Sobre los abusos: «La Iglesia no quiere cerrar los ojos ante una realidad que ha destrozado la vida de muchas personas»

«La Iglesia no quiere cerrar los ojos ante una realidad que ha destrozado la vida de muchas personas» . Esta es la esencia del nuevo equipo del 'Servicio Diocesano de Prevención y Atención de Abusos a menores, personas vulnerables y sus familias' presentado por Milagros Otero, catedrática de Filosofía del Derecho y portavoz de esta comisión que busca aflorar casos de abusos no denunciados dentro de la Iglesia . El mecanismo, muy sencillo y adaptado a las necesidades de cada víctima, está pensado para blindar el anonimato de los afectados, de la mano de un equipo de expertos que cubren desde el área psicológica a la esfera judicial. Para contactarlos, la nueva coordinadora anima a quienes se hayan sentido víctimas a que se dirijan a ellos ( a través de su web o en el 629-885-206 ) con la idea de que expresen su experiencia y puedan empezar a sanar. Conscientes de los bloqueos y barreras a las que la mayoría de las víctimas han de enfrentarse, el mensaje que lanzan los nuevos colaboradores es que este soporte es totalmente gratuito y está «formado por laicos». «No solo van a ser bien atendidos, sino que van a ser atendidos con afecto, con comprensión y sobre todo con ganas de resolver las cosas », concretó esta semana Otero. Para la nueva coordinadora, que da el relevo a la puesta en marcha en 2022 por el entonces arzobispo Julián Barrio, lo nuclear es que los abusos emerjan, que salgan a la luz . A partir de ahí, indican, cada víctima podrá actuar libremente hasta llegar a denunciar si así lo desea. Por el momento, el servicio solo está tratando un caso -temen que por la falta de conocimiento de este recurso- pero están preparados para abordar todos los posibles. De ahí que pongan el foco no solo en abusos actuales en el tiempo, sino en aquellos producidos hace décadas . En este punto, el coordinador Luis García Bernadal reveló que algunos de estos delitos no prescriben y que todos los que se sientan víctimas serán atendidos «sin ningún tipo de prejuicio». E incidió en que, aunque se den casos ya prescritos a nivel penal o civil, la Iglesia tiene «disposición y voluntad» de repararlos integralmente. Las agresiones en el seno de la Iglesias, retomó Otero en la presentación del nuevo equipo en la capital gallega, suponen «una preocupación constante para la Iglesia, lo ha sido sobre todo desde estos últimos tiempos». Sin pasar por algo el agravante de que en la mayoría de los casos estas agresiones - fuesen físicas, psicológicas e incluso emocionales - fueron cometidas por personas que tenían la obligación de cuidar «de otros que confiaban en ellos», la portavoz se mostró tajante: «La Iglesia no quiere, no puede, volver a cerrar los ojos sobre eso, no va a hacerlo. Quiere estar, dar la cara y reparar daños». Para plasmar gráficamente las consecuencias de los abusos, sean pasados o presentes, Bernadal arrugó una hoja de papel que más tarde trató de aplanar. Lo hizo para mostrar que las marcas en el papel seguían presentes aún después de intentar plancharlas. La hoja no volverá a ser la misma, resumió, al igual que «una persona no vuelve a ser la misma» después de haber sido abusada . Precisamente, y sobre el estado en el que los denunciantes llegan a estos servicios de ayuda, los representantes de la coordinadora explicaron que además de sentirse «muy perdidos», se sienten «asustados». A veces violados en el sentido físico, pero siempre «violados en su propia sensibilidad emocional», lamentaron desde la primera línea de la atención a las víctimas. La desconfianza es otro denominador común, que conecta a los dañados y que puede ser un importante indicador. Por eso, los portavoces no solo lanzaron un llamamiento a las víctimas, sino a allegados o testigos que puedan dar cuenta de estas situaciones. y que deben estar alerta ante signos de alarma. Especialmente graves, indicaron, son los casos que salpican a menores, que ni siquiera saben entender lo que ya se está pasando. «Simplemente ven que hay una cosa una sensación terrible que están teniendo, pero no saben cómo han llegado ahí ni que están siendo abusados» ahondó Milagros Otero. La nota positiva, quiso trasladar también, es que las cosas están cambiando. «Yo entiendo que es un problema en receso simplemente por la formación de las nuevas personas que serán los futuros religiosos en la Iglesia» reflexionó la portavoz de la comisión como -esperanzador- apunte final.

Abr 5, 2025 - 12:44
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Sobre los abusos: «La Iglesia no quiere cerrar los ojos ante una realidad que ha destrozado la vida de muchas personas»
«La Iglesia no quiere cerrar los ojos ante una realidad que ha destrozado la vida de muchas personas» . Esta es la esencia del nuevo equipo del 'Servicio Diocesano de Prevención y Atención de Abusos a menores, personas vulnerables y sus familias' presentado por Milagros Otero, catedrática de Filosofía del Derecho y portavoz de esta comisión que busca aflorar casos de abusos no denunciados dentro de la Iglesia . El mecanismo, muy sencillo y adaptado a las necesidades de cada víctima, está pensado para blindar el anonimato de los afectados, de la mano de un equipo de expertos que cubren desde el área psicológica a la esfera judicial. Para contactarlos, la nueva coordinadora anima a quienes se hayan sentido víctimas a que se dirijan a ellos ( a través de su web o en el 629-885-206 ) con la idea de que expresen su experiencia y puedan empezar a sanar. Conscientes de los bloqueos y barreras a las que la mayoría de las víctimas han de enfrentarse, el mensaje que lanzan los nuevos colaboradores es que este soporte es totalmente gratuito y está «formado por laicos». «No solo van a ser bien atendidos, sino que van a ser atendidos con afecto, con comprensión y sobre todo con ganas de resolver las cosas », concretó esta semana Otero. Para la nueva coordinadora, que da el relevo a la puesta en marcha en 2022 por el entonces arzobispo Julián Barrio, lo nuclear es que los abusos emerjan, que salgan a la luz . A partir de ahí, indican, cada víctima podrá actuar libremente hasta llegar a denunciar si así lo desea. Por el momento, el servicio solo está tratando un caso -temen que por la falta de conocimiento de este recurso- pero están preparados para abordar todos los posibles. De ahí que pongan el foco no solo en abusos actuales en el tiempo, sino en aquellos producidos hace décadas . En este punto, el coordinador Luis García Bernadal reveló que algunos de estos delitos no prescriben y que todos los que se sientan víctimas serán atendidos «sin ningún tipo de prejuicio». E incidió en que, aunque se den casos ya prescritos a nivel penal o civil, la Iglesia tiene «disposición y voluntad» de repararlos integralmente. Las agresiones en el seno de la Iglesias, retomó Otero en la presentación del nuevo equipo en la capital gallega, suponen «una preocupación constante para la Iglesia, lo ha sido sobre todo desde estos últimos tiempos». Sin pasar por algo el agravante de que en la mayoría de los casos estas agresiones - fuesen físicas, psicológicas e incluso emocionales - fueron cometidas por personas que tenían la obligación de cuidar «de otros que confiaban en ellos», la portavoz se mostró tajante: «La Iglesia no quiere, no puede, volver a cerrar los ojos sobre eso, no va a hacerlo. Quiere estar, dar la cara y reparar daños». Para plasmar gráficamente las consecuencias de los abusos, sean pasados o presentes, Bernadal arrugó una hoja de papel que más tarde trató de aplanar. Lo hizo para mostrar que las marcas en el papel seguían presentes aún después de intentar plancharlas. La hoja no volverá a ser la misma, resumió, al igual que «una persona no vuelve a ser la misma» después de haber sido abusada . Precisamente, y sobre el estado en el que los denunciantes llegan a estos servicios de ayuda, los representantes de la coordinadora explicaron que además de sentirse «muy perdidos», se sienten «asustados». A veces violados en el sentido físico, pero siempre «violados en su propia sensibilidad emocional», lamentaron desde la primera línea de la atención a las víctimas. La desconfianza es otro denominador común, que conecta a los dañados y que puede ser un importante indicador. Por eso, los portavoces no solo lanzaron un llamamiento a las víctimas, sino a allegados o testigos que puedan dar cuenta de estas situaciones. y que deben estar alerta ante signos de alarma. Especialmente graves, indicaron, son los casos que salpican a menores, que ni siquiera saben entender lo que ya se está pasando. «Simplemente ven que hay una cosa una sensación terrible que están teniendo, pero no saben cómo han llegado ahí ni que están siendo abusados» ahondó Milagros Otero. La nota positiva, quiso trasladar también, es que las cosas están cambiando. «Yo entiendo que es un problema en receso simplemente por la formación de las nuevas personas que serán los futuros religiosos en la Iglesia» reflexionó la portavoz de la comisión como -esperanzador- apunte final.