Aunque recurro mucho, en los últimos tiempos, a clásicos del cine y a otros que todavía no son clásicos, pero que lo serán muy pronto, no lo hago porque crea que explican lo que pasa en la vida. Ni mucho menos. El cine ha intentado superar el maniqueísmo de su edad heroica, cuando había buenos y malos absolutos, pero no puede prescindir del mito de la continuidad del carácter o de la identidad de los personajes relevantes. Se comprende. Si la personalidad del protagonista cambiara por completo dos o tres veces en las dos o tres horas que dura la película, el público pensaría que le están tomando el pelo. La coherencia del relato exige, al menos, una mínima coherencia...
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