15 millones de balas y un funeral

El incidente de las armas con Israel sirvió para recordarnos dos cosas. La primera, que se consigue más gobernando que sin gobernar, aunque eso suponga tragarse algunos sapos y recibir lecciones sobre el malmenorismo. La segunda, que el ministro Marlaska es un especialista en escurrir el bulto La semana empezó mal con la muerte del papa Francisco, para los creyentes y también para los no creyentes que llevan tres meses contemplando con asombro y miedo la caída del imperio americano en un abismo de crueldad , autoritarismo y exclusión. Dos días después, se seguía sin hablar de otra cosa pero entre loas a la vida del pontífice, cotilleos vaticanos y revisionados de Cónclave nos enteramos de que el Ministerio del Interior intentó colar en Viernes Santo un contrato de compra de munición a una empresa israelí para abastecer a la Guardia Civil. Eran 6,6 millones de euros y 15 millones de balas que durante el miércoles pasado amenazaron con tumbar el Gobierno de coalición. Sumar e IU se plantaron, y el presidente Sánchez, molesto por este (evitable e innecesario) tiro en el pie, ordenó al día siguiente rescindir el contrato para cumplir su compromiso de no realizar operaciones de compraventa de armas con Israel.  El incidente sirvió para recordarnos dos cosas. La primera, que se consigue más gobernando que sin gobernar, aunque eso suponga tragarse algunos sapos y recibir lecciones sobre el malmenorismo, esa doctrina que dice que el mal menor es peor que el mal mayor. La segunda, que el ministro Marlaska es un especialista en escurrir el bulto, como ya lo hizo en el pasado con la muertes en la valla de Melilla o la devolución, declarada ilegal por el Tribunal Supremo, de 45 menores desde Ceuta a Marruecos. Como en aquellas ocasiones, parece que esta crisis no va con él, y vaticino que saldrá a dar explicaciones hablando en tercera persona aunque sea, a la vez, el ministro más duradero y el más cesable del gabinete de Sánchez. Marlaska siempre se ampara en que actúa conforme a la legalidad aunque suponga actuar en contra de las promesas y de los principios. Quizá sea la naturaleza de su ministerio o su pasado en la judicatura las razones que le impulsan a disimular continuamente que es de izquierda pero parece que, de esta, también se libra.  En este caso, puede que la coherencia nos cueste un dinero que jamás debería ir al bolsillo de los que contribuyen a masacrar niños en Gaza y Cisjordania. Alberto Núñez Feijóo ha tenido una de sus ideas al respecto, que los ministros paguen a escote el importe del contrato, y ha acusado al Gobierno de crear un conflicto internacional con un país culpable de genocidio. Feijóo es el reverso tenebroso de Terencio: todo lo humano le es ajeno. Ha tenido una semana extraña, tuiteando sus condolencias por la muerte del pontífice, una variante sutil de hacerse un selfi con el ataúd de fondo, y empeñándose en llamar Franciscus a Francisco, como si ya leyera su lápida. El líder de la oposición ha acudido al funeral como parte de la delegación española, y allí ha podido ser testigo del primer milagro del Bergoglio: una reunión entre Zelensky y Trump que no ha acabado como el rosario de la aurora. Mientras tanto, Marlaska ensaya su justificación para ratificar el contrato de compra a la empresa israelí de chalecos antibalas que, como su nombre indica, no son municiones y están exentos de cargos de conciencia.  Las guerras que eran, son; en EEUU ya arrestan a jueces, desaparecen personas y deportan a niños estadounidenses de dos años, y en España el gobierno progresista de coalición se acostumbra a hacer equilibrios, incluso los innecesarios. Lo próximo es un cónclave donde se decidirá si el representante de Dios en la Tierra será trumpista o franciscano. Ahora que China está en el centro del huracán económico desatado por Trump, es pertinente recordar su más conocida maldición: aquella que desea al adversario vivir tiempos interesantes.  

Abr 27, 2025 - 05:39
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15 millones de balas y un funeral

15 millones de balas y un funeral

El incidente de las armas con Israel sirvió para recordarnos dos cosas. La primera, que se consigue más gobernando que sin gobernar, aunque eso suponga tragarse algunos sapos y recibir lecciones sobre el malmenorismo. La segunda, que el ministro Marlaska es un especialista en escurrir el bulto

La semana empezó mal con la muerte del papa Francisco, para los creyentes y también para los no creyentes que llevan tres meses contemplando con asombro y miedo la caída del imperio americano en un abismo de crueldad , autoritarismo y exclusión. Dos días después, se seguía sin hablar de otra cosa pero entre loas a la vida del pontífice, cotilleos vaticanos y revisionados de Cónclave nos enteramos de que el Ministerio del Interior intentó colar en Viernes Santo un contrato de compra de munición a una empresa israelí para abastecer a la Guardia Civil. Eran 6,6 millones de euros y 15 millones de balas que durante el miércoles pasado amenazaron con tumbar el Gobierno de coalición. Sumar e IU se plantaron, y el presidente Sánchez, molesto por este (evitable e innecesario) tiro en el pie, ordenó al día siguiente rescindir el contrato para cumplir su compromiso de no realizar operaciones de compraventa de armas con Israel. 

El incidente sirvió para recordarnos dos cosas. La primera, que se consigue más gobernando que sin gobernar, aunque eso suponga tragarse algunos sapos y recibir lecciones sobre el malmenorismo, esa doctrina que dice que el mal menor es peor que el mal mayor. La segunda, que el ministro Marlaska es un especialista en escurrir el bulto, como ya lo hizo en el pasado con la muertes en la valla de Melilla o la devolución, declarada ilegal por el Tribunal Supremo, de 45 menores desde Ceuta a Marruecos. Como en aquellas ocasiones, parece que esta crisis no va con él, y vaticino que saldrá a dar explicaciones hablando en tercera persona aunque sea, a la vez, el ministro más duradero y el más cesable del gabinete de Sánchez. Marlaska siempre se ampara en que actúa conforme a la legalidad aunque suponga actuar en contra de las promesas y de los principios. Quizá sea la naturaleza de su ministerio o su pasado en la judicatura las razones que le impulsan a disimular continuamente que es de izquierda pero parece que, de esta, también se libra. 

En este caso, puede que la coherencia nos cueste un dinero que jamás debería ir al bolsillo de los que contribuyen a masacrar niños en Gaza y Cisjordania. Alberto Núñez Feijóo ha tenido una de sus ideas al respecto, que los ministros paguen a escote el importe del contrato, y ha acusado al Gobierno de crear un conflicto internacional con un país culpable de genocidio. Feijóo es el reverso tenebroso de Terencio: todo lo humano le es ajeno. Ha tenido una semana extraña, tuiteando sus condolencias por la muerte del pontífice, una variante sutil de hacerse un selfi con el ataúd de fondo, y empeñándose en llamar Franciscus a Francisco, como si ya leyera su lápida. El líder de la oposición ha acudido al funeral como parte de la delegación española, y allí ha podido ser testigo del primer milagro del Bergoglio: una reunión entre Zelensky y Trump que no ha acabado como el rosario de la aurora. Mientras tanto, Marlaska ensaya su justificación para ratificar el contrato de compra a la empresa israelí de chalecos antibalas que, como su nombre indica, no son municiones y están exentos de cargos de conciencia. 

Las guerras que eran, son; en EEUU ya arrestan a jueces, desaparecen personas y deportan a niños estadounidenses de dos años, y en España el gobierno progresista de coalición se acostumbra a hacer equilibrios, incluso los innecesarios. Lo próximo es un cónclave donde se decidirá si el representante de Dios en la Tierra será trumpista o franciscano. Ahora que China está en el centro del huracán económico desatado por Trump, es pertinente recordar su más conocida maldición: aquella que desea al adversario vivir tiempos interesantes. 

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