Salvad una cruz que llega hasta el cielo
El Gobierno sociocomunista interpreta las procesiones y celebraciones de Semana Santa como manifestaciones antiprogresistas, y les molestan tanto que la Pascua se convierte para ellos en un pequeño calvario que tratan de evitar con sobreactuaciones y contraprogramaciones de su agenda de progreso resentidos. Una de esas tareas es completar el proceso de resignificación/destrucción del Valle … Continuar leyendo "Salvad una cruz que llega hasta el cielo"

El Gobierno sociocomunista interpreta las procesiones y celebraciones de Semana Santa como manifestaciones antiprogresistas, y les molestan tanto que la Pascua se convierte para ellos en un pequeño calvario que tratan de evitar con sobreactuaciones y contraprogramaciones de su agenda de progreso resentidos. Una de esas tareas es completar el proceso de resignificación/destrucción del Valle de los Caídos, que es ya un imperativo legal una vez que la delirante Ley de Memoria Democrática determinó que el Frente Popular y el Gobierno de la República habían ganado la guerra y que ese monumento nunca ha existido.
Lo que ocurre es que Sánchez, además de autodefinirse como ateo con un ignaro pero pomposo simplismo, cree que ese proyecto de cancelación, en cuanto que es una variante del comodín de Franco, le sirve de tupida cortina de humo; y esa cortina necesita correrla de cuando en cuando, ya sea para ocultar los despropósitos que le exigen mafiosamente sus socios y la corrupción institucional y friends&family de Moncloa, o para contrarrestar, como ocurre cuando llega el tiempo de Semana Santa, el catolicismo militante de muchos millones de españoles.
Desafortunadamente, lo que va a ocurrir con el Valle de los Caídos ocurrirá sin apenas oposición. Desde un punto de vista político casi nadie va a enfrentarse a este sentimiento histórico, espiritual y cultural. Debido a la identificación del lugar con la dictadura, al Partido Popular, que es víctima propicia de la estrategia de descalificación de la izquierda, le genera un miedo escénico insuperable; en consecuencia, no moverán un dedo para evitar cualquier atrocidad, y, si acaso, afearán al Gobierno que utilizará este proyecto como distracción de la realidad parlamentaria y judicial que les achicharra.
Lo que aún tiene menos justificación es que la Iglesia en su conjunto, y las autoridades eclesiásticas en particular, hayan sido víctimas de similar aprensión. No han querido desvalorizar el significado más político e histórico, y dar el reconocimiento y protagonismo que merece un magnífico y majestuoso templo, que debería estar aprovechándose para la actividad pastoral y litúrgica. Un lugar de sobrecogedora belleza en el que la espiritualidad cristiana se puede manifestar en toda su magnificencia.
Y no hay necesidad de estar grabándoles, en alas de una reconciliación que ya se había producido de manera efectiva y que el revanchismo histórico ha truncado, que la Guerra Civil interrumpió un proceso de ataque indiscriminado a la religión católica que hubiera culminado con la prohibición de los ritos y celebraciones, la expoliación de los bienes de la Iglesia y la expulsión o exterminio de sus miembros. No, no hay que recordarla y menos ensalzarla, porque la Guerra Civil fue una gran tragedia, pero lo cierto es que a la Iglesia católica en España le evitó un destino indeseable.
Entonces, sin nadie que realmente lo defienda, el Valle aparece muy vulnerable ante lo que únicamente es odio e inquina del régimen sanchista. Cualquiera de los motivos que alegan son perfectamente absurdos, comenzando por la justificación de haber sido construido con mano de obra de presos represaliados. Si por eso fuera, igualmente habría que derribar embalses, destruir túneles o levantar carreteras y tendidos de ferrocarril.
Tampoco se puede esperar nada desde los ámbitos culturales, ya sean institucionales o particulares, que pretenden ignorar que se trata de una obra arquitectónica de singular belleza, con gran mérito técnico y compleja ejecución, situada en un precioso enclave de la sierra madrileña. Y menos que nada del actual ministerio de Cultura, que no se diferencia de los integristas islámicos que arrasaron las milenarias ciudades de Mesopotamia, y que por el sectarismo ideológico acabarían con la mayor parte de nuestro patrimonio material e inmaterial.
El Papa Francisco, por el que hoy pedimos, no significó a España con especial atención y, a pesar de su identificación ideológica y su ascendencia sobre destacados miembros del sanchismo, no hizo mucho por impedir este y otros ataques y agravios que están perpetrando contra los católicos españoles. Ojalá que nunca tenga que contemplar desde lo alto cómo deja de apuntar al cielo la cruz más grande de la cristiandad.