Madrid, y todo lo que nos une en este anciano, que no decrépito continente, que se puede ser vetusto y al tiempo lucir como un pimpollo reventón, véase como verbigracia al Ojo que aquí comparece. Ya sé que inmediatamente van a preguntar qué Europa reclamamos, si la que ahogó al sur por la acción despiadada de un norte ultracapitalista y ferozmente egoísta apenas hace quince años, quizá aquella que tantas tropelías cometió en la Historia y que aún se muestra mezquina y cobarde con Gaza, o esa otra Europa liberal y respetuosa de los derechos humanos, glorioso emblema que debe iluminarnos, máxime cuando en el mundo rige la ley del más bruto, léase Donald Trump, un tipo deleznable que ha acabado con conceptos tan básicos como el derecho internacional, la libertad de pensamiento o los derechos de los emigrantes, por no hablar de otras muchas cuestiones que este cafre naranja ha pisoteado con el aplauso glorioso de los multimillonarios locos, que seguro que a ustedes Elon Musk no les parece un tipo cuerdo. A lo que íbamos, que la Europa que queremos y apoyamos es la más humanista y la más demócrata.  Pero al final del recorrido por las discusiones ideológicas, que tanto gustan al respetable, siempre se acaba, la vida es tozuda, ante las lentejas. ¡A las cosas, a las cosas!, que dijo en una ocasión Ortega y Gasset a los argentinos. Seguramente es una gran idea, aunque dolorosa, abandonar por un momento el reino nebuloso de las teorías y ocuparnos de los asuntos de comer, que si la vivienda, la educación, las citas sanitarias, la cesta de la compra o cómo logramos que la juventud deje de sentirse atraída por las opciones más obtusas y antidemocráticas. Cómo olvidarnos de los apagones, del cobre desaparecido que logra transmutar a pacíficos usuarios del AVE en leones rampantes, o, por qué no, de esas sombras desasistidas que se agolpan en el aeropuerto de Madrid-Barajas, tan tecno y tan lucido, lleno de tiendas de lujo y cuartitos de delicatessen. Por todo ello, como es lógico y obligado, hay que interpelar en primer lugar al Gobierno, que para eso es quien manda y quien decide qué hacer con los cuartos y cómo distribuir la recaudación de los impuestos. O sea, a Pedro Sánchez y a todo el gobierno de coalición con sus vicepresidentas y sus ministros. Pero no intenten escaparse por la gatera los responsables de las comunidades autónomas, en trece de ellas gobierna el Partido Popular, con muchas, muchísimas competencias a su cargo. Es pesado hablar de cosas concretas, tal que las patatas o los trenes que no funcionan - ¡qué maravilla las discusiones sobre la superestructura! - pero conviene hacerlo de vez en cuando. Si hasta al Papa le exigen que pise la tierra, qué no nos exigirán a nosotros, pobres criaturas sin bendiciones del Espíritu Santo. ¿Vamos a poner a parir al Gobierno? Pues no, la verdad. Vengan y expongan todas sus críticas al desempeño de las autoridades en los casos que ya hemos mencionado, pero conviene centrar el tiro y dejar los catastrofismos a los Tellados, las Gamarras, las Ayusos y los Feijóos, siempre chapoteando en la basura que ellos mismos van acumulando en cantidades industriales. Vean, si no, la manifestación del sábado en la madrileña plaza de Colón, territorio conquistado y robado al resto de madrileños, engordando con sus declaraciones públicas impúdicas, chabacanas y violentas - ¿ustedes los diferencian de Vox? -, a lo más granado de la ultraderecha patria, esa miriada de organizaciones de corte fascista o prefascista, elijan ustedes, que sólo aciertan a insultar groseramente al presidente Sánchez. Hago crecer la montaña, bien secundado por unos jueces que ustedes y el Ojo conocemos, unos medios informativos -es un decir- que nos sabemos de memoria, y luego gritamos, ahí va, qué cordillera tan gigantesca. ¡Piove, porco governo! No engañan a nadie, pobrecitos, ellos que se creen tan listos. Ni tan siquiera advierten que su virulencia sólo engorda el saco de Abascal. Torpes, son muy torpes. Veremos si ese Congreso del partido que se anuncia para julio despeja la mente de sus eximios dirigentes.   Pero no está de más que amén de reconocer las cosas que el gobierno ha hecho bien -o medianamente bien, que tampoco aspiramos a que nos regalen ningún chiringuito- será buen proceder urgir a Sánchez y sus ministros, con los de Sumar sentados a la misma mesa, que se afanen en meterle el diente a esas cosas tan pedestres y que tanta pereza nos da asumirlas. Ya se encarga el presidente de presumir de los logros -la economía, en primer lugar, p

May 13, 2025 - 06:04
 0
¡A las cosas, a las cosas!, que dijo el filósofo

¡A las cosas, a las cosas!, que dijo el filósofo

Seguramente es una gran idea, aunque dolorosa, abandonar por un momento el reino nebuloso de las teorías y ocuparnos de los asuntos de comer, que si la vivienda, la educación, las citas sanitarias, la cesta de la compra o cómo logramos que la juventud deje de sentirse atraída por las opciones más obtusas y antidemocráticas

Está muy bien esto de manifestarse a favor de Europa, como se hizo el domingo en Madrid, y todo lo que nos une en este anciano, que no decrépito continente, que se puede ser vetusto y al tiempo lucir como un pimpollo reventón, véase como verbigracia al Ojo que aquí comparece. Ya sé que inmediatamente van a preguntar qué Europa reclamamos, si la que ahogó al sur por la acción despiadada de un norte ultracapitalista y ferozmente egoísta apenas hace quince años, quizá aquella que tantas tropelías cometió en la Historia y que aún se muestra mezquina y cobarde con Gaza, o esa otra Europa liberal y respetuosa de los derechos humanos, glorioso emblema que debe iluminarnos, máxime cuando en el mundo rige la ley del más bruto, léase Donald Trump, un tipo deleznable que ha acabado con conceptos tan básicos como el derecho internacional, la libertad de pensamiento o los derechos de los emigrantes, por no hablar de otras muchas cuestiones que este cafre naranja ha pisoteado con el aplauso glorioso de los multimillonarios locos, que seguro que a ustedes Elon Musk no les parece un tipo cuerdo. A lo que íbamos, que la Europa que queremos y apoyamos es la más humanista y la más demócrata. 

Pero al final del recorrido por las discusiones ideológicas, que tanto gustan al respetable, siempre se acaba, la vida es tozuda, ante las lentejas. ¡A las cosas, a las cosas!, que dijo en una ocasión Ortega y Gasset a los argentinos. Seguramente es una gran idea, aunque dolorosa, abandonar por un momento el reino nebuloso de las teorías y ocuparnos de los asuntos de comer, que si la vivienda, la educación, las citas sanitarias, la cesta de la compra o cómo logramos que la juventud deje de sentirse atraída por las opciones más obtusas y antidemocráticas. Cómo olvidarnos de los apagones, del cobre desaparecido que logra transmutar a pacíficos usuarios del AVE en leones rampantes, o, por qué no, de esas sombras desasistidas que se agolpan en el aeropuerto de Madrid-Barajas, tan tecno y tan lucido, lleno de tiendas de lujo y cuartitos de delicatessen.

Por todo ello, como es lógico y obligado, hay que interpelar en primer lugar al Gobierno, que para eso es quien manda y quien decide qué hacer con los cuartos y cómo distribuir la recaudación de los impuestos. O sea, a Pedro Sánchez y a todo el gobierno de coalición con sus vicepresidentas y sus ministros. Pero no intenten escaparse por la gatera los responsables de las comunidades autónomas, en trece de ellas gobierna el Partido Popular, con muchas, muchísimas competencias a su cargo. Es pesado hablar de cosas concretas, tal que las patatas o los trenes que no funcionan - ¡qué maravilla las discusiones sobre la superestructura! - pero conviene hacerlo de vez en cuando. Si hasta al Papa le exigen que pise la tierra, qué no nos exigirán a nosotros, pobres criaturas sin bendiciones del Espíritu Santo.

¿Vamos a poner a parir al Gobierno? Pues no, la verdad. Vengan y expongan todas sus críticas al desempeño de las autoridades en los casos que ya hemos mencionado, pero conviene centrar el tiro y dejar los catastrofismos a los Tellados, las Gamarras, las Ayusos y los Feijóos, siempre chapoteando en la basura que ellos mismos van acumulando en cantidades industriales. Vean, si no, la manifestación del sábado en la madrileña plaza de Colón, territorio conquistado y robado al resto de madrileños, engordando con sus declaraciones públicas impúdicas, chabacanas y violentas - ¿ustedes los diferencian de Vox? -, a lo más granado de la ultraderecha patria, esa miriada de organizaciones de corte fascista o prefascista, elijan ustedes, que sólo aciertan a insultar groseramente al presidente Sánchez. Hago crecer la montaña, bien secundado por unos jueces que ustedes y el Ojo conocemos, unos medios informativos -es un decir- que nos sabemos de memoria, y luego gritamos, ahí va, qué cordillera tan gigantesca. ¡Piove, porco governo! No engañan a nadie, pobrecitos, ellos que se creen tan listos. Ni tan siquiera advierten que su virulencia sólo engorda el saco de Abascal. Torpes, son muy torpes. Veremos si ese Congreso del partido que se anuncia para julio despeja la mente de sus eximios dirigentes.  

Pero no está de más que amén de reconocer las cosas que el gobierno ha hecho bien -o medianamente bien, que tampoco aspiramos a que nos regalen ningún chiringuito- será buen proceder urgir a Sánchez y sus ministros, con los de Sumar sentados a la misma mesa, que se afanen en meterle el diente a esas cosas tan pedestres y que tanta pereza nos da asumirlas. Ya se encarga el presidente de presumir de los logros -la economía, en primer lugar, pero también el descenso del paro o las mejoras laborales y de pensiones- pero alguien en el Gobierno, el Ojo es muy pesado, ya se lo dicen en casa, debería ocuparse de transmitir a la sociedad con eficacia de publicista de detergente, que hay muchas cosas que funcionan, que este no es en absoluto ese monstruo ineficaz. Echen la vista atrás y ya me dirán si en esos temas que hemos expuesto, crecimiento económico o aumento del empleo, los gobiernos del PP, tan recientes, superaban en resultados a los obtenidos por los socialistas y Sumar.  

Nos valen, también para esta comparativa, cómo han enfrentado unos y otros los desafíos que la madre naturaleza -en ocasiones la mala madrastra de los cuentos- ha puesto en nuestro camino. ¡Cómo olvidarnos del Prestige, del Yak 42, de los atentados, casi 200 muertos, del 11M! Y aún hoy sufrimos el ejemplo vivo de la gloriosa gestión del PP -ahí tienen a Carlos Mazón, la impudicia andante- para demostrar al mundo entero que se puede ser ineficaz hasta la burda caricatura en el desempeño del cargo, a la par que desvergonzado en el comportamiento. Vean, asimismo, el culposo desempeño de la reina del vermú, la inefable Isabel Díaz Ayuso en el ahogo a las universidades públicas, a la enseñanza no privada en general, o a la desatención de la asistencia sanitaria, mientras los millones riegan al grupo Quirón, qué les vamos a contar de ese novio que ustedes no sepan. ¿Nos acordamos también de las residencias de ancianos? Son ellos, los presidentes de las Comunidades Autónomas, quienes deciden si se gastan el dinero en agasajar a Mario Vaquerizo, -¡qué gran artista, enorme diríamos! - en corridas de toros o, gasto superfluo, pensarán, en reforzar los ambulatorios o echar una mano a los migrantes menores o prestar un poco de atención y ayuda a la angustia que se palpa en Madrid en cuanto se sale de la zona de confort. 

Dirán que no sirve que otros lo hayan hecho mal para exculpar a los actuales responsables. Sabia advertencia. Y sí, insistamos al Gobierno de Sánchez a que solucione lo antes posible los muchos marrones que tiene frente a sus narices. Pero sólo desde la desvergüenza de los portavoces de la oposición y sus cornetas del Apocalipsis, tan engrasados, puede negarse con rigor que el Gobierno consigue ofrecer un balance de aprobado, que no de sobresaliente, por supuesto, en enfrentar los tsunamis -no mencionemos la bicha, que lo mismo lo sufrimos en cualquier momento- a los que ha tenido que enfrentarse, desde la pandemia al volcán y el resto de las desgracias que aún tenemos grabadas en el cerebro. ¿Podía mejorarse? Por supuesto y aún queda mucho por hacer, entre otras cosas darnos una explicación comprensible para los mortales, de las causas del apagón, o ya puestos, mejorar la vigilancia de las vías para evitar los desastres ferroviarios. 

A estas necesidades se ha referido el Ojo en esta columnilla en varias ocasiones y hasta ha abogado, pretencioso como es, en proceder más pronto que tarde a un meneo de ministros, que si la plantilla del partido y sus filiales no nos da para mucho, pasa en las mejores familias, como a Simeone en el Atleti, se busca en el mercado. Empaque, presidente, necesitamos empaque, que hasta el nuevo Papa ha decidido volver a la estola de dorados y la cruz de rubíes. Demasiados ministros y ministras de la señorita Pepis. Haga el favor de buscar nombres indiscutibles, hablo y me escuchan, mando y me obedecen, respondo y tiemblan. Y todo ello hágase compatible con una labor de comunicación que el Gobierno necesita como las florecillas del campo el agua de lluvia, a ver si en versión cursi el presidente se entera, de una vez por todas, qué pesada cruz, del desastre que tiene en casa. 

Porque el mundo aterra. El de dentro, la derecha echada al monte de la desvergüenza, la mentira y el desprecio a los ciudadanos, y el de fuera, que ya decíamos al principio la selva en la que ha convertido Trump este universo que habitamos, acompañado por una flota de aspirantes a dictadores que asusta, desde Putin a Orban, de Abascal a Le Pen o Farage. Necesitamos en España un Gobierno de izquierdas fuerte para empujar a reconstruir esa Europa aún más fuerte que tanto deseamos, frente a la amenaza de Washington, claro, pero también frente a todos los déspotas del mundo que antes hemos citado, amén del salvaje Benjamin Netayanhu, dispuesto a arrasar Gaza mientras miramos hacia otro lado. Si Tel Aviv gana, la humanidad pierde. Bienvenidas sean, pues, las muestras de solidaridad a los palestinos en calles y plazas. Y el Gobierno de Sánchez, por cierto, está obligado a explicarnos con pelos y señales todas las ventas y compras de armamento a Israel. Complicidad con los criminales, ninguna.  

Adenda. Díganme dónde hay que firmar para lograr que la Televisión Española que vive de mis impuestos cierre definitivamente esa cosa repulsiva que se llama La familia de la tele. Hace bien el personal de dentro en poner el grito en el cielo, que esa desvergüenza con patas, muchas patas, no contagie de indecencia al resto del personal que allí trabaja. Y afeen de forma contundente, pancartas, piedras y palos, al responsable de esa contratación y ese dispendio infame. Que las privadas hagan lo que les dé la gana con sus espectadores, pero hay que decirle al presidente del ente público, como decía Arturo Soria hijo, editor de Cruz y Raya en la República y el exilio, blandiendo en alto su bastón, insolente, no me agravie. Tomo esa bazofia de Estebanes y Patiños como un insulto personal. 

Se lo advierto: no se me pongan por delante, Netanyahu tampoco, que no respondo de mis actos.  

Este sitio utiliza cookies. Al continuar navegando por el sitio, usted acepta nuestro uso de cookies.