Hubo un tiempo en que la afirmación del título de este atrevimiento cuaresmal no admitía dudas. Eso era así sin excepciones. O con tan pocas salvedades que tendían al cero y, por tanto, podían despreciarse. Los católicos sevillanos vivían su fe en su hermandad, que les proporcionaba un entorno litúrgico, devocional y sacramental suficiente para su vivencia de la religión. La manera más sencilla de enrolarse bajo la bandera de Cristo en Sevilla era pertenecer a alguna hermandad. Y dejarse llevar por el calendario propio, muy definido en cada corporación, de los cultos internos. Además, en la hermandad se encontraba la camaradería, la solidaridad intergeneracional, el deseo de emulación y el punto de identidad colectiva -mayormente en las hermandades muy...
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