Truco o trato

Con la herramienta anti-coerción se podrían restringir las exportaciones y las importaciones, limitar las licitaciones públicas y algunas cosas más. Aunque no lo parezca, con el Derecho también se combate y hasta se ganan batallas Besarle el culo a Trump. Mirar el mundo a través de su cristal medievalizante y falocéntrico. Implorarle. Portarse bien o merecer su “perdón”. “Por favor, por favor, haré lo que sea, señor, haré lo que sea”.  Nadie negocia como negocia Trump, l'enfant terrible de botas y espuelas. Solo él ha comprendido que presidir EEUU es como llevar tu propio negocio en un mercado en el que eres tú quien pone las reglas. Está incubando el gran huevo de la gallina de oro.  Los gravámenes del 20% para la Unión Europea y del 104% a China han desbarrancado las bolsas. Los que le besaron el culo antes, el día de su coronación y el de la Gran Revancha, sus amigos de Marte, están perdiendo mucho dinero ahora. Los cinco gigantes de Silicon Valley que calentaban la silla en la fiesta del rey Midas miran de reojo la cola del exit contando sus billones. La fiesta infantil quizá les acabe saliendo cara. Mientras, el niño-cowboy se mira el culo y solo es capaz de ver una larga fila de besucones desesperados. Debe ser cosa de genios. Ignora el funcionamiento y la complejidad de una economía globalizada en la que un déficit comercial bilateral y amañado no suele ser la referencia de nada; la economía ya no es un zoco en el que se intercambian mercancías, juguetes, espejitos y sombreros. No ignora, sin embargo, que un simple rumor hace perder y ganar millones de dólares en tan solo 15 minutos. Y con eso que sabe, ya le basta.  Su idea es la de sustituir el multilateralismo, la Organización Mundial del Comercio y los aburridos procedimientos internacionales, por las emociones fuertes de tobogán, el chantaje de palillo en boca y la bravuconería de un tratante de feria pasado de rosca. Puerta a puerta, biblia en mano. Susto o muerte. Todo consiste en reemplazar las reglas por tratos bilaterales basados en el desconcierto y la improvisación. Trump no respeta los acuerdos que firma. Forma parte de su encanto. En su primer mandato negoció el Tratado entre México, EEUU y Canadá (TMEC) y ahora lo ha dinamitado sin pestañear. La desconfianza y el miedo son los motores del progreso. Ya saben que el hambre agudiza el ingenio y que lo que no mata, engorda. El refranero nunca se equivoca. La Pax Americana está llegando a su fin y parece que el final no será épico, ni siquiera apocalíptico, sino estremecedoramente cutre. Los líderes se parecen cada vez más a sus memes y hasta sus fanáticos seguidores andan medio despistados. En EEUU, apenas se escucha la voz de los republicanos. “Silencio en la sala, que el burro va a hablar”. Silencio tenso y moscas a cañonazos. Dicen que la oposición está a la espera, tejiendo su mortaja. Solo suena como un volcán, el golpe de un gigante sobre la mesa. China ha ofrecido al hombre naranja el bucle “fenomenal” que buscaba (o quizá no). Luchará hasta el final, ha dicho, mientras doblaba la apuesta. Entretanto, Europa pide moderación y algo de tiempo para reaccionar. Necesita engrasar sus goznes. Hay un adulto en la habitación o quizá es solo un boomer. Ursula von der Leyen insta a Pekín a “evitar una nueva escalada” con Washington y a mejorar su relación con la Unión Europea. Aún se recuerdan las barreras a los coches chinos. En aquella votación, España se abstuvo.  Sánchez ha viajado tres veces a China para abrir nuevos mercados y equilibrar nuestra balanza comercial. España reacciona con decisión, pero con lealtad. Meloni, en cambio, pinta mal. Está a cinco minutos de perder los nervios. Demasiado lejos de dios y demasiado cerca de los gringos. Salvini aprieta. Macron –“el Estado soy yo”–sigue hiperactivo y saca todo su arsenal de propuestas. Quiso protagonizar la mediación entre Rusia y Ucrania, poner a disposición su paraguas nuclear, lanzar fuerzas de paz en apoyo a Zelenski… Ahora toca el lanzamiento de martillo. Alemania ya está lista para tomar una buena bocanada de aire. Gobierno de concertación, cláusula de escape e inversiones a granel. Vuelve el timón. Europa pone en marcha sus aranceles y la Comisión Europea activa el reglamento de mercados digitales sobre las cuatro grandes tecnológicas estadounidenses (Apple, Alphabet, Amazon y Meta) a las que tenía en el punto de mira. Caerán sanciones (aunque moderadas) y, sobre todo, se exigirán modelos diferentes de negocio. Eso es lo que duele. Al dinero ya están acostumbradas. Apple casi duplica el PIB español. Se combinará libertad de empresa con derechos de los consumidores y sentido de la competencia, al menos por esta vez, y finalmente se sacará la tarjeta roja. Las pistolas están ya sobre la mesa. Europa muscula, aunque continúa negociando con guante de seda. La Comisión ofrece a Estados Unidos “aranceles cero” recíprocos para los bien

Abr 10, 2025 - 05:54
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Truco o trato

Truco o trato

Con la herramienta anti-coerción se podrían restringir las exportaciones y las importaciones, limitar las licitaciones públicas y algunas cosas más. Aunque no lo parezca, con el Derecho también se combate y hasta se ganan batallas

Besarle el culo a Trump. Mirar el mundo a través de su cristal medievalizante y falocéntrico. Implorarle. Portarse bien o merecer su “perdón”. “Por favor, por favor, haré lo que sea, señor, haré lo que sea”. 

Nadie negocia como negocia Trump, l'enfant terrible de botas y espuelas. Solo él ha comprendido que presidir EEUU es como llevar tu propio negocio en un mercado en el que eres tú quien pone las reglas. Está incubando el gran huevo de la gallina de oro. 

Los gravámenes del 20% para la Unión Europea y del 104% a China han desbarrancado las bolsas. Los que le besaron el culo antes, el día de su coronación y el de la Gran Revancha, sus amigos de Marte, están perdiendo mucho dinero ahora. Los cinco gigantes de Silicon Valley que calentaban la silla en la fiesta del rey Midas miran de reojo la cola del exit contando sus billones. La fiesta infantil quizá les acabe saliendo cara. Mientras, el niño-cowboy se mira el culo y solo es capaz de ver una larga fila de besucones desesperados. Debe ser cosa de genios. Ignora el funcionamiento y la complejidad de una economía globalizada en la que un déficit comercial bilateral y amañado no suele ser la referencia de nada; la economía ya no es un zoco en el que se intercambian mercancías, juguetes, espejitos y sombreros. No ignora, sin embargo, que un simple rumor hace perder y ganar millones de dólares en tan solo 15 minutos. Y con eso que sabe, ya le basta. 

Su idea es la de sustituir el multilateralismo, la Organización Mundial del Comercio y los aburridos procedimientos internacionales, por las emociones fuertes de tobogán, el chantaje de palillo en boca y la bravuconería de un tratante de feria pasado de rosca. Puerta a puerta, biblia en mano. Susto o muerte. Todo consiste en reemplazar las reglas por tratos bilaterales basados en el desconcierto y la improvisación. Trump no respeta los acuerdos que firma. Forma parte de su encanto. En su primer mandato negoció el Tratado entre México, EEUU y Canadá (TMEC) y ahora lo ha dinamitado sin pestañear. La desconfianza y el miedo son los motores del progreso. Ya saben que el hambre agudiza el ingenio y que lo que no mata, engorda. El refranero nunca se equivoca.

La Pax Americana está llegando a su fin y parece que el final no será épico, ni siquiera apocalíptico, sino estremecedoramente cutre. Los líderes se parecen cada vez más a sus memes y hasta sus fanáticos seguidores andan medio despistados. En EEUU, apenas se escucha la voz de los republicanos. “Silencio en la sala, que el burro va a hablar”. Silencio tenso y moscas a cañonazos. Dicen que la oposición está a la espera, tejiendo su mortaja.

Solo suena como un volcán, el golpe de un gigante sobre la mesa. China ha ofrecido al hombre naranja el bucle “fenomenal” que buscaba (o quizá no). Luchará hasta el final, ha dicho, mientras doblaba la apuesta. Entretanto, Europa pide moderación y algo de tiempo para reaccionar. Necesita engrasar sus goznes. Hay un adulto en la habitación o quizá es solo un boomer. Ursula von der Leyen insta a Pekín a “evitar una nueva escalada” con Washington y a mejorar su relación con la Unión Europea. Aún se recuerdan las barreras a los coches chinos. En aquella votación, España se abstuvo. 

Sánchez ha viajado tres veces a China para abrir nuevos mercados y equilibrar nuestra balanza comercial. España reacciona con decisión, pero con lealtad. Meloni, en cambio, pinta mal. Está a cinco minutos de perder los nervios. Demasiado lejos de dios y demasiado cerca de los gringos. Salvini aprieta. Macron –“el Estado soy yo”–sigue hiperactivo y saca todo su arsenal de propuestas. Quiso protagonizar la mediación entre Rusia y Ucrania, poner a disposición su paraguas nuclear, lanzar fuerzas de paz en apoyo a Zelenski… Ahora toca el lanzamiento de martillo. Alemania ya está lista para tomar una buena bocanada de aire. Gobierno de concertación, cláusula de escape e inversiones a granel. Vuelve el timón.

Europa pone en marcha sus aranceles y la Comisión Europea activa el reglamento de mercados digitales sobre las cuatro grandes tecnológicas estadounidenses (Apple, Alphabet, Amazon y Meta) a las que tenía en el punto de mira. Caerán sanciones (aunque moderadas) y, sobre todo, se exigirán modelos diferentes de negocio. Eso es lo que duele. Al dinero ya están acostumbradas. Apple casi duplica el PIB español. Se combinará libertad de empresa con derechos de los consumidores y sentido de la competencia, al menos por esta vez, y finalmente se sacará la tarjeta roja. Las pistolas están ya sobre la mesa. Europa muscula, aunque continúa negociando con guante de seda. La Comisión ofrece a Estados Unidos “aranceles cero” recíprocos para los bienes industriales: ni para ti ni para mí. Cero grados. “Ni frío ni calor”. Entretanto, decide estudiar alternativas: diversificación de los mercados, tratados de libre comercio, apuesta por la demanda interna, incremento de la tributación a las multinacionales americanas. No se excluye el uso de la artillería pesada. Con la herramienta anti-coerción se podrían restringir las exportaciones y las importaciones, limitar las licitaciones públicas y algunas cosas más. Aunque no lo parezca, con el Derecho también se combate y hasta se ganan batallas. Basta la mayoría cualificada del Consejo. Hungría y Eslovaquia, su perro faldero, pasarán a la irrelevancia. 

Toca ganar autonomía estratégica y hacer de la necesidad, virtud. El futuro ya está aquí. Truco o trato.

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