Se desintegra el iceberg más grande del mundo: A-23A pierde masa a gran velocidad
Se rompe en miles de fragmentos el iceberg más grande del mundo. El A-23A, un coloso de hielo que ha surcado los mares antárticos desde 1986, está ahora desintegrándose frente a la isla Georgia del Sur. Las imágenes satelitales de la NASA muestran una escena impactante: un titán atrapado en un banco submarino, perdiendo pedazos […]

Se rompe en miles de fragmentos el iceberg más grande del mundo. El A-23A, un coloso de hielo que ha surcado los mares antárticos desde 1986, está ahora desintegrándose frente a la isla Georgia del Sur. Las imágenes satelitales de la NASA muestran una escena impactante: un titán atrapado en un banco submarino, perdiendo pedazos del tamaño de barrios enteros. Esta desintegración no solo es impresionante por su escala, sino también por lo que representa: el lento y silencioso colapso de un vestigio glaciar, una advertencia visual del impacto del cambio climático y de las condiciones extremas que enfrentan los polos del planeta.
El iceberg A-23A que se desmorona
Desde marzo de 2025, el A-23A ha estado varado a menos de 100 kilómetros de Georgia del Sur, un territorio británico de ultramar en el Atlántico Sur. Perdió más de 360 kilómetros cuadrados entre marzo y mayo, un área dos veces mayor que Washington D.C., según el Centro Nacional de Hielo de EE.UU. El satélite Aqua de la NASA, con su instrumento MODIS, captó imágenes el 3 de mayo de 2025, mostrando cómo las olas y el clima cálido erosionan los bordes del iceberg. El A-23A, que se desprendió de la barrera de hielo Filchner en 1986, sobrevivió décadas en el frío Mar de Weddell. Ahora, a 55° de latitud sur, enfrenta aguas más cálidas que aceleran su descomposición.
La muerte lenta de un gigante
Los científicos lo llaman “desgaste de bordes”: pequeños trozos de hielo se desprenden del perímetro del iceberg, reduciendo su tamaño sin alterar su forma. Este proceso está devorando al A-23A, especialmente en su borde norte, donde días soleados a principios de 2025 provocaron una banda de escombros helados. Un fragmento importante, llamado A-23C, se desprendió en abril y mide casi 20 kilómetros de largo. Miles de pedazos más pequeños, algunos de más de un kilómetro de ancho, flotan ahora en el océano, creando una escena que parece un cielo estrellado, pero que representa un peligro real para los barcos. A diferencia de fracturas completas o desintegración total, el desgaste de bordes es un deterioro gradual, pero la fragilidad del A-23A es evidente.
¿Por qué está atrapado el A-23A?
El viaje del A-23A comenzó en 1986 y, tras vagar libremente en la década de 2020, quedó atrapado en un banco submarino poco profundo cerca de Georgia del Sur, un lugar conocido por atrapar icebergs. Este banco atrapó antes a gigantes como el A-68A, que liberó 152 mil millones de toneladas de agua dulce al océano en 2020. Las corrientes llevaron al A-23A por el “callejón de los icebergs”, una ruta que sigue el 90% de los icebergs antárticos, desde el Mar de Weddell hasta el Atlántico Sur más cálido. Su actual encallamiento, observado por la NASA desde marzo de 2025, significa que ya no se mueve, sino que se derrite en el lugar, alterando potencialmente los ecosistemas locales con agua dulce rica en nutrientes.
El panorama general: un mundo que se calienta
El destino del A-23A está ligado al cambio climático. Las aguas más cálidas y el clima extremo aceleran la descomposición de los icebergs, una tendencia que se observa en toda la Antártida. El agua de deshielo del A-23A podría impulsar blooms de fitoplancton, beneficiando a focas y pingüinos, pero también podría perturbar la vida marina al bloquear zonas de alimentación. Los científicos advierten que, con el aumento de las temperaturas globales, más icebergs seguirán el camino del A-23A, derritiéndose más rápido y contribuyendo al aumento del nivel del mar. Esto no se trata solo de un iceberg, es una ventana a cómo están cambiando los sistemas polares de nuestro planeta.
Este iceberg no solo es una reliquia geológica, sino también una advertencia silenciosa del cambio climático. No estamos solo ante un fenómeno natural; estamos presenciando cómo las alteraciones en la temperatura global y en los patrones de clima impactan directamente en el comportamiento de gigantes como el A-23A. Lo que antes podía durar siglos, ahora se desmorona en cuestión de semanas.
Esto no es el fin del A-23A, pero sus días están contados. Su lenta desintegración refleja el estado frágil de nuestro planeta. Es muy probable que, pronto, su historia quede reducida a escombros flotantes que solo podremos observar en imágenes satelitales, como quien mira una fotografía vieja de alguien que ya no está. Y cuando eso ocurra, habremos sido testigos del ocaso del iceberg más grande del mundo.