Ryugu, un asteroide “mu salao”
La búsqueda de agua líquida -existente tanto en el presente como en el pasado de nuestro sistema solar- es una de las prioridades de la astrobiología y, desde hace algunas décadas, las misiones espaciales han intentado buscar el rastro del agua no solo en Marte, sino también en la Luna o incluso en los asteroides […] El artículo Ryugu, un asteroide “mu salao” se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.

La búsqueda de agua líquida -existente tanto en el presente como en el pasado de nuestro sistema solar- es una de las prioridades de la astrobiología y, desde hace algunas décadas, las misiones espaciales han intentado buscar el rastro del agua no solo en Marte, sino también en la Luna o incluso en los asteroides y cometas.
¿Por qué? Pues porque la vida tal y como la conocemos -de momento no conocemos otra vida que la terrestre- necesita de agua líquida para poder florecer y sobrevivir y, siguiendo su pista, igual podemos encontrar lugares que fueron habitables antaño, incluso en sitios que hoy son realmente extremos, pero que podrían haber preservado biomarcadores -los distintos productos de la actividad vital de los organismos- que detectables en el futuro con misiones de retorno de muestras o con instrumentos más avanzados in situ.
En diciembre de 2014 despegó la misión Hayabusa 2 en dirección al asteroide Ryugu con el objetivo de no solo estudiarlo desde su órbita, sino también de traer muestras a la Tierra, hecho que logró en diciembre de 2020 al regresar un total de 5.4 gramos del asteroide que comenzaron a estudiarse poco tiempo después.
Este “pequeño” asteroide de unos 900 metros de diámetro no es un cuerpo monolítico, sino que es de los que conocemos como pila de escombros o “rubble pile” por su nombre en inglés. Estos son, en términos sencillos, un montón de fragmentos de roca que viajan juntos por el espacio por efecto de la gravedad. A mí me gusta imaginármelos como un montón de grava -eso sí, de muy distintos tamaños- de la que podemos comprar en una tienda de materiales de construcción cualquiera. Muy probablemente estos asteroides se hayan formado a partir de un cuerpo más grande que fue destruido hace mucho tiempo.
Una de las cosas que hacen especial a Ryugu es que es un asteroide de tipo C, muy interesantes por ser cuerpos realmente primitivos y que pueden albergar materiales que hayan sufrido muy pocos cambios desde la formación del Sistema Solar. Concretamente tiene mucha afinidad con un grupo de meteoritos denominado CI, un tipo de meteoritos cuya composición, similar a la medida en la fotosfera solar, se considera la químicamente más primitiva de todos los meteoritos que existen.
Y, ¿De dónde procedería este asteroide? Los científicos piensan que el cuerpo a partir del cual se formó nació más allá de la “línea del hielo” del agua y del dióxido de carbono poco tiempo después de la formación de nuestro sistema solar. Para quien nunca haya escuchado este término, la línea “de hielo”, “de congelación” o incluso “de la nieve” es la distancia mínima desde una estrella -en este caso nuestro Sol- donde la temperatura es lo suficientemente baja para que los compuestos volátiles se condensen formando granos sólidos que les permitan unirse para dar lugar a planetesimales, los embriones de la formación planetaria.
Las muestras de Ryugu que nos ha traído la sonda Hayabusa 2 han sido una verdadera caja de sorpresas. En un estudio publicado en Nature Astronomy por Matsumoto et al. (2024), los científicos han encontrado pequeñas venas minerales y zonas compuestas por carbonatos de sodio, por cloruros e incluso por sulfatos en los granos de muestra del asteroide.
Estas sales, además, estaban asociadas a los filosilicatos, minerales hidratados que son una prueba de la alteración de otros minerales por parte del agua. Al principio, los científicos dudaron si estas partes ricas en sodio en realidad procedían de nuestro planeta a causa de una posible contaminación de las muestras, pero descartaron esta hipótesis por cómo están distribuidas y por la forma que tienen en los distintos granos de material que se han analizado.
El descubrimiento de estas sales de sodio es algo más importante que añadir un mineral más o menos a la lista. La presencia de carbonatos, cloruros y sulfatos de sodio sugieren que un agua alcalina y rica en sales fluyó por el interior del cuerpo que dio lugar a Ryugu.
Pero, ¿Cómo pudo convertirse ese cuerpo original en algo tan “salado”? Y por favor, entiendan la pregunta anterior como algo más evocativo que literal. El agua que recorría el cuerpo original alterando los minerales que encontraba a su paso probablemente era muy salada, quizás incluso podía ser una salmuera, que con el paso del tiempo iba ganando salinidad por la evaporación o la congelación del agua tras las últimas etapas de alteración acuosa que sufriría ese cuerpo.
Imaginemos unas salinas en nuestro planeta, los lugares donde se fabrica la sal que consumimos a diario en nuestra mesa. Normalmente son grandes extensiones de agua poco profunda donde se deja que lentamente el agua se evapore, permitiendo que se vaya concentrando en el agua y posteriormente precipitando. Un proceso similar podría haber ocurrido en el espacio por la evaporación o congelación del agua. En este último caso, la pérdida de calor y posterior congelación podría representar el momento en el que el calor interno -probablemente de origen radiogénico- del cuerpo dejó de ser suficiente para mantener el agua en estado líquido.
Hay un detalle más: como hemos dicho antes, el agua también era probablemente alcalina, con un pH alto, similar a algunos lagos de nuestro planeta. Y esta alcalinidad es consistente con los modelos de alteración acuosa que ya se habían postulado para este tipo de cuerpos.
Estos descubrimientos, incluso en un asteroide, tienen consecuencias de cara a la posible habitabilidad de estos. Sí, ya se que un asteroide puede ser un lugar realmente inhóspito para nuestros estándares sobre las condiciones adecuadas para la vida, pero quizás algunos no lo fueron tanto durante la infancia de nuestro sistema solar.
Es cierto que la composición de las aguas que circularon por el cuerpo original del que proceden los fragmentos de Ryugu era probablemente muy salina y alcalina, pero eso no es en ningún caso una barrera para la vida. Hay organismos extremófilos en nuestro planeta que viven en condiciones similares.
También pone de manifiesto que el agua salada, o muy salada, podría ser muy abundante en el Sistema Solar y, de hecho, pensamos que muchos de los océanos subterráneos que sospechamos que existen en los satélites de los gigantes gaseosos, tienen como ingrediente clave las sales, lo que les permite un mayor tiempo de vida de estos océanos -a nivel geológico- que si fueran de agua dulce, ya que las sales actúan como un poderoso anticongelante.
Todavía nos queda mucho por conocer de nuestro sistema solar e incluso ya empezamos a vislumbrar como cuerpos que antaño no parecían más que los ladrillos de la formación planetaria, casi anodinos, podrían haber reunido ciertas condiciones para ser cuerpos habitables, aunque fuese durante periodos relativamente cortos en comparación con cuerpos de tamaño planetario. ¿Qué sorpresas nos traerán las próximas misiones de retorno de muestras? No lo sabemos, pero seguro que seguirán dándonos muchas alegrías y nuevos descubrimientos.
Referencias:
Matsumoto, T., Noguchi, T., Miyake, A. et al. Sodium carbonates on Ryugu as evidence of highly saline water in the outer Solar System. Nat Astron 8, 1536–1543 (2024). doi: 10.1038/s41550-024-02418-1
Sobre el autor: Nahúm Méndez Chazarra es geólogo planetario y divulgador científico.
El artículo Ryugu, un asteroide “mu salao” se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.