Una historiadora arremete contra el mito más extendido sobre Grecia y Roma
Prepárense para que sus esquemas mentales se vengan abajo de la mano de Josephine Quinn . Tras más de tres décadas de docencia, esta profesora de Historia Antigua en la Universidad de Oxford y co-ordinadora de las excavaciones de Utica ha publicado un ensayo -'Cómo el mundo creó Occidente' (Crítica)- en el que arremete contra una de las máximas más extendidas de nuestra era: la idea de que Grecia y Roma fueron la cuna de la cultura occidental. «Me irrita mucho que se repita. Es algo que ni ellos mismos pensaban», explica en declaraciones a ABC. A cambio, sostiene, la Europa actual se forjó sobre las conexiones entre diferentes regiones: «Lo que hoy llamamos civilización occidental es el producto de 4.000 años de comercio, sexo y guerra». -Ha afirmado en otras ocasiones que le molesta que sus alumnos le digan que estudian Historia Antigua motivados por la importancia de Grecia y Roma Hay motivos mejores para estudiar esta materia. De hecho, es una razón terrible. Me encantaría que la gente pensara en la Historia Antigua como algo mucho más amplio que Grecia y Roma. Pero lo que más me irrita es que repitan que griegos y romanos fueron la raíz de la civilización occidental. Era algo que ni ellos mismos pensaban. -¿Griegos y romanos no se veían como el corazón de la cultura? No, hubiera sido algo muy mistificante para ellos. Se veían a sí mismos, a su pasado y a su presente, en términos de las conexiones que mantenían con diferentes pueblos, de las deudas culturales que tenían con otras sociedades y de todo lo que habían aprendido en otros lugares. La idea moderna de que la civilización actual es una suerte de milagro autoconstruído no tendría sentido para ellos. Ese es uno de los mensajes más importantes que debemos aprender y que expongo en mi libro. Por eso me frustro cuando los jóvenes quieren estudiar Historia Antigua por Grecia y Roma convencidos de que forjaron la civilización occidental. -¿El titular, entonces, sería que los griegos y los romanos no fueron la cuna de la cultura mediterránea? Mediterráneo y occidental son dos realidades muy diferentes. Diría que el titular es que griegos y romanos no son las únicas raíces de esta civilización. -Afirma que debemos descentralizar esa idea de que fueron el germen de la cultura occidental. ¿Qué fue clave para forjarla, entonces? Las conexiones entre civilizaciones. Empobrecemos la historia cuando nos enfocamos en las personas y en los lugares en vez de centrarnos en las conexiones que existen entre los pueblos. Aunque no todas son positivas. Además del comercio, de las relaciones personales, de la mezcla cultural, también hay que contar la enfermedad y la guerra. Todo influye. Antes del nacimiento de la navegación y de que arrancaran estas relaciones se creó una disrupción: la máxima de que no era necesario que llegasen nuevas ideas. Después de que los barcos permitieran las sinergias entre diferentes culturas aparecieron cosas como el burro, las nuevas tecnologías siderúrgicas de los metales, la escritura en sí misma... Se avanzó. -Entre otras cosas, sostiene que los estudiosos se han centrado en los textos grecolatinos clásicos y han obviado otros tantos igual de importantes en la historia Sí. Son historias increíbles, fábulas que se originaron en la India alrededor del primer milenio de la era común. A menudo se tradujeron al persa y luego, durante el período medieval, al árabe, al georgiano, al hebreo, al latín, al griego... A todas las lenguas vernáculas de la Europa medieval tardía. Pero, por desgracia, han sido olvidadas a pesar de que fueron utilizadas por autores de la talla de Chaucer. En el libro analizo varias. Una habla de un chacal en la corte del rey indio. Nos dice que el animal tenía un amigo que era un toro, y que el resto de chacales se pusieron celosos de su amistad y les volvieron el uno contra el otro. Es un cuento acerca de reconocer a las falsas amistades que se hizo muy popular. Algunas fueron traducidas a un centenar de idiomas y se convirtieron en casi tan populares como la Biblia . -¿Por qué cree que el concepto de ciudad-estado ha sido malinterpretado? Lo que digo es que no eran ciudades en términos modernos, sino pueblos relativamente pequeños. El problema es que no todas las ciudades eran estados en la antigüedad, e incluso en el mundo griego. Y no todos los estados eran ciudades. Algunos simplemente eran colecciones de diferente poleis. Además, cuando la sociedad construía estas organizaciones políticas no pensaba como lo hacemos hoy, solo hacía algo que para ellos funcionaba. También es interesante saber que no eran típicas de los griegos. Sus mismas características las encontramos en los territorios fenicios y en otros tantos. -Es usted bastante crítica con el concepto de civilización... La palabra civilización nació por primera vez en Francia en el siglo XVIII. En principio fue una idea positiva de cortesía y refinamiento. Todos creían que debían aspirar a ella; se convirtió a toda velocidad en la forma más elevada de progr
Prepárense para que sus esquemas mentales se vengan abajo de la mano de Josephine Quinn . Tras más de tres décadas de docencia, esta profesora de Historia Antigua en la Universidad de Oxford y co-ordinadora de las excavaciones de Utica ha publicado un ensayo -'Cómo el mundo creó Occidente' (Crítica)- en el que arremete contra una de las máximas más extendidas de nuestra era: la idea de que Grecia y Roma fueron la cuna de la cultura occidental. «Me irrita mucho que se repita. Es algo que ni ellos mismos pensaban», explica en declaraciones a ABC. A cambio, sostiene, la Europa actual se forjó sobre las conexiones entre diferentes regiones: «Lo que hoy llamamos civilización occidental es el producto de 4.000 años de comercio, sexo y guerra». -Ha afirmado en otras ocasiones que le molesta que sus alumnos le digan que estudian Historia Antigua motivados por la importancia de Grecia y Roma Hay motivos mejores para estudiar esta materia. De hecho, es una razón terrible. Me encantaría que la gente pensara en la Historia Antigua como algo mucho más amplio que Grecia y Roma. Pero lo que más me irrita es que repitan que griegos y romanos fueron la raíz de la civilización occidental. Era algo que ni ellos mismos pensaban. -¿Griegos y romanos no se veían como el corazón de la cultura? No, hubiera sido algo muy mistificante para ellos. Se veían a sí mismos, a su pasado y a su presente, en términos de las conexiones que mantenían con diferentes pueblos, de las deudas culturales que tenían con otras sociedades y de todo lo que habían aprendido en otros lugares. La idea moderna de que la civilización actual es una suerte de milagro autoconstruído no tendría sentido para ellos. Ese es uno de los mensajes más importantes que debemos aprender y que expongo en mi libro. Por eso me frustro cuando los jóvenes quieren estudiar Historia Antigua por Grecia y Roma convencidos de que forjaron la civilización occidental. -¿El titular, entonces, sería que los griegos y los romanos no fueron la cuna de la cultura mediterránea? Mediterráneo y occidental son dos realidades muy diferentes. Diría que el titular es que griegos y romanos no son las únicas raíces de esta civilización. -Afirma que debemos descentralizar esa idea de que fueron el germen de la cultura occidental. ¿Qué fue clave para forjarla, entonces? Las conexiones entre civilizaciones. Empobrecemos la historia cuando nos enfocamos en las personas y en los lugares en vez de centrarnos en las conexiones que existen entre los pueblos. Aunque no todas son positivas. Además del comercio, de las relaciones personales, de la mezcla cultural, también hay que contar la enfermedad y la guerra. Todo influye. Antes del nacimiento de la navegación y de que arrancaran estas relaciones se creó una disrupción: la máxima de que no era necesario que llegasen nuevas ideas. Después de que los barcos permitieran las sinergias entre diferentes culturas aparecieron cosas como el burro, las nuevas tecnologías siderúrgicas de los metales, la escritura en sí misma... Se avanzó. -Entre otras cosas, sostiene que los estudiosos se han centrado en los textos grecolatinos clásicos y han obviado otros tantos igual de importantes en la historia Sí. Son historias increíbles, fábulas que se originaron en la India alrededor del primer milenio de la era común. A menudo se tradujeron al persa y luego, durante el período medieval, al árabe, al georgiano, al hebreo, al latín, al griego... A todas las lenguas vernáculas de la Europa medieval tardía. Pero, por desgracia, han sido olvidadas a pesar de que fueron utilizadas por autores de la talla de Chaucer. En el libro analizo varias. Una habla de un chacal en la corte del rey indio. Nos dice que el animal tenía un amigo que era un toro, y que el resto de chacales se pusieron celosos de su amistad y les volvieron el uno contra el otro. Es un cuento acerca de reconocer a las falsas amistades que se hizo muy popular. Algunas fueron traducidas a un centenar de idiomas y se convirtieron en casi tan populares como la Biblia . -¿Por qué cree que el concepto de ciudad-estado ha sido malinterpretado? Lo que digo es que no eran ciudades en términos modernos, sino pueblos relativamente pequeños. El problema es que no todas las ciudades eran estados en la antigüedad, e incluso en el mundo griego. Y no todos los estados eran ciudades. Algunos simplemente eran colecciones de diferente poleis. Además, cuando la sociedad construía estas organizaciones políticas no pensaba como lo hacemos hoy, solo hacía algo que para ellos funcionaba. También es interesante saber que no eran típicas de los griegos. Sus mismas características las encontramos en los territorios fenicios y en otros tantos. -Es usted bastante crítica con el concepto de civilización... La palabra civilización nació por primera vez en Francia en el siglo XVIII. En principio fue una idea positiva de cortesía y refinamiento. Todos creían que debían aspirar a ella; se convirtió a toda velocidad en la forma más elevada de progreso humano. Pero en el XIX cambió y se empezó a hablar de civilizaciones, en plural. A partir de entonces se distinguió entre civilizaciones y culturas con sus propias historias y sus limitaciones naturales. El problema es que se ideó una jerarquía, un ránking de las mejores y de las peores. Para colmo, todas ellas fueron metidas en una 'caja cultural' con sus características concretas. Resulta interesante que, en el último cuarto de siglo, nadie puede hablar de una manera seria de las razas. Y eso, a pesar de lo que dice el señor Trump en América. A nivel científico no es un concepto viable. La clave es que no debemos pensar en árboles genealógicos, sino en una planta trepadora que conecta a todo el mundo. Lo que intento hacer en este libro es ofrecer una perspectiva nueva. Como historiadora creo que debemos dejar de pensar en estos términos y pasar a un mundo en el que la sociedad reinventa constantemente sus relaciones, sus conexiones, sus mundos culturales... Es una tesis exigente, lo sé, porque pide a todos que no acepten la 'caja cultural' en la que han sido clasificados. Creer que, por pertenecer a una u otra civilización, no tienes afinidad con otras es un error. -En su obra afirma que 'son las conexiones, y no las civilizaciones, las que impulsan un cambio histórico'. ¿A qué se refiere? ¡Es lo que intento responder en todo el libro! El problema es que la humanidad organiza las civilizaciones como un bosque de árboles, cada uno con sus propias raíces y ramas. Pensamos que todo proviene de dentro, y por eso consideramos que Grecia y Roma son el germen de la cultura occidental. No podemos concebir que las raíces provengan de otro lugar. Yo argumento que la sociedad se parece más a un jardín de flores donde hay comunidades individuales, desde luego, pero que también se alimentan de otras con las que coexisten. ¿Y por qué flores? Porque necesitan polinización del exterior. Como historiadora, me gustaría que mirásemos al pasado a través de las relaciones. El problema es que siempre lo hacemos mirando un lugar particular o un grupo de personas. -También esgrime que no existe una cultura occidental pura Lo que hoy entendemos como Europa occidental existe desde el punto de vista geológico. Mi argumento es que lo que hoy llamamos civilización occidental es el producto de 4.000 años de comercio, sexo y guerra.
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