Se ve más inteligente la estrategia económica que la política

En el marco de las Reuniones de Primavera 2025 del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, celebradas en Washington DC, la Directora Gerente del FMI realizó una declaración que despertó polémica en nuestro país: "El país va a elecciones en octubre. Es muy importante que la voluntad de cambio no se descarrile. Hasta ahora, no vemos que ese riesgo se materialice. Pero yo le pediría a la Argentina que mantenga el rumbo".Aunque la frase admite interpretaciones ambiguas, si se la analiza de buena fe queda claro que Kristalina Georgieva se refería a la voluntad de cambiar un rumbo económico que, en el pasado, no había logrado proporcionar prosperidad a la Argentina. Una voluntad de cambio que quedó plasmada en el acuerdo firmado entre el país y el organismo.Opinión Un tipo de cambio (político) atrasado Lucas RomeroSin embargo, la metáfora del descarrilamiento utilizada por Georgieva nos invita a pensar el desafío que enfrenta el Presidente Javier Milei a través de la óptica del dilema del tranvía. Se trata del célebre experimento mental propuesto por Philippa Foot, en el cual una persona debe tomar una decisión difícil: determinar qué vía debe tomar un tranvía fuera de control, sabiendo que su elección decidirá quién vive y quién muere.Antes de avanzar en esta reflexión, conviene desdramatizar la analogía: las alternativas que enfrenta Milei no involucran vidas humanas de manera directa, como en el dilema original, pero sí implican costos sociales significativos.En este paralelismo, Milei debe elegir entre dos caminos posibles en el proceso de recuperación de la economía argentina, y ninguno de ellos está exento de sufrimiento social.El Presidente parece debatirse entre: a) un camino más corto, que implicaría padecimientos más intensos pero de menor duración, y que requeriría un proceso muy ágil de toma de decisiones; b) un camino más largo, que atenuaría el ritmo de las transformaciones, pero al costo de prolongar los sacrificios en el tiempo.Está claro que toda estrategia debe diseñarse en función de los recursos disponibles. Theodore Roosevelt aconsejaba, desde su experiencia presidencial, que uno debe hacer lo que pueda, con lo que tenga, donde esté. Aplicado a este contexto, lo primero que debería hacer Milei es analizar los recursos políticos a su disposición.Y la conclusión inevitable es que esos recursos son escasos. De todos los candidatos que compitieron en octubre de 2023, Milei era el que iba a contar con menor respaldo legislativo: apenas el 10% de los Senadores y el 15% de los Diputados. Esta restricción limitaba sus posibilidades de impulsar reformas estructurales profundas, pero paradójicamente simplificaba el diagnóstico: no había margen para avanzar por el camino rápido de reformas profundas.Opinión Lo extraordinario no es Milei, sino la gente Lucas RomeroConvenía, en cambio, concentrar la acción en lo posible: ajustar el frente fiscal -donde el Poder Ejecutivo puede actuar con mayor autonomía- y utilizar el tipo de cambio como ancla antiinflacionaria para sostener el apoyo social. Esa estrategia inicial, reforzada por medidas como el blanqueo de capitales, permitió transitar los primeros meses de gestión sin grandes reformas y sin perder el respaldo social.Sin embargo, las tensiones acumuladas llevaron a un cambio de estrategia: para asegurar el apoyo del FMI y otros organismos, el Gobierno se vio obligado a abandonar la política de devaluación fija. Esta modificación elevó el riesgo de que el principal motor del apoyo social -la desinflación- se debilitara.Volviendo al dilema del tranvía, queda claro que Milei ha sido consciente desde el inicio de que no podía optar por la "vía rápida" de padecimientos intensos pero breves, porque no contaba con los instrumentos políticos necesarios para ejecutar a tiempo las reformas que permitirían capitalizar ese esfuerzo social.Opinión Ponerle límites a Milei o seguir apoyando el cambio Lucas RomeroDe hecho, al observar el comportamiento del Gobierno tras la firma del nuevo acuerdo con el FMI, se advierte que las decisiones económicas buscan minimizar los padecimientos mientras se trabaja en fortalecer la acumulación de capital político -condición indispensable para retomar, en el futuro, la agenda de reformas estructurales.Bajo esta lógica, se entiende que el Gobierno haya subordinado la prioridad de acumulación de reservas a la prioridad de acumulación de capital político. El nuevo esquema cambiario, que apunta a que el tipo de cambio se mueva en la parte baja de las bandas de flotación, persigue el objetivo de sostener el proceso de desinflación, que alimenta la esperanza social y respalda políticamente al proceso de transformación.Que la prioridad esté puesta en fortalecer la base de apoyo social, antes que en acumular reservas, demuestra que en el diseño económico existe una sensibilidad política profunda: está cada vez más claro que el Gobierno comprende que, sin apoyo social, no hay cambio económico sostenible.Rumbo a las elecciones Te

Abr 30, 2025 - 21:21
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Se ve más inteligente la estrategia económica que la política

En el marco de las Reuniones de Primavera 2025 del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, celebradas en Washington DC, la Directora Gerente del FMI realizó una declaración que despertó polémica en nuestro país: "El país va a elecciones en octubre. Es muy importante que la voluntad de cambio no se descarrile. Hasta ahora, no vemos que ese riesgo se materialice. Pero yo le pediría a la Argentina que mantenga el rumbo".

Aunque la frase admite interpretaciones ambiguas, si se la analiza de buena fe queda claro que Kristalina Georgieva se refería a la voluntad de cambiar un rumbo económico que, en el pasado, no había logrado proporcionar prosperidad a la Argentina. Una voluntad de cambio que quedó plasmada en el acuerdo firmado entre el país y el organismo.

Sin embargo, la metáfora del descarrilamiento utilizada por Georgieva nos invita a pensar el desafío que enfrenta el Presidente Javier Milei a través de la óptica del dilema del tranvía. Se trata del célebre experimento mental propuesto por Philippa Foot, en el cual una persona debe tomar una decisión difícil: determinar qué vía debe tomar un tranvía fuera de control, sabiendo que su elección decidirá quién vive y quién muere.

Antes de avanzar en esta reflexión, conviene desdramatizar la analogía: las alternativas que enfrenta Milei no involucran vidas humanas de manera directa, como en el dilema original, pero sí implican costos sociales significativos.

En este paralelismo, Milei debe elegir entre dos caminos posibles en el proceso de recuperación de la economía argentina, y ninguno de ellos está exento de sufrimiento social.

El Presidente parece debatirse entre: a) un camino más corto, que implicaría padecimientos más intensos pero de menor duración, y que requeriría un proceso muy ágil de toma de decisiones; b) un camino más largo, que atenuaría el ritmo de las transformaciones, pero al costo de prolongar los sacrificios en el tiempo.

Está claro que toda estrategia debe diseñarse en función de los recursos disponibles. Theodore Roosevelt aconsejaba, desde su experiencia presidencial, que uno debe hacer lo que pueda, con lo que tenga, donde esté. Aplicado a este contexto, lo primero que debería hacer Milei es analizar los recursos políticos a su disposición.

Y la conclusión inevitable es que esos recursos son escasos. De todos los candidatos que compitieron en octubre de 2023, Milei era el que iba a contar con menor respaldo legislativo: apenas el 10% de los Senadores y el 15% de los Diputados. Esta restricción limitaba sus posibilidades de impulsar reformas estructurales profundas, pero paradójicamente simplificaba el diagnóstico: no había margen para avanzar por el camino rápido de reformas profundas.

Convenía, en cambio, concentrar la acción en lo posible: ajustar el frente fiscal -donde el Poder Ejecutivo puede actuar con mayor autonomía- y utilizar el tipo de cambio como ancla antiinflacionaria para sostener el apoyo social. Esa estrategia inicial, reforzada por medidas como el blanqueo de capitales, permitió transitar los primeros meses de gestión sin grandes reformas y sin perder el respaldo social.

Sin embargo, las tensiones acumuladas llevaron a un cambio de estrategia: para asegurar el apoyo del FMI y otros organismos, el Gobierno se vio obligado a abandonar la política de devaluación fija. Esta modificación elevó el riesgo de que el principal motor del apoyo social -la desinflación- se debilitara.

Volviendo al dilema del tranvía, queda claro que Milei ha sido consciente desde el inicio de que no podía optar por la "vía rápida" de padecimientos intensos pero breves, porque no contaba con los instrumentos políticos necesarios para ejecutar a tiempo las reformas que permitirían capitalizar ese esfuerzo social.

De hecho, al observar el comportamiento del Gobierno tras la firma del nuevo acuerdo con el FMI, se advierte que las decisiones económicas buscan minimizar los padecimientos mientras se trabaja en fortalecer la acumulación de capital político -condición indispensable para retomar, en el futuro, la agenda de reformas estructurales.

Bajo esta lógica, se entiende que el Gobierno haya subordinado la prioridad de acumulación de reservas a la prioridad de acumulación de capital político. El nuevo esquema cambiario, que apunta a que el tipo de cambio se mueva en la parte baja de las bandas de flotación, persigue el objetivo de sostener el proceso de desinflación, que alimenta la esperanza social y respalda políticamente al proceso de transformación.

Que la prioridad esté puesta en fortalecer la base de apoyo social, antes que en acumular reservas, demuestra que en el diseño económico existe una sensibilidad política profunda: está cada vez más claro que el Gobierno comprende que, sin apoyo social, no hay cambio económico sostenible.

Pero si hay inteligencia en la estrategia política que conduce la política económica, no hay inteligencia económica en la estrategia política. Si toda la estrategia está subordinaba a una restricción de recursos políticos, que no permiten avanzar con reformas estructurales, ¿Cuál es el sentido que empuja a Milei a confrontar contra los que pudieran ser sus aliados en la búsqueda de esas reformas (el PRO en CABA)? ¿Por qué recorrer el camino más largo de querer construir una alianza propia, un proyecto de poder propio sin aliarse con nadie, en vez de buscar soluciones coalicionales que le garanticen que, una vez sorteada la elección de medio término, se pueda avanzar rápido con esas reformas? ¿Tiene sentido exponer al partido oficialista en construcción a resultados magros en las elecciones provinciales?

En definitiva, pareciera haber mucha inteligencia política en la planificación de la política económica, pero no pareciera haber mucha inteligencia económica en la ejecución de la estrategia política. Se ha ejecutado inteligentemente la estrategia de la política económica, pero parece haberse ejecutado torpemente la estrategia política.