Strade Bianche: el sueño ciclista de los caminos blancos de la Toscana y la magia de Siena

No es la prueba más antigua, ni la más dura ni la más prestigiosa, pero es muy probablemente la carrera más bella de cuantas se disputan en la temporada de clásicas de primavera Ruta - La subida a Malpaso desde La Caleta, en una ruta para bicis por la isla de El Hierro La Strade Bianche, la prueba de los caminos blancos de 'sterrato', no es la más antigua del calendario. Ni la más dura ni la más prestigiosa. Pero es muy probablemente la carrera más bella de cuantas se disputan en primavera. Este sábado, la carrera inaugura la temporada de grandes clásicas. La receta es fácil y las cuentas cuadran: poner en la chistera los ingredientes de temporada y con sólo soplar un poco… ¡voilà! Los paisajes sinuosos de la Toscana, la salida en el fuerte de la bellísima Siena y la llegada en la preciosista Piazza del Campo, capaz de albergar una prueba de repercusión mundial en esa concha historiada sin perder un ápice de su majestuosa respetabilidad. Es un recorrido tremendamente divertido, exigente y bonito. Además, el aroma a ciclismo clásico de l’Eroica que se respira en cada plano, cada pedalada y cada mota de 'sterrato' que se filtra por la nariz o la cadena de 450 ciclistas profesionales estrenando temporada. La Strade Bianche anticipa la primavera con una sonrisa de oreja a oreja para la comunidad ciclista. Y el ambiente de felicidad se transmite entre organizadores, participantes y público. Se palpa en la atmósfera la secreta satisfacción de haber encontrado la fórmula de un evento de éxito total. De un producto que se puede codear con las grandes pruebas históricas del calendario mundial. Poco importa que le inviten a sentarse en el G5 de las grandes clásicas, los monumentos. La receta toscana tiene el pedigrí suficiente para pavonearse con los mejores. Y lo hace en buena lid y sin atribuirse ningún mérito impostado. Además de una organización excelente marca de la casa. “Organizar carreras de bicis es de las mejores cosas que sabemos hacer los italianos”, se algarabía con euforia entre los periodistas a sabiendas de que las cosas se están haciendo bien. Y súmenle 7.500 ciclistas amateurs deseosos de libar de la leyenda que normalmente miran por televisión. Viendo a sus ídolos un sábado y emulándolos tan sólo unas horas más tarde y por los mismos paisajes. Jugando en el mismo estadio con la sangre aún caliente percutiendo en las sienes. Pedaladas excitadas por lo vivido en la previa y la polvareda que apenas ha tenido tiempo para disiparse. La Gran Fondo Strade Bianche es un colofón categórico que eleva el evento ciclista del fin de semana al olimpo etrusco del ciclismo con mayúsculas. Llamando a las puertas de la primavera La Strade Bianche ha sabido instituirse como la puerta de la primavera del pelotón mundial con tal desparpajo que ya casi no nos acordamos de su bisoñez. Ya que inició su andadura hace apenas 15 años, pero ha tenido una progresión meteórica a nivel mediático y reputacional con pocos precedentes en la organización de eventos deportivos. La rotunda combinación de ciclismo clásico y moderno, su inmejorable recorrido y el elenco de campeones y campeonas en su corto historial tampoco exige más credenciales. Tomen nota: Cancellara, Longo, Alaphilippe, Van Vleuten, Van Aert, Kopecki, Van der Poel, Vollering, Pidcock o Pogaçar. Cabalgadas polvorientas para la leyenda y la escalada final por Via Santa Caterina. Por dónde si no por la épica rampa que da acceso a la ciudad histórica. Con nombre de la filósofa y mística de la iglesia que ha llevado el de su ciudad por medio mundo (y cuya cabeza se expone incorrupta en la Basílica de Santo Domingo, a escasos metros del lugar). Por si esto no fuese bastante, el caracoleo entre las calles angostas y la entrada triunfal de los ciclistas en la Piazza del Campo, emulando sobre sus monturas de carbono a los jinetes del Palio de Siena que se baten dos veces al año en el mismo lugar. Al galope y entre el éxtasis popular formado por las “contradas” de los tifosi que abarrotan la plaza defendiendo los colores de su caballo. Que cada cuál juzgue las pertinentes analogías. Ellos y ellas, juntos y juntas La ciudad engalanada de Siena, de apenas 50.000 habitantes, es un ejemplo de buenas prácticas en la equiparación de género en el profesionalismo y entre éste y el ciclismo aficionado. Las mujeres y los hombres se disputan el cetro de l’Eroica con apenas unas horas de diferencia, en el mismo escenario y con una imbricación ejemplarizante. Si la tarde del sábado vibra con el grandioso ciclismo de nuevo cuño del pelotón masculino por caminos polvorientos de las enormes pendientes toscanas y el final apoteósico frente al Palazzo Pubblico. La mañana no lo es menos. El pelotón femenino disfruta de una excelente cobertura mediática y organización de alto standing. Al mismo nivel que sus homólogos masculinos. Con la ventaja para el espectador de poder acercarse a los preparativos y las gesta

Mar 7, 2025 - 18:37
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Strade Bianche: el sueño ciclista de los caminos blancos de la Toscana y la magia de Siena

Strade Bianche: el sueño ciclista de los caminos blancos de la Toscana y la magia de Siena

No es la prueba más antigua, ni la más dura ni la más prestigiosa, pero es muy probablemente la carrera más bella de cuantas se disputan en la temporada de clásicas de primavera

Ruta - La subida a Malpaso desde La Caleta, en una ruta para bicis por la isla de El Hierro

La Strade Bianche, la prueba de los caminos blancos de 'sterrato', no es la más antigua del calendario. Ni la más dura ni la más prestigiosa. Pero es muy probablemente la carrera más bella de cuantas se disputan en primavera. Este sábado, la carrera inaugura la temporada de grandes clásicas.

La receta es fácil y las cuentas cuadran: poner en la chistera los ingredientes de temporada y con sólo soplar un poco… ¡voilà! Los paisajes sinuosos de la Toscana, la salida en el fuerte de la bellísima Siena y la llegada en la preciosista Piazza del Campo, capaz de albergar una prueba de repercusión mundial en esa concha historiada sin perder un ápice de su majestuosa respetabilidad. Es un recorrido tremendamente divertido, exigente y bonito. Además, el aroma a ciclismo clásico de l’Eroica que se respira en cada plano, cada pedalada y cada mota de 'sterrato' que se filtra por la nariz o la cadena de 450 ciclistas profesionales estrenando temporada.

La Strade Bianche anticipa la primavera con una sonrisa de oreja a oreja para la comunidad ciclista. Y el ambiente de felicidad se transmite entre organizadores, participantes y público. Se palpa en la atmósfera la secreta satisfacción de haber encontrado la fórmula de un evento de éxito total. De un producto que se puede codear con las grandes pruebas históricas del calendario mundial. Poco importa que le inviten a sentarse en el G5 de las grandes clásicas, los monumentos. La receta toscana tiene el pedigrí suficiente para pavonearse con los mejores. Y lo hace en buena lid y sin atribuirse ningún mérito impostado.

Además de una organización excelente marca de la casa. “Organizar carreras de bicis es de las mejores cosas que sabemos hacer los italianos”, se algarabía con euforia entre los periodistas a sabiendas de que las cosas se están haciendo bien. Y súmenle 7.500 ciclistas amateurs deseosos de libar de la leyenda que normalmente miran por televisión. Viendo a sus ídolos un sábado y emulándolos tan sólo unas horas más tarde y por los mismos paisajes. Jugando en el mismo estadio con la sangre aún caliente percutiendo en las sienes. Pedaladas excitadas por lo vivido en la previa y la polvareda que apenas ha tenido tiempo para disiparse. La Gran Fondo Strade Bianche es un colofón categórico que eleva el evento ciclista del fin de semana al olimpo etrusco del ciclismo con mayúsculas.

Llamando a las puertas de la primavera

La Strade Bianche ha sabido instituirse como la puerta de la primavera del pelotón mundial con tal desparpajo que ya casi no nos acordamos de su bisoñez. Ya que inició su andadura hace apenas 15 años, pero ha tenido una progresión meteórica a nivel mediático y reputacional con pocos precedentes en la organización de eventos deportivos. La rotunda combinación de ciclismo clásico y moderno, su inmejorable recorrido y el elenco de campeones y campeonas en su corto historial tampoco exige más credenciales. Tomen nota: Cancellara, Longo, Alaphilippe, Van Vleuten, Van Aert, Kopecki, Van der Poel, Vollering, Pidcock o Pogaçar.

Cabalgadas polvorientas para la leyenda y la escalada final por Via Santa Caterina. Por dónde si no por la épica rampa que da acceso a la ciudad histórica. Con nombre de la filósofa y mística de la iglesia que ha llevado el de su ciudad por medio mundo (y cuya cabeza se expone incorrupta en la Basílica de Santo Domingo, a escasos metros del lugar). Por si esto no fuese bastante, el caracoleo entre las calles angostas y la entrada triunfal de los ciclistas en la Piazza del Campo, emulando sobre sus monturas de carbono a los jinetes del Palio de Siena que se baten dos veces al año en el mismo lugar. Al galope y entre el éxtasis popular formado por las “contradas” de los tifosi que abarrotan la plaza defendiendo los colores de su caballo. Que cada cuál juzgue las pertinentes analogías.

Ellos y ellas, juntos y juntas

La ciudad engalanada de Siena, de apenas 50.000 habitantes, es un ejemplo de buenas prácticas en la equiparación de género en el profesionalismo y entre éste y el ciclismo aficionado. Las mujeres y los hombres se disputan el cetro de l’Eroica con apenas unas horas de diferencia, en el mismo escenario y con una imbricación ejemplarizante. Si la tarde del sábado vibra con el grandioso ciclismo de nuevo cuño del pelotón masculino por caminos polvorientos de las enormes pendientes toscanas y el final apoteósico frente al Palazzo Pubblico. La mañana no lo es menos. El pelotón femenino disfruta de una excelente cobertura mediática y organización de alto standing. Al mismo nivel que sus homólogos masculinos. Con la ventaja para el espectador de poder acercarse a los preparativos y las gestas de las enormes Vollering, Longo o Kopecky con una privilegiada facilidad. Algo que nos parecerá quimérico dentro de poco tiempo.

En cuestiones de género, se podrá debatir sobre el formato idóneo de una prueba para que ambas categorías reverberen sin hacerse sombra, pero es una evidencia que el método toscano funciona. Por eficacia, resultados, calidad y cobertura mediática.

Una gran Gran Fondo de 140 km

A la mañana siguiente, entre los aficionados cunde el nerviosismo sobre el estado de las sendas blancas. Además del recelo a una salida lanzada y velocidad electrizante durante los primeros 40 km de terreno favorable, con caídas escalofriantes y cunetas atestadas de fallos mecánicos en cada cambio de pavimento. Una vez asentada la prueba, los que eligen ruedas de 28 mm se agrupan en el asfalto e imponen su ley de ritmos vertiginosos. Pero se diluyen en el 'sterrato', donde resurgen con pundonor y orgullo las graveleras ruedas 32, 35 o incluso 38 mm, especialmente en bajadas y tramos más accidentados, como en el paso de algún arroyo o los reguerones en las zonas más castigadas por la lluvia y el barro. Quid pro quo. O las gallinas que entran por las que salen, es la sensación generalizada entre los y las participantes que, para su tranquilidad, han disfrutado de los innumerables puntos de asistencia mecánica apostados en la cunetas. Con la hache intercalada y el color azul característico del gigante osaqueño referencia del pelotón mundial al rescate. Nivelazo.

Avituallamientos Gourmet

Si de algo puede presumir Italia es de haber exportado por el mundo su pasión culinaria en prácticamente todos los ámbitos: gastronomía, repostería, café, helados o vinos. Y esta gula del buen vivir se palpa en el opíparo mimo con el que se organizan los avituallamientos que jalonan el discurrir de los y las ciclistas. Desde el característico café italiano recién hecho o el típico panforte sienés, no se escatima en variedad y cantidad en los que probablemente sean los puntos de aprovisionamiento más variados, ricos y exquisitos de cuantos se disfrutan por el pelotón amateur. Bien merece la pena sacrificar unos minutos en el crono aunque sólo sea para disfrutar de tal despliegue gastronómico y llevarse alguna suculencia al maillot.

Pogaçar, liderando la prueba masculina de la Strade Bianche de 2024, en el 'sterrato' de la Toscana

Pero este aspecto es tan sólo una extravagancia arquetípica de la “clase italiana” que no falsea los hoscos crujidos de esternón y el rechinar del polvo blanco entre los dientes de los participantes. La áspera épica de una prueba de ciclismo que, una vez más, ha sabido dar con un producto deportivo y cultural en perfecta combinación de respeto e insolencia, de tradición y vanguardia. De dureza, innovación y admiración.

Experiencias como la Strade Bianche confirman el dicho popular de que a veces un paso hacia atrás es necesario para dar dos hacia adelante. Lo que nos induce a pensar que el éxito y los avances en asuntos de bicicleta, humanos, no siempre tienen que obedecer las lógicas del desarrollismo y la hiper tecnificación. Si no muy al contrario, que a veces basta con buscar entre las simples, viejas e imperecederas fórmulas del éxito. Como aquella legendaria de “un uomo solo al comando…”.

Y así fue como en los años noventa un iluminado concibió una prueba de ciclismo clásico exclusivamente para bicis antiguas, con la idea de mantener los caminos de gravilla blanca de la Toscana. Lo que ha evolucionado en un evento de enorme magnitud que ha contribuido a la mejora de la disciplina, y renovado la ilusión y el disfrute de los aficionados a base de enormes sumas de sentido común. De aquellas sendas blancas, esta Strade Bianche. Bendito ciclismo. Algún día inventaremos la rueda.  

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