Viernes Santo

Hoy es ya Viernes Santo, casi nada, y les he tenido abandonados entre olores a panades y robiols. El caso es que una faringitis de esas que no te deja respirar unida a una infección bucal que no te deja abrir la boca me han convertido por unos días en el hombre elefante. Gracias a … Continuar leyendo "Viernes Santo"

Abr 18, 2025 - 12:36
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Viernes Santo

Hoy es ya Viernes Santo, casi nada, y les he tenido abandonados entre olores a panades y robiols. El caso es que una faringitis de esas que no te deja respirar unida a una infección bucal que no te deja abrir la boca me han convertido por unos días en el hombre elefante. Gracias a Dios que no tenía que mostrarme en exceso, sólo en familia, sin embargo, me he perdido la procesión de procesiones, que es la del Jueves Santo en Palma, aunque la he podido atisbar por el balcón de mi casa.

Tendré que esperar al año próximo para lucir la capa española que acompaña el cuerpo inerte de Jesucristo alumbrado por hachones y el miserere sonando de fondo. Hace uno años se desató la polémica porque un grupo de jóvenes féminas decidieron usar las capas centenarias de sus abuelos o padres para honrarles acompañando el cuerpo de Jesús recién bajado de la cruz. Entonces me molesté, pero el tiempo, que pone a todos en su sitio, me ha hecho ver la poca maldad que existe en este gesto tan bello de querer seguir adelante con lo que siempre ha sido de casa por encima de géneros y tradiciones.

De alguna manera amar a Dios, y a su hijo, no exige de géneros, se le ama de mil maneras y, si además de amarlo, veneramos a nuestros antepasados, mejor que mejor. Dios es amor, es tolerancia, no es protocolo, ni son unas líneas escritas por cuatro capitostes de otra época. Hoy sabemos que hombres y mujeres somos hijos del mismo padre y a él debemos veneración.

El Viernes Santo volvimos a vivirlo en Pollença con un nudo en la garganta cuando vimos que dos jóvenes subían la cruz martillo en mano para desenclavar con cuidado la estatua en movimiento, que envuelta en sábanas limpias, desciende hasta los brazos mimosos de los monjes, que con parsimonia y lágrimas en los ojos han de depositarlo en la cama mortuori, cubierta de finos encajes que ha de llevar a Cristo a su última morada. «Al tercer día resucitará».

Se inicia así la procesión más bella de Mallorca, avanzando las cofradías por entre el gentío que cubre la plaza del oratorio hasta dar con la escalinata llena de fiesta silenciosa. Jesús ha muerto, pero para regalarnos la inmortalidad y el perdón. Cofradía tras cofradía el cuerpo de Jesús baja lentamente, serenamente, mientras se encuentran con la música maestra del ciprés y los pinos, los cánticos alados del Cor de Pollença, no hay imagen más bella, y esa misma frase es la que repiten los que la han comprendido por primera vez.

Hace falta comprender el significado de ese júbilo contenido, no es teatro, es una reivindicación de intenciones. Qué más da que las que porten sobre sus hombros la capa española sean hombres o mujeres. Lo importante es que están, las familias están. Ese día todos los pollencins somos familia y estoy deseando unirme a ella el año próximo, junto a los míos, los de toda la vida, los que dan sentido a nuestra vida.

Y la vida corre, avanza, se moderniza, pero el pozo queda y en este caso está bien asegurado, por el interés de los jóvenes, chicos y chicas. La procesión llega a la Parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles, que espera a su hijo bondadosamente cada año. Sobre el altar mayor en caja de oro se introduce el cuerpo inerte de su hijo y ahí queda, en su único descanso terrenal, de humano, hasta que el domingo suenan las campanas, madre e hijo salen a su encuentro en las plazas y calles, bailan con la alegría de saberse unidos para siempre y de que la palabra del Señor se ha vuelto a cumplir. Es la Resurrección y la Vida. ¡Enhorabuena!