Valentín Gómez volvió a jugar en Vélez, apuntó a Foster Gillett, pero también lanzó bombas contra la dirigencia: “Me tuvieron diez días llorando en una habitación”
Sin filtro, el zaguero se descargó por la caída de su pase a Udinese de una forma inédita; jugó de titular en el primer triunfo velezano del campeonato

Vélez ganó. Era una frase común del 2024, pero en este 2025 pasó a ser una rareza que se rompió en la noche de este viernes. El 1-0 a San Martín, de San Juan, en el que también convirtió el primer gol en el Torneo Apertura gracias al desahogo de Braian Romero, a falta de diez minutos para el final, parecía darles a todos la alegría que se ausentó durante ocho jornadas. Sin embargo, para Valentín Gómez no fue más que una noche más de fútbol. Lo extrañaba, claro, pero es notorio el dolor interno tras su tercera posibilidad de emigrar que se frustra, esta vez por una promesa incumplida del empresario Foster Gillett de abonar su cláusula de rescisión para, luego, jugar en Udinese, de Italia. La plata nunca apareció, debió afrontar situaciones anormales sin poder siquiera entrenar con la ropa del que sería su nuevo club y esta noche, totalmente dispuesto a todo, escupió todo lo que tenía atragantado.
En horas en las que Guillermo Barros Schelotto está cerrando su vínculo para tomar las riendas del primer equipo, lo que significa un bombazo para el fútbol argentino y el mundo velezano, no había alertas de algún sismo. De hecho, el regreso del central zurdo a la institución donde salió campeón hace unos meses se tomó apenas como una gran noticia, por su jerarquía y porque su contrato caduca recién a fin de año, más allá de que, casi con seguridad, se buscará poder cumplir por fin con la venta que tanto espera: en principio, sigue queriendo respirar nuevos aires dejándole una buena cantidad de dinero al club que le dio la posibilidad de formarse. Hasta, quizás, la sensación era que Gómez dejaba mínimamente el golpe de lado y se centraría en comenzar de nuevo en Vélez.
Lo mejor del partido
Sin embargo, no todo pasa. Al menos, por ahora. Y si bien había ganas de escucharlo, nadie (excepto los que están cerca de él) esperaba que declarara de la forma en la que lo hizo: señaló a Gillett como se preveía, pero en otros libretos no estaba escrito que no tendría piedad contra la dirigencia comandada por Fabián Berlanga.
“Creo que no estaba al cien por ciento para jugar. Me preguntó Marcelo [Bravo] si estaba listo y le dije que sí, que lo iba a intentar hasta donde podía, desde el lugar de que me venía entrenando. Es verdad lo que se dijo: estuve entrenando en una plaza, pero eso también es culpa de la dirigencia de Vélez. Si bien el principal responsable es Foster, no les costaba nada enviar un permiso para entrenar a contra turno”, inició su descargo hacia ambos lados.
El central se la pasó día tras día en un lugar normal de la ciudad de Údine, esperanzado con que aparecieran los U$S 8.500.000 que el norteamericano, llamado a revolucionar el fútbol argentino desde las puertas que le abrieron en Estudiantes, había estado dispuesto a abonar por el pase del futbolista, de 21 años. No obstante, el conjunto italiano se bajó.
Lo más duro (y crudo) sería lo siguiente: “Me tuvieron diez días llorando en una habitación, sin poder entrenar. Así que, desde ese lado, estoy un poco con bronca porque después somos nosotros los que damos la cara y somos los responsables del mal momento que vivimos, pero las condiciones para entrenar no son óptimas, las canchas no están en el mejor estado, los vestuarios hay que remodelarlos. Hay que hacer muchas cosas para que Vélez siga siendo lo que es, un gran club”.
Y por si quería exponer aún más su disconformidad hacia los dirigentes que conducen a la institución de Liniers, se sacó las ganas, sin guardarse nada. “Para que se den una idea, los más grandes tuvieron que comprar 32 ventiladores para que podamos dormir la siesta bien y descansar tranquilos en la concentración. El gimnasio que tenemos no es apto para un equipo de primera. Así, un montón de cosas más. Estaría bueno que ellos también muestren parte de sus responsabilidades”.
El zaguero, que sigue portando el N°31 en su camiseta como lo hacía antes de pasar por un sufrimiento que aún perdura, no sólo fue titular, sino que disputó el encuentro completo ante los sanjuaninos. Si bien contó que fue Marcelo Bravo, el director técnico interino tras la salida de Sebastián Domínguez, el que se interesó en ponerlo desde el arranque, las versiones que trascienden es que fue el propio “Mellizo” el que, en medio de las reuniones, habría pedido su titularidad. De esa manera, cuando comience a entrenar al plantel, el defensor no sólo tendrá las prácticas que acumula desde el lunes (día en el que pisó la Villa Olímpica nuevamente) sino también minutos en primera.
Serán los Barros Schelotto los encargados de potenciar este primer paso adelante del equipo tras una pésima racha, pero también tendrán la misión de alivianar el dolor de Valentín Gómez, reavivar el fuego competitivo de un chico demasiado serio y mantenerlo en un pedestal del fútbol argentino que parecía haber abandonado para cumplir su sueño, pero que deberá volver a pisar para que la cuarta, esta vez, sea la vencida. Eso sí, al disparar, surgen los interrogantes: ¿Qué relación habrá con los directivos a partir de mañana? ¿Ahora serán ellos los que pedirán que no juegue? ¿Gómez, herido, va a querer dejarle dinero a esta dirigencia? Las bombas explotaron y, lo que parecía ser el comienzo de mejores días por la llegada inminente de un fuerte entrenador y una sequía rota, se empieza a transformar en una guerra.